Tuesday 27 de August, 2024

OPINIóN | 13-07-2024 08:57

La próxima etapa de la gestión de Milei

Con el Pacto de Mayo, el Presidente encolumnó a los gobernadores. Pero los mercados siguen dudando del plan de Caputo. Cuánto más puede tardar la reactivación. ¿Y si no llega?

Javier Milei dista de ser el único mandatario que cree que nos ha tocado un “cambio de época” después del cual nada será igual. Se cuentan por docenas los líderes occidentales que se afirman convencidos de que su parte del mundo ha llegado a un punto de inflexión; por razones tanto internas como externas, sienten que el statu quo tiene los días contados. Sin embargo, mientras que los europeos, norteamericanos y aquellos asiáticos orientales que les son afines están a la defensiva porque temen perder lo que ya han logrado, Milei rebosa de optimismo.

En Tucumán, nos aseguró que, siempre y cuando los integrantes rescatables de la clase política respeten las pautas resumidas en los diez artículos del “Acta de Mayo” que, espera, sea la piedra fundacional de un orden radicalmente distinto del anterior, la Argentina podrá dejar atrás un siglo de frustraciones para recuperar el lugar que a su juicio le corresponde en el concierto de las naciones. En su favor, está la sensación generalizada de que a menos que el país sí cambie muy pronto, no tardará en transformarse en una versión más fría de Venezuela; en contra, está el peso abrumador del modelo sociopolítico construido por los peronistas que genera cada vez más miseria pero que así y todo conserva el apoyo de por lo menos el 30 por ciento de la población.

Aunque lo reivindicado por Milei en un discurso que, por tratarse de uno pronunciado por un hombre proclive a repartir insultos escatológicos, fue insólitamente mesurado, no incluyó nada excepcional, ya que tratar de equilibrar los gastos y los ingresos es una cuestión de sentido común -lo entendió muy bien Néstor Kirchner-, nadie ignora que lograr hacerlo en la Argentina que efectivamente existe requeriría un esfuerzo hercúleo que, aun cuando andando el tiempo permitiera que el país se recuperara por completo, perjudicaría a millones de personas que se han habituado a depender de la generosidad politizada del Estado nacional, provincial o municipal.  

¿Están sinceramente comprometidos con el programa de Milei los dieciocho gobernadores que asistieron a la ceremonia espartana que se celebró para solemnizar la firma de lo que llama el Pacto de Mayo?  Es legítimo dudarlo. Algunos, tal vez muchos, de los convocados lo habrán respaldado formalmente porque suponían que les convendría congraciarse con un presidente que, a pesar de todo lo ocurrido, sigue siendo bastante popular. Para tales personajes, los intereses políticos propios suelen importar más que la dura lógica matemática.

Si bien se permitió algunas extravagancias retóricas y no vaciló en maltratar a aquellos políticos y sindicalistas que según él llevan “anteojeras ideológicas” o “no quieren ceder los privilegios que el viejo orden les brindaba”, en Tucumán Milei habló como un moderado, casi un centrista de tendencias conservadoras, no como el “ultraderechista” fanatizado cuya presencia en los foros internacionales lo ha convertido en un ícono de la fraternidad así denominada. Parecería que el Presidente ha llegado a la conclusión de que, por ahora cuando menos, no valdría la pena intentar aprovechar el poder político que ha conseguido para poner a prueba en un país tan complicado como la Argentina las teorías muy heterodoxas que ha hecho suyas.

A diferencia de otros -entre ellos, muchos marxistas, que en el siglo pasado tuvieron muchas oportunidades para experimentar en los países que habían conseguido dominar con recetas novedosas que tendrían consecuencias calamitosas, Milei llegó a la cumbre sin la ayuda de contingentes de militantes que compartían sus ideas. Cuando dio comienzo a su carrera política, tenía el respaldo intelectual de apenas media docena de “libertarios” que rendían homenaje a los pensadores de la Escuela Austríaca. Aunque su triunfo se debió a su carisma personal combinado con el  poder de convocatoria del mensaje forzosamente enigmático que supo transmitir, para gobernar con éxito necesitará contar con la colaboración de muchos miles de personas que, hace apenas un año, lo creían un lunático de ideas rarísimas.      

Si bien muchos de ellos aprueban “el rumbo” que ha elegido porque coinciden en que es preciso reducir drásticamente el sobredimensionado gasto público que, mientras duró el kirchnerato, sólo servía para comprar voluntades, hasta los “neoliberales” más severos tienen dudas acerca de las próximas fases de un programa que aún les parece nebuloso. A pesar de su capacidad notable para comunicarse con la gente, Milei no ha logrado convencer a la mayoría de sus pares del valor práctico de sus planteos más contundentes, sobre todo de los vinculados con la dolarización y la eventual destrucción del Banco Central.

En cuanto a los mercados, a esta altura están menos interesados en las ideas económicas que defiende Milei que en sus dotes políticas; quienes los mueven entienden que en última instancia el destino del proyecto que ha puesto en marcha dependerá del apoyo que reciba de miembros de “la casta”. Desde su punto de vista, importa más la actitud de políticos que estarán dispuestos a respaldar a cualquier presidente que a su juicio podría tener éxito sin que se les ocurriera tomar en cuenta su perfil ideológico. En cuanto a los empresarios y grandes inversores en potencia, aplauden sus palabras, pero les gustaría verlas acompañadas por evidencia de que, dentro de poco, las reformas que promete recibirán el aval del Congreso nacional.

Aunque la firma en Tucumán del Pacto de Mayo resultó ser una ocasión menos rutilante que la imaginada por Milei cuando la propuso, ya que tuvo que postergarla y boicotearon la reunión varios gobernadores provinciales opositores, ciertos políticos que por un motivo u otro no querían figurar en “la foto de familia” que se difundiría y los jueces de la Corte Suprema, que sospechan que los mileístas planean debilitarla, es razonable suponer que habrá servido para marcar el comienzo de una nueva etapa, una en que el Gobierno prestará más atención a la “economía real” luego de haberse concentrado casi exclusivamente en las finanzas.

Puesto que Milei ubica la causa fundamental de la decadencia económica y por lo tanto sociopolítica del país en la costumbre más que secular de los gobiernos de turno de acumular déficits fiscales sin pensar en las consecuencias a mediano o largo plazo, sería comprensible que haya creído que, si solucionara el problema así supuesto, el sector privado no tardaría en producir muchísimo más para que la recesión provocada por el ajuste sea breve y la recuperación posterior tan rápida como vigorosa. Puede que el Presidente haya acertado, pero todavía no han asomado los “brotes verdes” que en su momento esperaban los macristas y hay economistas de trayectoria liberal intachable que temen que la recesión, para no decir la depresión, que el país está sufriendo, se prolongue por muchos meses, tal vez algunos años, más, lo cual sería desastroso no sólo para el Gobierno sino también para el grueso de los habitantes del país. A Milei le molesta muchísimo que economistas de ideas no muy distintas de las suyas se animen a recordarle que la economía real está en graves dificultades, pero no es cuestión de un detalle menor.

También está motivando inquietud la brecha creciente que se ha abierto entre el dólar blue y el oficial que el Gobierno se resiste a devaluar por miedo al impacto que tendría en el índice de precios al consumidor al que ha subordinado virtualmente todo lo demás. Los más preocupados advierten que a su juicio sería un grave error demorar la eventual convergencia de los tipos de cambio ya que, mientras no se elimine el cepo, será imposible atraer las inversiones productivas que el país tanto necesita.

Dicho de otro modo, el panorama financiero está haciéndose decididamente más turbulento que lo previsto por Milei. Si bien parece que ha logrado mantener a raya el espectro de la hiperinflación, dista de haber solucionado lo que en su opinión es el problema más urgente de la economía nacional. Con todo, aunque sería prematuro suponer que la fase casi exclusivamente financiera de la gestión económica de Milei se haya coronado con el éxito, para impedir que los sectores productivos continúen languideciendo ha tenido que reordenar sus prioridades, de ahí la demorada incorporación al gabinete de Federico Sturzenegger como ministro de Desregulación y Transformación del Estado.

La tarea que enfrenta quien fue presidente del Banco Central hasta que lo reemplazó Luis Caputo -parecería que los dos se han reconciliado- será monumental, ya que a través de los años se han acumulado una cantidad enorme de regulaciones que benefician a grupos determinados o brindan oportunidades para conseguir dinero a funcionarios corruptos y sus muchos socios del mundillo empresarial. Eliminar las que son positivamente dañinas, además de aquellas que son meramente superfluas, no será del todo fácil; lo mismo que en todos los países, aquí hay muchos burócratas cuyo poder y bienestar personal dependen de su capacidad para sacar provecho de regulaciones que se prestan a interpretaciones sesgadas, pero Sturzenegger, que ha pasado años amontonando información acerca de los perjuicios causados por quienes se dedican a poner palos en las ruedas de los empresarios y a molestar a los ciudadanos comunes con trámites insensatos, es claramente el hombre indicado para reducir al mínimo las dificultades que tales personajes puedan provocar.

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James Neilson

James Neilson

Former editor of the Buenos Aires Herald (1979-1986).

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