Libia, en el norte de África, es escenario de una guerra civil. Hace una semana, el autoproclamado Ejército Nacional Libio, que encabeza el mariscal de campo Jalifa Haftar, lanzó una ofensiva para limpiar de "terroristas" el oeste de Libia (sus bases están en el este, más cerca de Egipto), donde se encuentra la capital Trípoli (próxima a Túnez).
El gobierno de unidad que controla la ciudad mediterránea lanzó por su parte una operación para repeler los avances de las fuerzas del mariscal, desatando la primer batalla. Y la incipiente guerra civil ya ha provocado muertes, migraciones masivas y las alertas de la comunidad internacional, que ha condenado la ofensiva de Haftar y pedido el fin de los combates.
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Jalifa. Haftar ha sido una pieza clave de la política Libia durante las últimas cuatro décadas. Estuvo detrás del ascenso de Muamar Gadafi, y después de su caída en 2011. Formado como militar en la antigua Unión Soviética, secundó al coronel Gadafi -que lo veía como un hijo- a derrocar al rey Idris en 1969. Apresado por las fuerzas francesas en el conflicto con Chad, negoció después su libertad con la veña de los Estados Unidos y residió en Virginia (donde está la sede CIA) durante los '90, colaborando con la agencia de inteligencia norteamericana en varios intentos de asesinar al líder libio (de los que dan cuenta documentos hoy desclasificados).
Tras la revuelta contra Gadafi en 2011, Haftar regresó a Libia. Cruzó desde Egipto y se convirtió en el comandante de las fuerzas rebeldes en el este. Pero su rastro se perdió por más de tres años, hasta que unas controvertidas elecciones auspiciadas por la ONU provocaron un nuevo levantamiento de sus tropas: tomó el control de las principales instalaciones petroleras de Libia y se sumó al gobierno paralelo en la ciudad oriental de Tobruk. Hoy, a sus 75 años, que pretende ir a la conquista de Trípoli para controlar al rico país petrolero africano de una vez por todas. Con el respaldo de los Emiratos Árabes y Egipto, asegura tener un plan para "salvar a la nación", y llama a los libios a alzarse contra el parlamento electo, el Congreso Nacional General (GNC), que debía dirigir el curso del país después de la transición, y poner fin a los terroristas islámicos.
Bombardeos. Hasta hace unas semanas los cruces entre las dos fuerzas se daban en aisaldos puntos en el desrierto. Pero la situación cambió con el bombardeo lanzado el 3 de abril por el ENL, que confirmó el ataque al Aeropuerto de Mitiga a través de su portavoz, Ahmed Mismari, quien explicó: "no se ha atacado a ningún avión civil, sino solo a un avión de combate MiG de fabricación rusa". El primer ministro libio, Fayez Serraj, habló en la semana con el presidente francés, Emmanuel Macron y le pidió la intervención de la UE en el conflicto. "El primer mensaje que tenemos que enviar unidos es pedir la aplicación plena de una tregua humanitaria para permitir que los civiles y heridos sean evacuados de la ciudad y evitar cualquier acción militar ulterior que lleve a una mayor escalada militar y la vuelta a las negociaciones políticas", subrayó la Alta Representante de Política Exterior y de Seguridad Común de la UE, Federica Mogherini.
Y el secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, sumó su voz: "hemos exigido el fin de la ofensiva del mariscal Jalifa Haftar contra la capital libia, Trípoli, que se ha saldado hasta el momento con una veintena de muertos".
Cifras. Al menos 47 personas han muerto y otras 181 han resultado heridas en los últimos días en los combates en torno a Trípoli, según informó el martes pasado la Organización Mundial de la Salud (OMS) en base los datos ofrecidos por instalaciones sanitarias próximas a la capital. El portavoz de la OMS, Tarik Jasarevic, señaló que el balance, superior al ofrecido hasta ahora por ambos bandos, serían principalmente combatientes, si bien también hay algunos civiles. Además, advirtió de que la reanudación del conflicto podría provocar que se agoten los suministros médicos.
Asimismo, la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), ha confirmado que cerca de 4.500 personas han huído por los enfrentamientos de las zonas cernanas a Trípoli y advierte que "el número de desplazados probablemente se incrementará si continúa la violencia". Los combates han provocado que 2.200 personas hayan abandonado sus hogares para desplazarse a otras zonas en Trípoli, Bani Walid, Tajura y Tarhuna y, además, hay 1.300 refugiados e inmigrantes que están retenidos en centros de detención situados cerca de las líneas del frente en Qasr Ben Gashir y Ain Zara.
Las organizaciones humanitarias han expresado además su "extrema preocupación" por el "uso desproporcionado e indiscriminado de armas explosivas en zonas densamente pobladas y asentamientos urbanos", por lo que han pedido a las partes que protejan la infraestructura civil.
Por último, ha subrayado que cerca de 50.000 niños que viven en Trípoli están "bajo amenaza inmediata" y que decenas de miles más podrían verse afectados a causa de los combates.
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