Resulta difícil creer que en esta época de las comunicaciones instantáneas los 20 líderes más poderosos del mundo necesiten verse en Buenos Aires para decidir cosas importantes.
Pero la diplomacia, como la política, es también representación. En particular, esta cumbre del G20 será una puesta en escena de la disputa económica, comercial y tecnológica que dominará este siglo: nunca antes las diferencias entre Estados Unidos y la potencia que desafía su hegemonía, China, habían quedado tan expuestas.
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Como parte de su estrategia de aislamiento y desprecio por las instancias multilaterales, el presidente Donald J. Trump ya usó el G20 de 2017 en Hamburgo para anunciar la guerra comercial que lanzó este año, con foco principal en China, y que afecta a la Argentina.
La Cumbre de Buenos Aires 2018, con otros asuntos en liza como el cambio climático, la seguridad alimentaria y el futuro del empleo en esta era robotizada, será recordada por el resultado del pulso sino-estadounidense: más guerra, o acuerdo histórico.
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Esa disputa central ocurrirá en un escenario con otros jugadores con peso específico –como la Unión Europea– y valoran la necesidad de consenso que hizo nacer al G20 de líderes en 2008. Ahí, en ese complicado juego de alianzas, es donde Argentina –que ya sabe de la influencia china– debe saber jugar sus fichas.
Las apuestas están divididas. Lo que no puede permitirse nuestro país es poner el ring para esta “pelea del siglo” y sólo quedarse con una foto de recuerdo.
por Jorge Argüello
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