Había una estructura, la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina (ACIERA). Había también una estrategia, que se basaba en la creación de vínculos con el Gobierno a través del trabajo social y en la incipiente participación de algunos de sus miembros en la actividad política. Sin embargo, faltaba un disparador que les sirviera para demostrar que eran un grupo con capacidad de influir en el poder. Y, a pesar de que debieron esperar, ese catalizador llegó con el debate por la legalización del aborto. Desde ese momento, no quedaron dudas: los pastores evangélicos movilizaron fieles en todo el país y se transformaron en líderes imposibles de ignorar. En el nombre de Dios y con una visibilidad sin precedentes, saben que ahora juegan en las ligas mayores, coquetean con el macrismo y se atreven a decir que falta poco para tener un candidato propio.
El protagonismo de estos pastores no es casual. Desde hace décadas, y en sintonía con lo que sucede en el resto de América latina, las iglesias evangélicas crecen sin cesar. Y, aunque sus bases históricas siempre habían estado en los lugares marginados (villas y cárceles), su penetración en las clases medias y altas comenzó a ser cada vez mayor. Por eso, una nueva camada de pastores, profesionales y empresarios religiosos empezaron a trabajar para que sus iglesias tuvieran un lugar preponderante en las decisiones de Gobierno.
Y lo consiguieron: a principios de septiembre, la gobernadora María Eugenia Vidal y la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, convocaron a un grupo de pastores del conurbano (junto a Cáritas y otras organizaciones sociales) para pedirles colaboración para contener la crisis y coordinar acciones conjuntas.
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Sin embargo, este reconocimiento llegó con cuestionamientos. Los pastores más influyentes, todos bajo la órbita de ACIERA, tuvieron una postura conservadora respecto del aborto pero también se opusieron, en las últimas semanas, a la educación sexual integral. Y, aunque ellos dicen que son mayoría, otro grupo de pastores (que no están en las mesas de diálogo con el Gobierno ni ven con simpatía sus ambiciones políticas) comenzaron a cruzarlos en público.
Sin ir más lejos, en la Federación Argentina de Iglesias Evangélicas (FAIE), una organización que agrupa a otras iglesias evangélicas, conviven pastores conservadores con otros que respetan la diversidad sexual, el aborto y la educación sexual integral. La crítica de este sector a sus colegas es feroz y aseguran que cuando ACIERA o sus referentes hablan en nombre de todos los evangélicos es un error. “Nuestra característica es que no somos una religión verticalista, como la Iglesia Católica. Que ellos digan o den a entender que son los representantes de todos, enoja pero también desvirtúa nuestra esencia. Sólo les sirve a ellos en sus propias ambiciones”, aseguran los disidentes.
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En la batalla entre pastores de ACIERA y de FAIE, al menos por ahora, parecen ir ganando los primeros. No sólo se sentaron en una mesa de diálogo con el Gobierno sino que también han logrado construir una sintonía particular con ciertos funcionarios de Cambiemos. Comparten un estilo de liderazgo, cierran acuerdos y se favorecen mutuamente.
Conectados. En cuestiones religiosas, Mauricio Macri es un liberal. No le preocupan las tradiciones y, a pesar de que se autodenomina católico, suele hablar de sus búsquedas espirituales alternativas.
Desde siempre, Macri tuvo diálogo con líderes religiosos no católicos. Durante la campaña del 2003, fue el único candidato a jefe de Gobierno que aceptó la invitación de una iglesia evangélica a un acto en Costa Salguero. Y, ya en la gestión porteña, mantuvo durante años reuniones privadas con pastores.
A medida que Macri crecía en política, en paralelo, algunos pastores evangélicos comenzaron a pensar en estrategias para disputar el poder. En el 2001 habían tenido una fuerte visibilización social con la crisis económica, pero eso se había disuelto con el paso de los años.
“Lo nuestro es transversal y, en algún punto, eso siempre nos había jugado en contra”, asegura Osvaldo Carnival, pastor de la iglesia Catedral de la Fe, una de las más grandes de la Argentina y quien fue un factor fundamental en la organización del lobby contra el aborto.
Por eso, desde ACIERA hace algunos años tomaron una decisión: si bien no se puso en discusión la horizontalidad entre las iglesias, comenzaron a designar informalmente, a representantes para tender puentes con el poder. El más influyente en la zona sur del conurbano bonaerense fue Jorge Sennewald, pastor de la iglesia El Encuentro.
En este contexto, cuando Macri eligió a la entonces casi desconocida María Eugenia Vidal como candidata a gobernadora de Buenos Aires, la comunión entre iglesias evangélicas y Cambiemos se terminó de materializar. En el Gobierno de la Ciudad ya habían tenido buena sintonía y trabajo conjunto. Sin el tradicional aparato peronista, Sennewald fue clave para que el nuevo partido ingrese a las zonas más vulnerables del conurbano.
A pesar de que sus propios pastores y compañeros lo señalan como un intermediario fundamental, Sennewald lo desmiente: “Hay una única foto. Yo no soy nada más que un pastor. No voy a formar parte de ningún partido político. Con el gobierno, cualquiera sea su signo, tenemos una relación orgánica”.
Más allá de las aclaraciones, desde que Cambiemos gobierna, la relevancia de pastores evangélicos es cada vez mayor, sobre todo en los vínculos con la cartera de Desarrollo Social. En los últimos días se viralizó un audio de Sennewald donde describe cómo fue la mesa de diálogo con Stanley y Vidal y da a entender que los pastores lograron acorralar a los funcionarios: “Eso fue una exageración. Participaron y nada más. Puede haber dicho eso para sacar pecho con sus compañeros o para mostrarse para afuera con más poder”, asegura un conocido. Según Carnival, este desarrollo es lógico si se tiene en cuenta que las iglesias evangélicas “no recorren la calle como los políticos sino que están en la calle”. “Me atrevo a decir que el voluntariado más grande de la Argentina es el evangélico cristiano. Quizás no tenemos la estructura de Cáritas pero sí pienso que tenemos una estructura mayor”. El trabajo social es, sin dudas, el gran capital simbólico con el que se posicionan.
Influir sin partido. La fuerza que consiguió este sector con las movilizaciones en contra del aborto hizo que comenzaran a surgir especulaciones acerca de que en Argentina apareciera un partido político evangélico, al estilo del caso brasileño. Según Juan Zuccareli, presidente de la Federación de Pastores de la provincia de Buenos Aires, “ya va a llegar el momento de que tengamos un candidato. Más pronto que tarde”.
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Sin embargo, los principales referentes de ACIERA aclaran que estas manifestaciones tienen que ver con la posibilidad de que fieles evangélicos se vuelquen a la política y no con una intención partidaria de la institución. “La mía es una de las primeras generaciones de evangélicos. Los que vienen ahora son universitarios y tienen otros niveles de penetración en la sociedad”, cuenta Carnival pero, inmediatamente aclara: “Lo que se definió desde ACIERA es que si alguien es llamado a ser candidato, debería dejar la acción ministerial”.
Más allá de las postulaciones a futuro, algunos evangélicos ya tienen peso propio en la política. Gastón Bruno, actual director de Gestión de Asuntos Docentes, fue vicepresidente de ACIERA y decidió involucrarse en política con una candidatura a diputado nacional por Cambiemos. Algunos lo referencian como una de las patas más fuertes del evangelismo en la gestión oficial.
Cynthia Hotton, ex legisladora porteña que ingresó a la Cámara por el PRO, fue una de las que le abrió las puertas a los fieles evangélicos a este tipo de cargos. Hoy, se identifican con esta religión, los diputados Alicia Soraire y Alfredo Olmedo y la senadora Myriam Boyadjian. En Neuquén fantasean con que el pastor Walter Ghione pelee la gobernación.
En nombre de algunos. Este crecimiento no siempre es bienvenido. Que Carnival haya sido una de las caras más visibles en el debate sobre el aborto es rechazado por todos aquellos pastores que están a favor de la legalización. “Nadie tiene toda la verdad y no queremos que hablen ni en nombre de ‘la iglesia evangélica’, ni en nombre de ‘los evangélicos’. Es un error conceptual enorme pero no es casual”, asegura un miembro de FAIE.
En este sector insisten en que nadie debe bajar línea sobre “cómo se debe ser” y por eso no plantean posturas institucionales sino que lo dejan abierto a cada iglesia.
La FAIE, que es identificado como el sector más progresista, piensa la relación entre la religión y la sociedad más allá de las valoraciones morales (que, aclaran, siempre son subjetivas). Por eso, cuestionan que desde ACIERA intenten imponerse y no se sienten representados por los actuales interlocutores con el Gobierno.
Sin embargo, muchos de los miembros de la FAIE prefieren no salir al cruce: “Es lo que buscan y terminamos siendo funcionales a sus aspiraciones políticas”, aclaran.
En este escenario, los nuevos pastores-dirigentes ya están instalados y dispuestos a dar la pelea hacia afuera y hacia adentro. No quieren un candidato propio pero sí saben que, en nombre de Dios, tienen la misión de sentarse a debatir las grandes políticas públicas con los más grandes.
por Marcos Teijeiro y Giselle Leclercq
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