La mañana del miércoles 11 de abril, Natacha Jaitt mostraba desde su cuenta de Twitter el allanamiento que los efectivos de la Policía de Seguridad Aeroportuaria realizaban en su domicilio. La mediática aseguraba que la medida dispuesta por el juez federal Sebastián Ramos, a pedido del fiscal Guillermo Marijuan, era sólo “una maniobra de amedrentamiento” y que estaba pensando en irse del país. Pero mientras Jaitt improvisaba una conferencia de prensa en la puerta de su domicilio, otro grupo de la misma fuerza de seguridad seguía dando vueltas por Capital Federal tratando de encontrar la vivienda de Ana María Polero, la enigmática vestuarista de Jaitt que la acompañó al polémico programa de Mirtha Legrand y que durante un año fue empleada de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI). Más de cuatro horas tardaron los efectivos en poder realizar el allanamiento en la causa por “espionaje ilegal” ya que ninguna de las direcciones que tenían resultó ser la correcta.
La denuncia que motivó estos procedimientos fue impulsada por Gustavo Arribas y Silvia Majdalani, director y subdirectora de la AFI. A Natacha se la investiga por sus acusaciones de pedofilia a distintos famosos y, en particular, para comprobar si realizó tareas de inteligencia fuera de la ley como ella misma admitió al asegurar haber hecho trabajos para empresas privadas en distintas investigaciones. Y en el caso de Polero se busca determinar si integra algún tipo de organización ilegal de espionaje junto con otros ex integrantes de la agencia. Entre ellos, quien fuera su valedor dentro de la ex SIDE, su amigo Eduardo Miragaya, quien fue cesado en sus funciones en la agencia y regresó a su labor de fiscal.
“Natacha asegura que fue contratada para realizar espionaje fuera de la ley y es amiga de una ex agente de la agencia de inteligencia que la acompaña el día que realiza fuertes denuncias públicas”, es la justificación que brindan cerca de la AFI para fundar la hipótesis de que las incendiarias declaraciones de Jaitt pueden formar parte de una tarea de inteligencia propiciada por Polero. “Se va a investigar todo. Una cosa son las denuncias de Jaitt por los casos de pedofilia y abuso, pero también se indaga sobre sus tareas de espionaje y sus vínculos con agentes o ex agentes de la AFI”, detallan.
Es que más allá del revuelo que generaron los dichos y acusaciones de Jaitt, la presencia de Polero junto a ella es lo que volvió a traer a escena al fantasma de los servicios de inteligencia vinculados al mundo de la prostitución. Polero mantuvo un sugestivo silencio, restringió el acceso a su cuenta de Twitter y eligió callar ante la requisitoria de NOTICIAS: “Te agradezco pero no voy a contestar nada. Te mando un besito”, dijo, antes de cortar el teléfono. Los investigadores creen que esta mujer sería el nexo clave para entender qué fue lo que pasó en la mesa de Mirtha Legrand y por qué sucedió.
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Pasado borroso. Hasta que estalló el escándalo que la llevó a recluirse, Polero se encontraba trabajando en Infobae desde junio del 2017 y, aunque ella aseguraba que cumplía funciones periodísticas, desde el portal confirmaron a NOTICIAS que se desempeñaba como coordinadora de correción y que no acudía a la redacción, sino que trabajaba desde su casa. Pero sus vínculos con el periodismo nacional comenzaron mucho antes. La propia Ana explicó que durante la década del '90 fue productora de Bernardo Neustadt y aunque lo dio como un hecho, algunos aseguran que, por el contrario, su trabajo ya, en aquel entonces, era en inteligencia. “Ya estaba en la SIDE en la época de (Carlos) Menem”, afirman fuentes que la conocieron.
Después, su rastro se vuelve difuso. Ella explicó que se puso una agencia de publicidad y que lentamente se alejó del medio. También tuvo un bar en pleno Palermo Soho que vendió en el 2007. Pero cuando parecía que ya no volvería a los medios, la irrupción de Twitter le dio otra vez alcance masivo. En los albores de la red social se convirtió en una asidua usuaria y la empleaba incluso para dar información que, ella aseguraba, eran primicias. De hecho, durante la investigación por el crimen de Ángeles Rawson, en 2013, Polero tuvo sus cinco minutos de fama virtual ya que decía tener información exclusiva. Sin embargo, sólo eran inventos escabrosos y detalles sobre la vida privada de la víctima de 16 años.
“Nunca nadie supo de qué vive. Ni durante los '90 ni después. Todos los trabajos que ella dijo tener eran historias que no coincidían o nunca nadie la había visto”, asegura alguien que fue allegado a ella.
A su constante participación en Twitter, le sumó alguna que otra aparición pública en programas de TV, sin mayor trascendencia.
Pero según pudo saber NOTICIAS, Polero también se adjudicó una participación en campañas del PRO. Ella se presentaba a periodistas explicándoles que trabajaba en la comunicación de uno de los candidatos, tratando de filtrar información que perjudicaba a su rival. De hecho, llegó a ofrecer dinero por publicar notas funcionales a este interés.
Sin embargo, desde el PRO niegan que ella haya trabajado de manera formal y aseguran que no tienen ningún registro de haberla empleado. En esta edición se publica una foto de Polero con la vicepresidenta Gabriela Michetti. La ex espía explicó que se habían encontrado de casualidad en un shopping. “No sé si trabajó o no para el PRO, pero sí que desde las redes sociales era una ferviente anti kirchnerista”, explica un amigo que asegura que Polero fomentaba la difusión de las manifestaciones en contra del gobierno de Cristina.
Vínculos. El bajo perfil y su pasado cercano a la SIDE le valió a Polero su entrada a la AFI en el 2016. La periodista volvía al mundo de la inteligencia de la mano de su amigo, Eduardo Miragaya, hombre cercano a Majdalani, y que había sido nombrado como director del área de Inteligencia sobre Delincuencia Económica y Financiera. “Polero entró a la AFI por expreso pedido de Miragaya para realizar tareas administrativas en la dirección que controlaba él”, aseguraron a NOTICIAS. Un allegado explicó que este nombramiento se debe a la confianza que existe entre ellos: “Son amigos hace mucho”, detalló y explicó que ambos abandonaron la agencia al mismo tiempo.
El fiscal, que ahora forma parte de la Unidad Fiscal de Investigaciones en Materia Ambiental (UFIMA), es señalado como un hombre muy poderoso dentro del ámbito judicial y con fluidos contactos con el mundo de los espías. “Tiene mucha influencia desde los '90, cuando él era fiscal general adjunto en la Procuradoría General de la Nación”, explican y lo describen como “uno de los delfines de Menem en Tribunales, que hasta tenía amistad con la familia”.
De hecho, tras la caída del menemismo, Miragaya estuvo en la mira de la Justicia e incluso su patrimonio fue investigado. Además, hubo otra causa en la que un empleado de la procuración habría reconocido que envió un anónimo amenazando a un fiscal por orden de su superior. El fiscal era el mismo Marijuan que esta semana mandó a allanar la casa de su amiga Polero. Sin embargo, Miragaya salió indemne y conservó gran parte de su poder e influencia en el mundo judicial. Muchos aseguran que lo hizo gracias a sus vínculos con la jueza federal María Romilda Servini. “Es su gran amiga y suelen verse seguido”, confían. De hecho, Julieta, la hija del fiscal trabaja junto al hermano de Servini en la consultora “Dres. Servini y Asociados”. Curiosamente, Julieta, también trabaja para el Gobierno de la Ciudad en la Unidad de Organización Electoral, un área cercana a la magistrada con competencia electoral en CABA.
Otro de los hijos del fiscal, Juan Agustín, trabaja directamente en el juzgado de Servini. El joven ingresó en 2014 como jefe de despacho y dos años después, el 13 de diciembre, se convirtió en secretario.
Además, quienes conocen los pasillos judiciales, explican que tras la ida de Miragaya de la AFI fue la propia Servini quien lo “rescató” y le pidió a uno de sus ahijados judiciales, Ramiro González, que lo llevara a la fiscalía a su cargo, la UFIMA.
Es tal la relación entre Miragaya y Servini, que algunos se atreven a asegurar que la reciente intervención del Partido Justicialista ordenado por la jueza no es más que una operación orquestada por el propio Miragaya para favorecer a otro ex menemista, Luis Barrionuevo.
Motivos. Es precisamente este poder que Miragaya sigue teniendo, y por extensión su amiga Polero, lo que permitiría pensar que los dichos de Natacha Jaitt fueron una operación de inteligencia con el objeto de atacar al columnista de La Nación, Carlos Pagni. El periodista es uno de los que más información tiene de lo que sucede en la AFI e incluso anticipó en un artículo quiénes eran objeto de espionaje ilegal, algunos de los cuales coinciden con los nombrados por Jaitt, como Gustavo Vera.
Pero en una nota titulada “El pestilente círculo negro del espionaje”, Pagni dejó mal parados a Miragaya y Polero, quienes debieron dejar sus cargos en la agencia de inteligencia. Hay quienes sostienen que una supuesta venganza contra Pagni sería el verdadero motivo detrás de las denuncias públicas de Jaitt. “Natacha reconoce haberle hecho inteligencia puntualmente a él y es al que más tuits le dedicó”, explica un allegado quien dice que el resto de los nombrados son “cotillón”: “Apuntaron a Pagni y Jaitt cargó contra América porque está dolida porque le hicieron 'el vacío' con el escándalo Latorre”, afirman.
Mientras se avanza en la investigación, esta es una de las hipótesis que toma más fuerza. Lo cual, además, probaría que hay sectores marginados de la AFI que siguen operando. Fuentes cercanas a la AFI niegan esto e incluso explican que tanto Polero como Miragaya ya no tienen ninguna relación con el organismo.
De todos modos, las sospechas no cesan y vuelven a cernirse sobre el complejo y opaco mundo del espionaje. Ese que hizo que una ex agente se hiciera pasar por asesora de modas sin que nadie sospechara. La enigmática Ana Polero que, pudiendo dar explicaciones, prefirió optar por un estricto silencio.
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