El fenómeno de políticos que buscan consolidar su poder en clubes de fútbol tiene muchos antecedentes de peso. El más emblemático es Mauricio Macri, quien presidió Boca Juniors desde 1995 hasta 2007 y desde allí planeó su desembarco a la política. A nivel deportivo, la gestión fue fructífera ya que logró cosechar 17 títulos, 11 de ellos internacionales. Pero también le trajo muchos problemas, como la denuncia de su actual aliada, Lilita Carrió, quien en 2007 lo denunció por corrupción en los pases de los jugadores.
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Otro integrante de la gestión Cambiemos con un paso reciente por un club es el ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, Cristian Ritondo, quien en el 2014 asumió como vocal titular de Independiente, aunque este año dejó su cargo.
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Del otro lado de la grieta, Aníbal Fernández fue presidente del club de su localidad, Quilmes, entre 2011 y 2016. Sin embargo, la experiencia del ex jefe de Gabinete K no fue para nada fructífera. No sólo en el plano deportivo el equipo descendió a la Primera B Nacional, sino que además la institución decidió denunciarlo. Una de las presentaciones judiciales es por haber pagado más de un millón de dólares por un arquero que nunca jugó en primera.
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Por la avenida del medio, como a él le gusta decir, está Sergio Massa, quien forjó parte de su poder al calor del Club Tigre, a pesar de no ser hincha y nunca haber pasado del cargo de vocal de la institución. Las influencias del líder del Frente Renovador siguen hasta hoy y la mayoría de los directivos responden a su partido.
por Marcos Teijeiro y Giselle Leclercq
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