Las PASO son una herramienta complicada. No sólo son inútiles, sino también destructivas. La de este domingo 11 fue una mala experiencia que puede, incluso, disolver un gobierno. De repente se abrió una transición que mancilla el poder de Mauricio Macri. El sistema está mal. Consume gobernabilidad, como si eso sobrara en Argentina.
El abultado porcentaje de votos de Alberto Fernández se explica a través de la reunificación del peronismo. Sergio Massa siguió esos votos, que ya se iban con Alberto más allá de si él se pasaba al Frente de Todos o no. Él olfateó eso y dio el salto a tiempo.
Juan Manuel Urtubey y Miguel Ángel Pichetto no pudieron advertirlo. La estrategia más exitosa fue, esta vez, de Cristina Kirchner, que en 2017 ayudó al actual Presidente al presentarse como candidata. Sus constantes errores habían sido capitalizados por Cambiemos. Esta vez, fue más razonable al correrse del primer plano.
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Eso también se vio en las provincias. La mayoría de los gobernadores peronistas se protegieron de la ola amarilla que había arrasado en 2015 y 2017 desdoblando las elecciones de 2019. Fueron creando una ola que rompió el 11 de agosto en las primarias. La gente, por su parte, también expresó un sentimiento de bronca hacia Macri.
Ahora, el problema principal es la gobernabilidad. Cómo harán para transitar estos meses con un candidato virtualmente electo y con un presidente debilitado en funciones. Para el próximo año ya se vislumbra el primer problema: cómo será el reparto de poder entre Alberto y Cristina. Como si no hubiese inconvenientes de poder ahora, ya se pueden advertir los que vendrán.
* Filósofo.
por Marcos Novaro*
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