El mismísimo Paul McCartney cuenta que en cierta mañana de 1965, en pleno auge de The Beatles, recordó la casa de su novia, Jane Asher, ubicada en la calle Wimpole en pleno centro de Londres, a través de una melodía que le martillaba la cabeza. Era Yesteday, que tardó meses en tener una letra y que se convertiría luego en una de las canciones más exitosas de la banda: llegó a tener al menos siete millones de ejecuciones en el siglo XX. ¿Será posible soñar con una música que no existe?
Hallazgos recientes sobre el mundo de los sueño están descubriendo en esa actividad, la más espontánea y libre de las ataduras del cerebro, un manantial de creatividad, aprovechamiento de ideas y de estímulos para el conocimiento. "Soñar es mezclar informaciones, y eso puede promover el aprendizaje y la imaginación en su forma más productiva", dice Tore Nielsen, investigador del Laboratorio de Sueños y Pesadillas de la Universidad de Montreal, en Canadá.
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En el caso de Paul McCartney, el mecanismo que produjo Yesterday está en la capacidad que tienen los sueños de funcionar como un "oráculo probabilístico", expresión acuñada por el neurocientífico Sidarta Ribeiro, de la Universidad Federal de Río Grande del Norte, autor del libro El oráculo de la noche, qe reúne las investigaciones más relevantes sobre los sueños a lo largo de la historia.
"Los sueños son tan proféticos como un diagnóstico médico o la previsión del tiempo, es decir que reflejan las probabilidad que pueden o no coincidir con el comportamiento real de las cosas", explica Ribeiro. Estudios recientes comprobaronla habilidad cerebral, durante el sueño, de combinar datos relevantes del presente con otros considerados perdidos en el pasado.
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"La mayoría de los sueños retrata emociones y experimencias recién vividas", afirma el neurocientíficos estadounidense Robert Hoss, presidente de la Asociación Internacional para el Estudio de los Sueños. Pero el paseo nocturno libre, leve y desprendido de las ondas que recorren el cerebro también llega al baúl de las memorias antiguas, inalcanzables para la mente consciente.
Durante el sueño más profundo, denominado REM, la caída brusca de los niveles de la noradrenalina permite que las ondas cerebrales experimenten trayectos inusitados, en lugar de fortalecer sinapsis utilizadas con frecuencia por la mente cuando está despierta. la libertad de combinar memorias y crear imposibles también es resultado de la desactivación parcial del córtex prefrontal, área en la que es procesada la razón.
Probablemente, los acordes soñados por el ex beatle fueran producto de una conjunción de decenas de melodías almacenadas en su cabeza. Lo nuevo es una combinación inédita de informaciones viejas.
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Un estudio publicado por la Universidad de Turku, en Finlandia, postula (a partir del análisis de miles de relatos) otra función de los sueños en vida cotidiana de las personas: los enredos oníricos pueden funcionar como una terapia nocturna, en la cual el organismo experimenta emociones y situaciones de interacción social. Los sueños, como un ambiente seguro de simulación emocional, donde el cerebro puede lidiar con la frutración, el miedo y la vergüenza. Las evidencias apuntan a que no hay nada aleatorio en los sueños y a que en la mayoría, por más extraños que parezcan, se retrata en algún nivel las preocupaciones pautadas por los instintos de recompensa y castigo.
Paso intermedio. Conocido desde hace milenios y visto con desconfianza hasta fin del siglo XX, el denominado sueño lúcido (fenómeno por el cual el soñador está consciente de que se encuentra dormido pero así mismo actúa en las tramas oníricas) comenzó a ser estudiado en la década de los ´80, con una investigación liderada por el psicofisiólogo estadounidense Stephen LaBerge. Durante el ensayo, se demostró que los sueños lúcidos con una habilidad posible de ser estimulada. El mapeamiento de la acción de las diferentes regiones del cerebro por medio de electroencefalogramas determinó que el sueño lúcido existe y que se da en un estado intermedio entre la vigilia y el sueño REM. La atención está volcada hacia adentro, como en el sueño, pero la consciencia intencional que caracteriza a la vigilia permanece activa.
Los científicos Allan Hobson (Universidad de Harvard) y Úrsula Voss (Universidad Goethe) captaron la intensificación de ondas cerebrales rápidas en el córtex prefrontal, donde reside la razón, durante el sueño lúcido. Ese descubrimiento impulsó a la comunidad académica para que investigara métodos para aprovechar mejor el estadio intermedio de los sueños.
El desafío ahora es establecer cuál es el potencial para la asimilación de materias escolares, por ejemplo, y dar a los adolescentes el mejor de los mundos: aprender mientras duermen. El primer consejo en este sentido es actostumbrarse a recordar los sueños mediante el hábito. ¿Cómo? Recordarlos y continuar algunos minutos en la cama, reflexionando sobre el sueño, y anotar su contenido ayuda al cerebro a producir las hormonas necesarias para fijar la memoria.
Instintos básicos. En 1953, una investigación de la Universidad de Chicago revolucionó el estudio del soñar con la descripción del sueño REM, echando por tierra la creencia de que dormir era un proceso homogéneo. Por el contrario, hay momentos de la noche en los que la corriente eléctrica que recorre los más de 86 mil millones de neuronas se intensifica, generando las mismas ondas rápidas que mantienen al cerebro despierto durante el día.
Es en ese período que acontecen los sueños más vívidos. La única diferencia entre el cerebro despierto y el cerebro del sueño REM es que el adormecido está cerrado a los estímulos externos y logra focalizarse en sí mismo. Ahora se sabe que dormir profundamente es esencial para la consolidación de las memorias y la organización de las emociones, mientras que la privación de sueño afecta los recuerdos, el raciocinio y el humor.
Las poquísimas personas que son incapaces de soñar poseen lesiones en el área tegmental ventral, el punto del cerebro donde se almacenan y codifican los impulsos más primitivos del ser humano: la búsqueda de la sobrevivencia y el miedo a la muerte.
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por Jana Sampaio
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