Un metro ochenta de altura, figura esbelta, encanto elegante y un look ultra chic, que combina lujosos trajes Chanel y joyas discretas. A primera vista, Christine Lagarde encarna a la perfección la imagen de una frívola burguesa parisina. Pero ese es sólo su lado A, el que sus detractores prefieren destacar. “Madame la Marquesa” fue el apodo que la persiguió a lo largo de los cuatro años en los que fue ministra de Economía de su país, durante la presidencia de Nicolas Sarkozy. Una manera un tanto simplista de definir a una de las diez mujeres más poderosas del mundo en 2017 según la revista Forbes.
Según sus colaboradores más cercanos, su principal cualidad es su estilo directo. Después de su reciente paso por la sede del Fondo Monetario Internacional (FMI), acompañado por una comitiva 100% masculina, Nicolás Dujovne también lo sabe: “Está corto de mujeres”, le espetó ella. Lagarde es una mujer que dice lo que piensa. “Siempre nos transmitió su firme apoyo”, asegura, positivo, el equipo económico del Gobierno. Es que Lagarde tiene un estilo más próximo a los códigos de las empresas que a los tics de la política.
Chicago girl. Su ascenso al poder se inició en el sector privado. Con sólo 43 años, en 1999 Lagarde se convirtió en la primera mujer en convertirse en presidente de Baker & McKenzie, el estudio de abogados más influyente de Estados Unidos. Una carrera meteórica e inesperada para esta hija de profesores.
Christine nació el primer día de 1956 en París. Hermana mayor entre tres varones, desde chica aprendió a hacerse un lugar en un universo masculino. “Aguanta el dolor y no te olvides de sonreír”, le repetía incansablemente su entrenador de natación sincronizada. Robert, su padre, la había inscripto en un club de natación de competición para mantenerla a distancia de las revueltas del Mayo Francés. De alguna manera, el hombre logró su objetivo: Christine se entusiasmó tanto con el nado que no salió a manifestar ni una sola vez durante el 68. Un año después ganó la medalla de bronce del campeonato de Francia de esa disciplina y llegó a formar parte del equipo nacional. Pero la carrera deportiva de la joven se interrumpió abruptamente con la muerte de su padre, cuando Christine tenía sólo 16 años: tuvo que ayudar con la economía de la casa y trabajar durante las vacaciones de verano.
Apenas terminado el secundario, Christine obtuvo una beca de intercambio en Estados Unidos, donde estudió durante un año en una escuela exclusivamente femenina, la Holton-Arms School. Pero su primer gran salto sería en 1981, en su regreso triunfal a París, cuando pasó el concurso de abogada e ingresó a Baker & McKenzie. El resto de la historia es conocida: en 18 años, Lagarde pasó de ser una simple abogada a ocupar el puesto de mayor poder.
Ministra. En 2005, el gobierno de Jacques Chirac la convocó para formar parte como ministra de Comercio Exterior. Si se hubiera quedado en Baker & McKenzie durante dos años más, Lagarde habría obtenido una jubilación anticipada de casi dos millones de dólares. Pero su nueva ambición la llevó a trocar su sueldo de 800.000 euros anuales a uno seis veces menor de ministra francesa.
No sólo perdió dinero: en su regreso al país tuvo que empezar de cero. No tenía contactos ni partido político y, sobre todo, no conocía los códigos ni el lenguaje político. Pero supo adaptarse rápido y dos años después consiguió la confianza del nuevo presidente francés, Sarkozy. “Una Ferrari”, la definía él. Es así como en 2007, Lagarde se convirtió en la primera mujer en encabezar el Ministerio de Economía de Francia.
Los primeros tiempos de su gestión no fueron fáciles. Su estilo sin filtros la llevó a meter la pata más de una vez. La más notoria fue a finales de 2007, en plena crisis por el aumento del combustible en Francia. “En los trayectos cortos, ¿por qué no dejar el auto e ir en bicicleta?”, fue la propuesta de la ministra a sus compatriotas, que se convirtió en un chiste que se hizo viral.
La revancha de Lagarde llegó en 2008, de la mano de la crisis financiera mundial. Gracias a sus contactos en Washington, la ex abogada pasó varias noches en vela para salvar bancos y se convirtió en una de las heroínas de la economía mundial. A finales de 2009, el Financial Times la eligió “ministro de Economía del año”.
La reformadora del FMI. Convertida en una celebridad en el mundo de las finanzas, Lagarde no tuvo muchas dificultades para entrar en el club históricamente masculino de los directores generales del FMI, donde sucedió a Dominique Strauss-Kahn luego de un escándalo sexual. “Durante meses, no paré de estudiar todos los dossiers del FMI”, dijo ella en aquel momento. “Me di cuenta de que venir de afuera de la economía podía ser útil. La misión del FMI depende en gran medida de nuestra calidad de comunicación, de convencer a los gobiernos. El problema es que los expertos en economía del Fondo sólo sabían hablar entre ellos. Desde que llegué todos hacen un gran esfuerzo para ser mas claros”.
Otra de las grandes metas de Lagarde es invertir la imagen del Fondo. “El FMI ha cambiado. Ahora estamos más atentos a la gente y, al mismo tiempo, medimos cómo reducir el gasto o aumentar los ingresos. Somos una institución diferente”, aseguró en su visita a Buenos Aires de marzo, para participar al G-20. Y también aprovechó para confiar su visión de la gestión local. “Veo una decisión de este gobierno de abrirse a la comunidad internacional. Y la relación con el FMI es parte de ese proceso de normalización”, dijo Lagarde, que aprovechó la visita para conocer las cataratas del Iguazú.
El affaire Tapie. Un escándalo político-financiero empaña la trayectoria casi perfecta de Lagarde, con un juicio que duró dos años y una condena que puso en peligro su lugar. En diciembre de 2016, Lagarde fue condenada por la Justicia francesa por negligencia en el desvío de fondos públicos en un litigio privado. Los hechos se remontan a 2008, durante su gestión de ministra de Economía: en aquel momento Lagarde aceptó entregar de manera arbitraria 404 millones de euros de fondos públicos para indemnizar a Bernard Tapie, empresario mediático, antiguo dueño de Adidas y amigo del entonces presidente, Sarkozy.
Pero, prueba de su influencia, la Justicia francesa la liberó finalmente de toda pena e incluso de que la condena figure en su historia penal. El FMI tambien respaldó a Lagarde. “La junta reafirma su confianza plena en la directora gerente”, anunció en un comunicado. Cuando le preguntan a Lagarde sobre el asunto, ella asegura que “el affaire Tapie está cerrado”.
Feminista pragmática. Mucho antes del gran movimiento antisexista mundial, Lagarde se declaraba feminista. Durante su paso por el gobierno francés, ya aplicaba el “apriete” feminista que padeció Dujovne con cada empresario que iba a verla. “¿Cuántas mujeres hay en el consejo de su empresa?”, era la pregunta que ponía incómodo a más de un CEO. “Cuando esos hombres me respondían que no lograban encontrar perfiles femeninos para los puestos de mayor responsabilidad, yo sacaba mi ‘lista secreta’ con nombres de buenos currículums de mujeres capaces. Y les decía: ‘Acá tiene un poco de material para alimentar su reflexión antes de nuestra proxima reunión’”.
La explicación del compromiso de Lagarde viene de su propia historia personal. Divorciada dos veces, siempre arriba de un avión, aprendió temprano a aplicar un feminismo cotidiano. “Las mujeres tenemos que enfrentar más obligaciones que los hombres”, explica. “Cuando mis dos hijos eran chicos, cada uno de mis viajes profesionales eran un maratón. Tenía que ocuparme de la larga lista de asuntos domésticos: las compras, los deberes de los chicos, las citas con el pediatra, mis documentos, etcétera. Nosotras estamos más conectadas con la realidad y menos con la elaboración de grandes principios que sólo alimentan el ego”. “Las mujeres presentes en las reuniones de altos dirigentes representan menos del 10% de los participantes”, denuncia. Desde que está al frente del FMI, Lagarde fijó el objetivo de paridad en el reclutamiento de los nuevos colaboradores. Ahora las mujeres del Fondo llegan al 44,7% del total.
En Francia muchos la ven como una posible futura primera presidenta, en el 2022. Sin embargo, es un asunto que ella, por ahora, esquiva. “Sólo quiero tener nietos”.
La visión argentina
La directora del FMI revolucionó el país en estas semanas. NOTICIAS recopiló opiniones del mundo financiero local sobre Lagarde.
-"Una buena administradora. Ella, como todos los directores generales del FMI que arreglan un préstamo a un país, se juega mucho en este acuerdo", afirmó Mario Blejer, ex presidente del BCRA y ex directivo del Fondo.
-“Lagarde representa a un FMI menos rígido”, sostiene Daniel Marx, ex director del BCRA, secretario de Finanzas de De la Rúa, negoció con el FMI el “Blindaje” del 2001.
-"“Le dio una cara sexy al FMI. Es poderosa, es mujer, se deja asesorar bien”, reflezionó Claudio Loser, dirigió el Hemisferio Occidental del FMI durante ocho años.
-“Tiene un apoyo estructural que las mujeres no tenemos”, insisitió Verónica Martínez Castro, ex directora legal de TGS.
por Jimena Castro Bravo
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