Al feminismo le está pasando lo mismo que al Che Guevara después de su muerte: le pusieron un código de barras y salieron a venderlo al mercado. De héroe guerrillero a estampa de remera, el Che fue masacrado comercialmente y se convirtió en el merchandising más exitoso de la historia.
El feminismo, con su auge emancipador, también se volvió un producto atractivo para un mercado empobrecido que necesita renovar su mística de venta.
Con el sólo eslogan "pensado para la mujer", las marcas se lanzaron a la conquista de los derechos femeninos. Las publicidades ofrecen yogures, autos, financiamiento bancario, planes de salud, emprendimientos, pornografía y tarjetas de crédito especialmente diseñadas para las "necesidades" de la mujer. Me pregunto, siguiendo al pie de la letra los preceptos de la lucha por la igualdad, si esas necesidades son tan distintas a las de los varones.
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¿En qué puede variar un auto pensado en función de la perspectiva de género? Algunas piezas publicitarias son bastante ingeniosas para encontrar argumentos. Ofrecen descapotables para que ellas "puedan tener los pelos al viento en la ruta", le adjudican a un vehículo carácter femenino porque tiene espacio en el asiento trasero para las sillitas de los niños (lugar común de los estereotipos si los hay) y aconsejan utilizar un modelo color rosa para "ayudar a la investigación del cáncer de mama". Otra de las virtudes promocionadas es el tamaño chico del auto para que sea “fácil de estacionar”. No quiero pensar que en el comercial siguiente nos van a mandar a lavar los platos.
Está probado entonces: la mujer empoderada vende. El filósofo francés Régis Debray dijo: "Al Che lo mataron dos veces, primero con una ráfaga de fusil del sargento Terán y después con sus millones de imágenes". Esperemos que al feminismo no le hagan lo mismo, vaciándolo de contenido en alguna góndola de supermercado.
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por María Fernanda Villosio
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