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POLíTICA | 05-07-2019 16:23

Miguel Ángel Pichetto, el vice a medida del "Círculo Rojo"

Es el favorito del establishment, que ya no confía en Mauricio Macri. Historia desconocida. Traiciones, familia y operadores. Las “picheteadas” que le suman a Cambiemos.

El círculo rojo, ese colectivo de influyentes empresarios, dirigentes, intelectuales, medios y otros actores relevantes de la sociedad, recibió como una buena noticia la nominación de Miguel Ángel Pichetto para vicepresidente de Mauricio Macri. Su candidatura le dio al Gobierno un golpe de estabilidad que lo ayudó a atravesar la víspera de las elecciones sin tantos contratiempos, sobre todo con la variable dólar. Las turbulencias cambiarias del último año y medio fueron el talón de aquiles del macrismo y la elección de Pichetto en principio ayudó a calmar esa incertidumbre. El día que se conoció la noticia, el riesgo país cayó 10 por ciento, el dólar cerró 90 centavos más barato que el día anterior y la bolsa subió casi 4 puntos en una sola jornada. En los días posteriores, esas tendencias positivas se mantuvieron. En economía no se puede atribuir todos los resultados a una sola variable, pero el senador Pichetto se convirtió en la nueva figura favorita del círculo.

¿Quién es la vieja? Mauricio Macri llegó a la presidencia apoyado por los empresarios más importantes del país y del extranjero. El contexto era otro: Argentina estaba yendo a elecciones enfrentando al modelo kirchnerista que había perdido apoyo popular y sobre todo tenía una fuerte oposición en los grandes grupos económicos y las potencias mundiales de Occidente. Macri en aquella campaña se presentaba como el candidato que terminaría con el populismo en Argentina y acomodaría las variables económicas para que Argentina vuelva a crecer. La lenta baja del déficit, la suba de las tasas de interés de la Reserva Federal de Estados Unidos, la caída de los países emergentes y sobre todo el fuerte endeudamiento fueron algunos de los factores que hicieron que la economía local quedara vulnerable a las turbulencias externas.

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A esto se le debe sumar la alta tasa de interés local que al cierre de esta edición seguía por encima del 60 por ciento y se convirtió en uno de los factores más importantes para el parate económico. Otro elemento fueron las diferentes corridas cambiarias que devaluaron el valor del peso. Todo esto junto se convirtió en un combo letal para que los empresarios fueran perdiendo la confianza en Macri. El mayor reproche que le hacen al Presidente –y que él se hace a sí mismo– es haberse endeudado tanto y no haber hecho reformas que mejoren la competitividad de Argentina en el mercado mundial. Esas reformas son la laboral, la previsional y la tributaria.

El pase de Pichetto al oficialismo fue leído como una buena noticia porque lo que el círculo rojo espera del actual senador es “gobernabilidad”. Y cuando se menciona esa palabra se está hablando, de forma implícita, de un blindaje de común acuerdo con el peronismo y sus gobernadores para que no hagan olas cuando Macri encare esas reformas. Si el macrismo logra ser reelecto, la función de Pichetto será llevar adelante las reformas que el círculo rojo tanto espera y que el Gobierno no vuele por los aires. Es la pata peronista que busca darle más sustento a la coalición gobernante. Una muestra de la sensibilidad que provocan estos cambios se pudo ver a fines de 2017, cuando la Plaza de los Congresos fue testigo de una batalla campal que incluyó piedras y morteros usados como proyectiles en el momento en que se votaba el recorte jubilatorio.

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El razonamiento de Pichetto seduce a algunos gobernadores peronistas que en público no pueden darle su apoyo, pero no son pocos los que se ven presidenciables en 2023. Para ellos, el mensaje es que “el trabajo sucio” puede ser hecho por Macri, para que luego un presidente peronista gobierne con las cuentas ordenadas. Promesas de campaña.

La relación de Pichetto con los gobernadores de su partido de origen fue un factor de estabilidad durante los primeros años de Macri. Ese vínculo se trabó tras 18 años como presidente del bloque del PJ del Senado. Pichetto, hasta hace unas semanas, era considerado uno de los referentes del peronismo, partido al se afilió tras la vuelta a la democracia cuando vivía en Sierra Grande, provincia de Río Negro.

Juventud. Antes de mudarse a la Patagonia había estudiado derecho en la Universidad de La Plata, mientras vivía en Temperley. Viajaba en el tren Roca todos los días para cursar. Había nacido en Banfield y vivió un tiempo en Mar del Plata, porque su padre trabajaba en la marina mercante, donde era jefe de máquina de barcos pesqueros y areneros. El candidato a vice nunca tuvo una buena relación con su padre, Juan Pichetto, quien tenía un régimen laboral de 15 días en alta mar y dos en su casa. Cuando volvía de trabajar no eran los días más felices. De hecho, mitad en broma, mitad en serio, Pichetto suele repetir que los mejores días eran cuando su padre se iba.

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Esa relación lo moldeó y fue tema de terapia durante mucho tiempo. En distintas entrevistas, Pichetto ha dicho que no pudo llorar en el velorio de su padre. Cuando se jubiló, don Juan Pichetto abrió una carnicería en la zona sur del conurbano. Desde ese entonces comenzó a verlo más seguido, hasta que decidió mudarse a la Patagonia, en plena dictadura militar, donde fue a trabajar a la mina de hierro como uno de los abogados de la empresa Hipasam, que explotaba ese yacimiento. El primer año vivió solo, buscó casa y luego se mudó con él Teresa Minnasian, una joven hija de armenios que era su novia en Banfield. La conocía del barrio, donde vivían a diez cuadras de distancia. Al tiempo se casaron y tuvieron dos hijos: Juan Manuel y Carolina.

En Sierra Grande, Pichetto conoció a Víctor Sodero Nievas, un joven cordobés, militante peronista, que también trabajaba como abogado. Se hicieron amigos y al poco tiempo Pichetto se sumó como abogado al estudio que Sodero Nievas ya había montado en aquel pequeño pueblo rionegrino. Cuando volvió la democracia, a Pichetto ya le había picado el bichito de la política que nunca había cultivado en la universidad. Fue candidato a concejal en 1983 junto con Sodero Nievas, quien apuntó a la intendencia. Sodero Nievas perdió, pero Pichetto pudo entrar. En aquellos años y en esa parte de la Patagonia, las cartas orgánicas de los municipios decían que los presidentes de los concejos deliberantes cumplirían el rol de los intendentes y que el mandato era por dos años. Así fue como en 1985 fue elegido para ser el intendente hasta 1987. En 1988 saltó a la legislatura provincial, donde estuvo hasta 1993. Durante todos esos años, la provincia estuvo gobernada por el radicalismo, por lo que a Pichetto le tocaría ser oposición, pero supo cultivar una gran amistad con Horacio Massaccesi, gobernador desde 1987 a 1995. El año pasado, Massaccesi cumplió 70 años y entre los invitados estuvo Pichetto, quien no suele asistir a eventos sociales. Llegó temprano y le dio un humilde presente.

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En 1993, Pichetto desembarcó por primera vez en Buenos Aires como diputado, tras heredar la banca de su amigo Sodero Nievas, que había sido electo cuatro años antes y al que se le vencía el mandato. Conocía poca gente, entre ellos a Eduardo Varela Cid, un dirigente conservador que lo invitó a dormir algunas noches a su casa. Varela Cid hoy no tiene un buen recuerdo de Pichetto y lo considera un desagradecido, que ya no se acuerda de él. En ese momento probó las mieles del menemismo y comenzó una larga carrera legislativa que lo mantuvo en el Congreso durante más de 26 años. Fue oficialista con todos los peronismos. En 2001 saltó al Senado, con la Alianza recién asumida. El menemismo ya se había extinto y Eduardo Duhalde se recuperaba de la derrota del ‘99 cuando perdió la presidencia frente a Fernando de la Rúa. En 2002, cuando Duhalde asume la presidencia provisoria, lo nombra como presidente del bloque del PJ en el Senado, cargo en el que queda confirmado durante la presidencia de Néstor Kirchner y luego con Cristina Kirchner.

De todos esos diferentes peronismos, siempre se sintió más cómodo durante la etapa menemista. En su oficina atesora una foto de Menem cuando visitó Sierra Grande en 1988, durante la campaña presidencial del riojano. Con el kirchnerismo nunca se sintió cómodo, pero siempre se consideró un hombre de poder y política, y para dedicarse a la política “no hay que tener memoria”, suele repetir. Una mirada similar tiene sobre la traición, a la cual no la considera algo degradante. “En política no hay un plano moral, los procesos de avance de las sociedades, muchas veces, se dan sobre hechos de fractura”, dice. Él ha sabido convivir con la traición. No sólo por sus migraciones propias dentro del peronismo, sino también porque las ha sufrido. En 2007 intentó ser gobernador de Río Negro, pero Kirchner armó la concertación con el radicalismo y Río Negro entró en ese combo de gobernadores de la UCR que apoyarían a Cristina y llevarían a Julio Cobos como vicepresidente.

En aquella campaña, Cristina se puso una gorra que decía: “Miguel Saiz 07”. En 2015 experimentó una sensación similar, cuando desde la Casa Rosada apoyaron la reelección de Alberto Weretilneck en vez de su candidatura y así perdió, otra vez, su oportunidad de ser gobernador de Río Negro. A pesar de esto siempre permaneció orgánico al peronismo y esa era su manera de explicar las diferentes lealtades que tuvo. Pero esta vez el cambio fue radical. Pasarse al macrismo fue difícil de explicar, incluso a su propio equipo de trabajo, a quienes, en su mayoría, el PRO les resulta difícil de dirigir.

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Trastienda. Pichetto suele decir que no dudó en decirle que sí al Presidente cuando le ofreció la candidatura a vice, pero lo cierto es que cuando llegó la propuesta, él ya la tenía meditada. Sucedió que el 18 de mayo, Gustavo González, el presidente de Editorial Perfil y columnista del diario homónimo, lo había llamado para consultarle si desde el Gobierno lo habían tanteado con esta idea. Para ese entonces decía no saber nada. La mañana del 11 de junio, recibió un llamado de Carlos Grosso, uno de los asesores peronistas de Macri que le hizo una consulta: “Si te llama el Presidente y te ofrece ir como su vice, ¿estarías dispuesto a pensarlo?”, le preguntó. Pichetto contestó que sí. Cuando cortó, habló con sus asesores Jorge Franco y Guillermo Michel, con quienes compartió la idea.

Hicieron cálculos matemáticos. Pichetto no tenía chance de ser reelecto senador, porque el gobernador Weretilneck ya tenía esa banca reservada para él. Fue entonces cuando Franco le dio un argumento que luego repetiría: “El partido nunca te tuvo en cuenta, puede ser una gran oportunidad”.

Cuando Macri llamó, la decisión ya estaba tomada. Le dijo que sí de inmediato y comenzó a trabajar para buscar aliados que mantengan al Presidente en el poder. Debutó con un almuerzo en el restaurante “Los Platitos” con los peronistas del PRO en el que cantaron la marcha peronista. A la salida, Pichetto habló con la prensa y lanzó su primera picardía peronista: dijo que “la provincia de Buenos Aires lleva como candidato a un hombre del Partido Comunista”, por Axel Kicillof. Esta chicana fue teledirigida a los intendentes del conurbano que no toleran la palabra comunismo. Una “picheteada”.

El segundo movimiento de Pichetto fue convencer al dirigente Alberto Asseff, quien había puesto su partido UNIR a disposición del economista José Luis Espert, que también compite por la presidencia. La candidatura de Espert se volvió un problema para el Gobierno, porque, según las encuestas, tiene una intención de voto de 4 o 5 puntos en una porción del electorado que en 2015 votó por Mauricio Macri. En una elección tan apretada, cada voto cuenta. Pichetto operó y Asseff dejó sin partido al candidato Espert.

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El multifacético Pichetto también logra seducir al electorado más liberal, que simpatiza con sus posturas respecto de la seguridad, las fuerzas armadas, la política migratoria y sus ideas económicas. El lunes 24 viajó a Córdoba y se reunió con los miembros de la bolsa de comercio de esa provincia. Al salir, aquellos empresarios le transmitieron una idea que se repite dentro del círculo rojo: “Pichetto nos da esperanza”.

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Rodis Recalt

Rodis Recalt

Periodista de política y columnista de Radio Perfil.

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