La ciudad de Buenos Aires es el único lugar que conozcamos que anuncia cortes de vías por protestas como algo normal. Se anuncia en los medios de comunicación el clima, los titulares noticiosos y los famosos cortes. Es tan habitual que no sorprende y tampoco conmueve, sensibiliza, estimula o solidariza con la razón de la protesta. Está tan agotado el recurso que la mayor parte se limita a evitar la zona para ahorrarse un mal rato.
Ocurre que los piquetes y sus protagonistas tienen un rechazo casi generalizado. Hace algunos años Javier Auyero en una de sus investigaciones concluía que una de las razones de las protestas podría residir en que se trataba de un mecanismo eficiente para conseguir las demandas de los grupos movilizados. Por supuesto, hacía referencia a protestas que contagiaban porque representaban algo más profundo que el mero corte. Cuando se trivializaron por su exageración perdieron ese valor simbólico. En alguna oportunidad fuimos testigos de algo hilarante: había un corte de vía con todos los ritos de una protesta y los carteles hacían referencia a un marido que había cometido errores en su vida conyugal. Los amigos y familiares de su mujer echaron mano del recurso para hacerle recapacitar.
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En una encuesta realizada en la Ciudad de Buenos Aires, en la Provincia y en el ámbito nacional pudimos observar que los porteños son quienes más expresan haber participado en protestas en las calles. La mitad de la población de la Capital dice que lo hizo alguna vez en su vida. Este porcentaje es altísimo comparado con el 23% y 33% de la Provincia y la Nación. Es más, mientras más educado es el encuestado, más ha participado en protestas.
Claramente no estamos haciendo referencia a piqueteros asiduos que se movilizan en todas las oportunidades posibles, sino a gente común que en algún momento protestó por alguna causa. En las tres circunscripciones, las personas con nivel universitario son los que más protestaron. El caso de la Capital es el más llamativo: el 66% de personas con instrucción superior dijo asistió a este tipo de eventos.
Está el debate sobre la confluencia de derechos: el de la libertad de manifestarse y el de la libertad para circular. Es por ello que preguntamos en la Ciudad de Buenos Aires, si la gente está más inclinada hacia uno u otro lado de esta disyuntiva. Siendo muchos los que dicen haber participado en alguna ocasión en protestas, es muy difícil que lleguen a condenarlas del todo.
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Los datos son muy elocuentes: el 45% se inclina por la libertad de la protesta y también otro 45% se siente más cercano a la prohibición de las manifestaciones debido a las molestias que provocan. Si analizamos el comportamiento por edad, vemos que los jóvenes se inclinan más por la primera postura y conforme sube la edad más se inclinan por la prohibición de las mismas.
Siempre que alguien es ajeno a una protesta o no se contagia con el sentido simbólico que manifiesta, le resulta incómodo todo lo que esta genera: el tránsito, la imposibilidad de realizar alguna actividad. A la inversa, cuando se identifica con ella la defiende como algo necesario para instalar la discusión. La óptica depende del punto de referencia en el que nos encontramos.
por R. N.
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