El primer cigarrillo electrónico fue comercializado en China en el año 2003 y desde entonces su uso ha crecido de manera exponencial en casi todo el mundo. En la actualidad hay una diversidad de dispositivos que tienen distintos modos de funcionamiento y que se comercializan sin las restricciones que fueron impuestos con el paso del tiempo al cigarrillo convencional. La idea con la que se alienta su consumo, en aquellos países en los que está permitido y regulado, es que serían una alternativa más segura de consumir nicotina con el objetivo último de dejar de fumar.
Pero la evidencia científica muestra resultados masivamente contrarios a ambas nociones, la Organización Mundial de la Salud (OMS) desaconseja enfáticamente el uso de estos dispositivos y los especialistas argentinos ya han, en diversos casos, emitido alertas al respecto. De hecho, en el país está prohibido su uso, comercialización, distribución y propaganda, por no demostrar aún seguridad y efectividad en la utilización para la cesación tabáquica, resolución de la ANMAT que fue ratificada en el año 2017.
Básicamente, los cigarrillos electrónicos funcionan con baterías que al activarse aportan la energía necesaria para producir un aerosol o vapor lleno de nicotina sin que medie la combustión de tabaco. Ese aerosol es generado por el calentamiento de un líquido que contiene sustancias como propilenglicol, glicerina, nicotina, saborizantes y aditivos varios. En estos momentos los dispositivos van por la cuarta generación, en general respetan el mismo principio pero no son equivalentes en cuanto a sus contenidos y emisiones.
Actualmente hay cartuchos listos para su uso y también dispositivos con depósito para que el líquido pueda ser preparado por los propios consumidores. En los de última generación, los usuarios pueden ajustar la temperatura de calentamiento, principal factor para determinar la densidad y contenidos del aerosol.
De acuerdo con una investigación publicada en la American Journal of Preventive Medicine el uso diario de cigarrillos electrónicos puede casi duplicar el riesgo de una persona de sufrir un ataque cardíaco. Los datos provinieron de casi 70.000 personas que participaron en dos Encuestas Nacionales de Salud en los Estados Unidos. En comparación con los no fumadores, quienes fumaban cigarrillos normales a diario casi triplicaban su riesgo de ataque cardíaco, frente a aquellos que solo usaban cigarrillos electrónicos. Pero aproximadamente dos tercios de los usuarios actuales de cigarrillos electrónicos también fumaban cigarrillos normales. El uso diario de ambos productos se relacionó con un aumento de casi cinco veces el riesgo de ataque cardíaco.
Según los especialistas, aunque los cigarrillos electrónicos producen niveles más bajos de carcinógenos que los cigarrillos convencionales, cada producto libera partículas ultrafinas y otras toxinas que pueden dañar los vasos sanguíneos y estimular la coagulación de la sangre, y ambos pueden promover los ataques cardíacos.
Nada concluyente. El sondeo que relaciona infarto con cigarrillo electrónico es apenas uno, pero hay muchos más. El cúmulo de estudios motivó que varias asociaciones científicas emitieran una posición respecto del uso de los e-cigarrettes en noviembre pasado, como resultado del Foro de Sociedades Científicas frente al Cigarrillo Electrónico. El documento fue acordado y firmado por la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria (AAMR), la Asociación Latinoamericana del Tórax (ALAT), la Sociedad Española de Neumonología y Cirugía Torácica (SEPAR), la Sociedad Mexicana de Neumonología y Cirugía del Tórax (SMNyCT), la Sociedad Chilena de Enfermedades Respiratorias (SER Chile) y la European Respiratory Society (ERS).
“A la fecha -señala el documento- no existen estudios independientes, bien diseñados y con suficiente evidencia que demuestren que el uso de los dispositivos administradores de nicotina mejoren las tasas de abandono de tabaco fumado. Y sí hay datos de estudios poblacionales que ponen en evidencia que una significativa proporción de usuarios son consumidores duales de E-cig y tabaco convencional, manteniendo así el consumo de nicotina y el riesgo para la salud”. Un estudio hecho en la Universidad de California muestra que los usuarios de cigarrillos electrónicos (en cualquiera de sus variedades) tienen menos probabilidad de abandonar el cigarrillo.
“Hace 16 años que existe el cigarrillo eléctrico y no ha sido posible responder con certeza si es un producto seguro y eficaz -describe Daniel Buljubasich, experto en control del tabaquismo y ex presidente de la AAMR-. Hay mucha gente que lo ha tomado como consumo habitual, se ha diseminado la idea de que es inofensivo e inocuo y ha caído como un producto muy simpático que la gente puede usar en reemplazo del cigarrillo convencional. Pero lo que está sucediendo es que los consumidores lo usan para para pasar de un consumo a otro (no para tratar la adicción) o para hacer coexistir ambos: un 80% de quienes recurren a los E-cig también fuman. El consumo dual perpetúa esto y la gente no se preocupa más por dejar de fumar.”
Desde su experiencia cotidiana como coordinador del GRANTAHI, programa de control del tabaco del Hospital Italiano, Raúl Espinosa resume lo que suele ver en el consultorio: “La mayoría de los pacientes buscan salir de la adicción al tabaco con algo mágico, y vienen a la consulta buscándolo, quieren evitar sufrir los síntomas de abstinencia, que les cueste poco esfuerzo o tiempo. Cuando uno les explica que el proceso de la cesación tabáquica está basado en adecuadas técnicas cognitivo-conductuales y que la mayoría de las veces debe acompañarse por un fármaco, nos preguntan sobre el cigarrillo electrónico”. Y agrega: “En general ya han indagado en las redes sociales o en los buscadores de internet y les han aparecido noticias contrapuestas, a veces también lo han usado un tiempo y no les dió resultado o les produjo mayor irritación. Y muchos llegan a tener un consumo dual" de cigarrillos comunes y electrónicos”.
Tratamiento, no. En general, los especialistas acuerdan en que la efectividad de los E-cig para dejar la adicción al tabaco no es tal. Y ponen el énfasis en el hecho de que no hay estudios de largo plazo que puedan garantizar su seguridad, y tampoco la reducción de daños sobre la que se basa su promoción por parte de los fabricantes (en una gran mayoría, empresas tabacaleras).
“A partir de nuestra experiencia podemos decir que el cigarrillo electrónico no es un buen elemento para dejar de fumar porque los pacientes mantienen el consumo de la droga adictiva y hacen un reemplazo por algo similar que les mantiene su ritualidad, el modo de aspirar y consumir la droga, y reteniendo consigo el elemento del deseo -resume Espinosa-. Nosotros no abogamos por la utilización del cigarrillo electrónico o la utilización de otros dispositivos.”
Desde el Programa Nacional de Control del Tabaco (PNCT) de la Secretaría de Salud se estarán dando a conocer a mediados de abril los resultados del primer estudio sobre consumo de cigarrillo eléctronico en la Argentina, que se terminó a fines del 2018 y cuyos datos están siendo analizados.
“Veremos qué nos muestra esa información. Pero por ahora en la Argentina el patrón de consumo predominante continúa siendo el de cigarrillos tradicionales, de modo que nuestra situación no es como la de Estados Unidos, donde el consumo de los E-cig es de entre un 8% y un 10%”, aclara Verónica Schoj, Directora Nacional de Promoción de la Salud y Control de Enfermedades Crónicas no Transmisibles de la Secretaría de Salud.
“Acá un 25% de la población fuma, los cigarrillos son relativamente baratos, comparados con los paises desarrollados. De modo que la preocupación por estos nuevos productos que son mucho más costosos es menor que en Europa, Asia o América del Norte. La prioridad local sigue estando puesta en bajar los productos de tabaco, profundizar las políticas fiscales, aumentar los costos, lograr que el consumidor tenga un menor acceso por precio y profundizar las políticas de publicidad, promoción y patrocinio de tabaco. Necesitamos fortalecer marcos regulatorios”, remarca.
No obstante, y a partir de un ensayo clínico publicado en enero en la revista científica New England Journal of Medicine en el que se mencionan potenciales beneficios del cigarrillo electrónico para dejar de fumar, desde el PNCT se emitió un documento afirmando que “no existe suficiente evidencia a nivel mundial que demuestre que el cigarrillo electrónico sea un método eficaz para dejar de fumar”.
Además, el documento detalla: “Hay evidencia de que los cigarrillos electrónicos emiten numerosas sustancias potencialmente tóxicas. Se ha demostrado que el aerosol (vapor) que emiten puede producir daño importante en el pulmón, incluyendo lesiones similares al enfisema, una de las enfermedades que causa EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica)”. En los resultados del ensayo se halló que el 80% de las personas que usaron E-cig para dejar de fumar siguieron incorporando una dosis elevada de nicotina, cambiando el mecanismo de inhalación pero manteniendo la dependencia de la sustancia adictiva. “Al menos un 33% de las personas que usaron cigarrillos electrónicos reportaron usar tanques de nicotina con sustancias saborizantes, cuya inocuidad al ser inhalados aún no ha sido demostrada”, enfatizan desde el PNCT.
Espinosa y Buljubasich señalan esto último. “Aún no estamos muy seguros de todo lo que consumen quienes utilizan cigarrillos electrónicos -advierte el primero de los especialistas-. Sí sabemos, y hay evidencia de ello, que los cigarrillos electrónicos emiten numerosas sustancias potencialmente tóxicas como metales pesados, y hasta contaminantes como cetonas (en algunos casos). Por otro lado generan macropartículas ultradelgadas que se aspiran y pueden penetrar más al pulmón, además de generar daños cardiovasculares: hoy sabemos que duplican las probabilidades de tener un infarto”.
Marita Pizarro, a cargo del área de tabaco de la Fundación Interamericana del Corazón Argentina (FIC Argentina), acuerda y agrega: “La concentración de nicotina de los E-cigar es alta y en algunos dispositivos no sabemos exactamente de cuánto es. Cuando los proponen como seguros o menos dañinos se los presenta como reductores de daño porque no entran en combustión. Pero gran cantidad de estudios serios han encontrado partículas cancerígenas similares a las que se produce con el encendido de un cigarrillo tradicional en el vapor que aspira el usuario y en el que queda expuesto en el ambiente. Por lo tanto uno podría inferir que hay daño tanto para el fumador activo como para el pasivo”.
Aunque se los venda como glamorosos, modernos y cool, la evidencia médica y científica indica que falta mucho para comprobar si los cigarrillos electrónicos y los vaporizadores (o vapers) son algo mejor o apenas una versión tuneada y coacheada de los cigarrillos tradicionales, como una vez lo fueron los cigarrillos light y los cigarrillos con filtro.
Tendencia en adolescentes. La ley Nacional de Control del Tabaco sancionado en el año 2011 incluye al cigarrillo electrónico como un producto de tabaco, por lo cual le caben todas las prohibiciones de los productos de tabaco. Los E-cigar no se pueden utilizar en ambientes cerrados, y a eso lo sabe poca gente”, explica Marita Pizarro, de la Fundación Interamericana del Corazón Argentina. Algo que preocupa particularmente a los especialistas es que en los países del mudo en los que los cigarrillos electrónicos han tenido un crecimiento exponencial, los sondeos indican que en un elevado porcentaje de casos funcionan como puerta de entrada al consumo de cigarrillos comunes. El atractivo de que la electrónica, de los diseños innovadores, de los saborizadores (hay incluso sabor a leche chocolatada), hacen que sean muy gancheros para los más jóvenes.
Mientras tanto, hay una preocupación, hoy por hoy, aún mayor: la Argentina, a pesar de haber firmado el Convenio Marco de la Organización Mundial de la Salud para el Control del Tabaco (CMCT) el 25 de setiembre del año 2003, es uno de los pocos países que aun no lo ha ratificado. Hasta ahora lo hicieron 181 naciones, y ratificarlo es una tarea que le compete al Congreso de la Nación Argentina.
Daños irrefutables. Puede ser que sean más seguros, pero no lo sabemos con certeza -advierte Daniel Buljubasich, ex presidente de la AAMR-. Los pulmones fueron diseñados para recibir aire puro no aire contaminado con cualquier cosa. ¿Es interesante un producto que sea menos dañino? No se entiende por qué habría que aprobar un producto que (en teoría) produce menos daño, porque no debe haber daño ninguno. Lo real es que las investigaciones muestran que los cigarrillos electrónicos mantienen la inflamación del pulmón y son extremadamente atractivos para los niños".
Verónica Schoj, desde la Secretaría de Salud, sigue preocupada por el cigarrillo tradicional: "Los más pobres fuman más que los más ricos, los epidemias son cada vez a edades más tempranas y pasaron de varones a mujeres. Las poblaciones de bajos ingresos fuman un tercio más, y tienen peores condiciones de acceso a la atención de la salud".
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