Si no tuviera consecuencias graves para la mayoría de los argentinos, el juego de la verdad que propone la campaña K sería muy entretenido e ilustrativo para seguir. La primera carta del juego fue mostrada por la propia Cristina Fernández, con su libro de memoria selectiva “Sinceramente”, que ya desde su título es una invitación irónica a entender la verdad como un factor muy pero muy relativo en el discurso político. Inmediatamente tomaron la posta los otros dos Fernández, Aníbal y Alberto, para argumentar -con una astucia que hubiera deslumbrado a los sofistas de la Antigua Grecia- por qué casi todo lo que se ha dicho contra Cristina está equivocado. Y si no estaba equivocado, no importa, porque pronto lo estará, ya que ahora Ella es otra, la misma pero mejor, la de siempre pero cambiada. Clarísimo. Tan claro resulta todo al escucharlos que dan ganas de pedir más aclaraciones, para terminar de entender el pasado, el presente y el futuro de la idea de verdad en la Argentina.
Nadie mejor que los Fernández para explicarlo. Escuchemos con seriedad a Alberto Fernández, por ejemplo, que hoy por hoy es el vocero autorizado de CFK. “La Argentina que dejó Cristina es una Argentina enferma, con un déficit fiscal muy importante y con inflación”, declaró el 23 de febrero de 2016. ¡Epa! ¡Qué interesante autocrítica para llevar a la mesa de diálogo convocada por Macri! Hay más, mucho más. Apenas un año más tarde, en enero de 2017, Alberto Fernández se trenzó vía Twitter con su colega K, Gabriela Cerruti, quien estaba indignada porque Alberto decía que Cristina había conducido “una etapa patética del peronismo”.
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Y AF le retrucó: “Deberías recuperar (si alguna vez la tuviste) tu capacidad de autocrítica. El peronismo patético se bancó a Boudou, Moreno, Milani, el Pacto con Irán... sigo?" Eran tiempos en que a Alberto le costaba dejar de pedirle autocrítica a los otros kirchneristas. Pero algo quedó de la cruzada albertista. En su libro, Cristina escribió que la firma del memorándum con Irán fue una ingenuidad y un error geoestratégico: lástima que no se lo explicó a tiempo al fiscal Nisman.
No hay que ser vengativos, igual quedan muchos temas de autocrítica para charlar entre los Fernández, Alberto y Cristina, que podrían tranquilizar a tanto inversor desorientado en Wall Street con el revival de la “década ganada”. Ese temario está bien guardado por YouTube, en una entrevista de abril del 2012 del programa de Tenenbaum y Zlotowiazda por TN, en la que Alberto F. se defendía de las acusaciones de medios K (él consideraba a CFK “la verdadera autora intelectual de todo esto”) que lo escrachaban como lobbysta a sueldo de la YPF de Eskenazi. Todo queda en familia.
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Y como buen miembro de esa familia, Alberto sabía demasiado: “La Presidenta tiene que saber que no me voy a callar. No me voy a callar sobre su ley antiterrorista (que se metía con dirigentes sociales). No me voy a callar su mal manejo de la economía que ha llevado a la Argentina a tener nuevamente déficit fiscal. No me voy a callar que no se acumuló un solo peso más de reservas y que se están gastando las reservas del (Banco Central). Y no me voy a callar que la estatización de YPF no es suficiente para resolver el problema energético.” Bingo. Aquí estaba la confesión de que, efectivamente, la “herencia recibida” que denuncia Cambiemos para explicar la bancarrota nacional en realidad existió, según palabras del actual jefe de campaña de Cristina 2019.
Alberto Fernández duro contra Cristina Kirchner:
Otra autocrítica valiosa para entender las últimas carambolas de CFK -como su sorprendente visita a la sede del PJ luego de muchos años de desdén e insultos a los rancios compañeros- se puede rastrear en los archivos recientes del otro Fernández, Aníbal, que ahora vuelve para aplaudir a la Jefa en su tertulia literaria de La Rural. Explicaba Aníbal en febrero del año pasado, marchando en un acto de Moyano (cuando Hugo todavía criticaba a Cristina): “Hace 5 meses que no hablo con Ella. Yo decidí correrme porque si ella le confía la política a determinados compañeros -a los que le tengo mucho cariño, pero no tienen formación y los disparates que han hecho nos han traído dolores de cabeza- yo no tengo nada que hacer", fue la advertencia del candidato bonaerense derrotado por “Heidi” Vidal.
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Unos meses antes, en noviembre de 2017, Aníbal se había sincerado en una carta abierta al kirchnerismo. Allí se despachaba contra Unidad Ciudadana, el experimento electoral de CFK para regresar al Senado, al que calificó de "construcción berreta" para hacer "desaparecer" al peronismo. Y un detalle a tener muy en cuenta: ya en la campaña legislativa 2017, el kirchnerismo jugaba con la idea de la supuesta metamorfosis de CFK, solo que en sentido opuesto al de hoy. Hace dos años, se mostraba alejada hasta del peronismo K para vender su refresh; en cambio hoy la nueva Cristina es la que vuelve a cobijarse en el PJ. Escribía Aníbal: "No se puede hacer campaña con el culo en la mano. No se puede ser socio de un club que no te quiere como un socio más, aunque pagues rigurosamente la cuota, que además no es barata. No se puede "parecerse" al enemigo utilizando hasta su terminología, sin pagar consecuencias", acusa.
Reivindicando el “sin peronismo no se puede” de Néstor Kirchner, Aníbal denunciaba: “Aunque decidan una campaña light y amateur para evitar que se recuerde a la "Vieja Cristina", hacedora de tanto, mientras la "Nueva Cristina" habla de los logros de sus dos gobiernos; y aunque se limpie el horizonte de "dirigentes estigmatizados", dirigentes que se han roto el alma en nombre del Proyecto (por favor no me incluyan en esta calificación), aunque te pidan que no vayan a los actos, no integres las listas, no juegues… No se puede.”
A juzgar por la flamante euforia con que tantos salen a anunciar la buena nueva K, ahora parece que se puede. Del “sí, se puede” PRO al “vamos que se puede” peronista, la Argentina transita una vez más su recaída adictiva hacia el relato puramente militante, donde solo caben las verdades convenientes y las noticias oportunas. Tan oportunas como los fallos judiciales que en los últimos tiempos, desde la Corte Suprema para abajo, empiezan a dar vuelta la tortilla antes de que la sartén cambie de mano. Acaso se anticipan -contrafóbicamente- a los sueños de Eugenio Zaffaroni, Mempo Giardinelli, Diana Conti y tantos otros de reformular la Justicia y la Ley hasta volverla abstracta.
Esta es la verdad de la dirigencia “por las dudas”: una mediocre profecía autocumplida disfrazada de república.
*Editor ejecutivo de NOTICIAS.
por Silvio Santamarina*
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