La historia está llena de revoluciones y rebeliones populares, pero Puerto Rico agregó un capítulo inédito: la rebelión contra la homofobia y la vulgaridad.
Las sublevaciones que derribaron gobernantes estallaron contra la opresión o contra el hambre o contra la tiranía, entre muchas otras injusticias que provocaron indignación social. Pero nunca hubo una rebelión contra obscenidad sexista.
Las multitudes se levantaron contra un rasgo de este tiempo que Ortega y Gasset se adelantó en señalar en La Rebelión de las Masas: “el alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho a la vulgaridad y lo impone donde quiera”.
Por cierto, el combustible que volvió explosiva a la situación en Puerto Rico es la ineptitud y la corrupción de Ricardo Rosselló. Pero la chispa que encendió las llamas fue la homofobia y la misoginia que, con cruel vulgaridad, expresaban los chats del jefe de gobierno con un grupo de colaboradores y allegados.
Razones. Fueron las burlas contra la homosexualidad de Ricky Martin y los comentarios obscenos sobre mujeres como la alcaldesa de San Juan, Carmen Yulín Cruz, lo que levantó una ola de indignación que se transformó en multitudinarias protestas.
Nadie habría imaginado a Ricky Martin liderando en su tierra la rebelión que terminó derribando un gobernador. Quizá no podía ser de otro modo en un país cuya producción más notable es la de estrellas internacionales de la música popular. Por eso al intérprete de “La vida loca” lo acompañaron otras figuras como Bud Buny, Nicky Jam y Residente, el talentoso ex líder de Calle 13.
Rosselló se atrincheró en La Fortaleza, el edificio de la sede gubernamental, apostando a que la indignación popular terminaría cediendo y que, con la sociedad desmovilizada, no habría riesgos para él.
En definitiva, burlarse obscenamente de la homosexualidad y hacer comentarios misóginos no constituyen delitos, porque no fueron realizados en un ámbito público. Eran parte del intercambio que ese grupo realizaba en la privacidad del chat.
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Si en otros comentarios vertidos en esas comunicaciones privadas pudiese haber señales de actividades ilícitas, la investigación llevaría tiempo y los chats podrían ser invalidados como prueba ya que habrían sido obtenidos mediante hackeo, aunque la fuente que los difundió, el Centro de Periodismo Investigativo, sea una entidad que goza de merecido prestigio.
Para Rosselló era cuestión de resistir la ola de protestas hasta que el cansancio las haga ceder y finalmente extinguirse. Pero eso no ocurrió. Las multitudes se mantuvieron en las calles de San Juan, la capital, diluyendo aceleradamente el liderazgo del gobernador. Catorce altos funcionarios renunciaron, acrecentando la soledad política del mandatario, al que ya había abandonado Donald Trump.
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En la Casa Blanca ni le atendían el teléfono, por considerar que la corrupción y la ineptitud de su gobierno dilapidaron la ayuda federal para hacer frente a las penurias provocadas por el huracán María.
La burla a la homosexualidad de Ricky Martín fue la más importante de las chispas que iniciaron el incendio, porque el popular cantante, además de ser muy respetado y querido en la isla, hizo millonarias donaciones para los damnificados que dejó el devastador huracán. Que además de inútiles y corruptos, el gobernador y sus allegados fuesen homofóbicos y vulgares, resultó insoportable. Por eso estalló la indignación popular que provocó la primera caída de un gobernante en toda la historia de Puerto Rico.
Hito. No fue derribado ninguno de los que estuvieron a cargo de la isla durante los cuatro siglos de dominación española. Tampoco los que encabezaron gobiernos después de que, en 1898, los norteamericanos pusieran fin al imperio español de ultramar, al vencer en la guerra en la que España perdió Filipinas, Cuba y esta isla que jamás conoció la independencia. Sucede que, en 1917, los puertorriqueños pasaron a ser ciudadanos norteamericanos y, desde 1952, el estatus establecido es el de Estado Libre Asociado a los Estados Unidos.
A partir de entonces, en el escenario político de la isla pulsean tres tendencias: el independentismo, que normalmente es minoritario y en las últimas décadas se volvió ínfimo; la tendencia que defiende la continuidad del actual statu quo y, finalmente, la tendencia que pugna por convertir a Puerto Rico en el Estado 51 de la Unión, o sea que se integre totalmente a los Estados Unidos. Esa es la posición que expresa el Partido Nuevo Progresista, liderado por Ricardo Rosselló hasta que la protesta callejera inició su derrumbe.
Más allá de la vulgaridad del gobernante y de su ineptitud para revertir una crisis económica profunda, lo que ocurre en Puerto Rico trasciende al político caído. Los habitantes de la isla rechazaron también a Wanda Vázquez, la ex secretaria de Justicia designada por Rosselló.
El hartazgo de los puertorriqueños es con toda la elite política. En ese sentido, lo ocurrido en la isla antillana está dentro de la tendencia global que termina encumbrando a demagogos y radicales anti-sistema.
La novedad boricua fue la rebelión contra la vulgaridad en el poder, que si llegara a convertirse en tendencia, también empujaría masivas protestas en Filipinas contra el presidente Rodrigo Duterte, o en Brasil contra la obscenidad cruel y homofóbica de Jair Bolsonaro. Las hubo en Estados Unidos contra la vulgaridad misógina de Trump pero lo salvó la economía.
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