Hace un mes y medio, cuando CFK estaba a punto de lanzar su precandidatura para estas PASO, escribí un extenso ensayo titulado “Cristinosis” para la tapa de NOTICIAS. Era un análisis de la sociedad movilizada por el odio, el amor o el morbo a poner a la ex presidenta en el centro del debate político.
Hoy, por discutibles razones aeronáuticas, Cristina y su familia pegaron el faltazo a votar en Río Gallegos y su ausencia en las pantallas de TV se convirtió en el gran tema de los medios y las redes sociales. Fue la coronación de una campaña en la que apareció poco, tan poco que María Eugenia Vidal (verdadera “candidata” oficialista en la provincia de Buenos Aires) llegó a reclamarle que apareciera, que diera más la cara.
Cristina nos ha acostumbrado a la certeza de que nada lo hace sin cálculo político previo y logró que hasta sus mayores críticos la convirtieran en el eje central de todos los discursos y análisis. Está en la cumbre de todos los fanatismos, a favor, en contra o desde pretendidas equidistancias.
Los kirchneristas tomaron la idea de la “Cristinosis” (neurosis nacional por Cristina) como un insulto, los anti K la recibieron como un halago tardío y los “ni, ni” mitad y mitad. Para la edición de la revista que está hoy en los kioscos, escribí “La Patria embrutecida. ¿Somos o nos hacemos?”. Es, de algún modo, una mirada 360 sobre la misma sociedad enervada, fanatizada por ese “mal” principal y otros que, en consecuencia, limitan la calidad del debate político argentino impidiéndonos ver el futuro a largo plazo. Esta presencia de la ausencia cristinista nos define a todos. Nos encierra en el hoy. En la angustia cotidiana de ser argentinos. Nos vuelve miopes.
*Jefe de Redacción de Noticias.
por Edi Zunino*
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