Desde las redes sociales, sobre todo a través de su cuenta de Twitter, Lilita Carrió despunta el frikismo puro y duro. Sus payasadas en la galaxia virtual, además de los sets de televisión y el mismísimo Parlamento, venían siendo toleradas con buena voluntad por sus compañeros de coalición política, hasta este último mes en el que los toreos a radicales y macristas perdieron la gracia y amenazan con destruir el delicado equilibrio de Cambiemos.
Con voz salida de un oráculo, Lilita viró los mensajes de misticismo críptico que anunciaban el fin del kirchnerismo y los complots en su contra hacia una festiva liviandad tras su paso triunfal por las urnas. De los anteojos de cotillón, a las fotos-locas, y la chicana política, sin escalas. No importa la seriedad del tema en cuestión. Su stand up es de amplio espectro. Poco después de anunciar como fruto de una investigación personal que Santiago Maldonado se había fugado a Chile, comparó a su cadáver con Walt Disney, sugirió matar a Durán Barba, dijo que a los chicos “un poco de trabajo esclavo hay que darles”. Diagnosticó que la ley de legalización del aborto propiciará el derecho de pernada, cuando no amenaza con abandonar el barco de Macri antes de tiempo, despliega sugerencias poco ortodoxas para paliar la crisis económica como dejar de comprar o empezar a dar propinas generosas.
Como friki de ley, Carrió adora tener fans. Hay un grupo de señoras que la alientan y ella identifica como Las paquetas y divertidas. Y parece Moria Casán cuando sentencia: “Yo soy una atracción turística, que es mucho más importante que ser candidato en Argentina, porque me ama todo el mundo. No soy culpable de que la gente me quiera. No lo puedo evitar. No puedo ceder el carisma”.
Escondida debajo de un auto para burlarse de Aníbal Fernández o haciéndose fotografiar dándole de propina un billete de 100 al mozo platense al que el año pasado le había dejado sólo 5 pesos, Carrió se hace amar y odiar. Lo curioso es que sea la elegida para extenderle el certificado de buena conducta al gobierno nacional.
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