La estabilidad cambiaria del primer semestre se sostuvo con base en una ficción. El Gobierno montó un “veranito financiero” meramente electoral, cuyo pilar era sostener el tipo de cambio planchado. Pero en realidad la administración de las divisas fue un problema constante en todo el período de Cambiemos, profundizando los desequilibrios previamente existentes.
Desde el 10 de diciembre de 2015, la Argentina tiene una sangría de divisas por partidas no productivas equivalente a 130 millones de dólares diarios. Este agujero se financió en los primeros dos años y medio con ingresos por deuda externa y capitales especulativos por 99.426 millones. Cuando en abril de 2018 el flujo se cortó, la única opción para sostener el esquema financiero vigente fue el FMI. La crisis obedeció a una combinación letal de malas políticas económicas: a) liberalización de la cuenta capital y financiera que elevó la vulnerabilidad externa de la economía; b) oferta de activos financieros de corto plazo y alta liquidez (Lebac); c) pésima administración de la corrida cambiaria por parte del Banco Central, que perdió reservas, elevó la tasa de interés y convalidó una megadevaluación al mismo tiempo; y d) acuerdo abrupto con el FMI sucesivamente incumplido. La economía argentina se convirtió así en una bomba de tiempo.
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Desactivar la bomba requiere cambiar los fundamentos de la política económica. Recuperar el crecimiento, el empleo y los salarios y jubilaciones como objetivos de la política económica. Y por supuesto reducir el nivel de exposición de la economía a los movimientos financieros globales. La condición para esto es que en lo inmediato la situación no estalle.
El mayor riesgo actual es una espiralización dólar-precios-salarios o un eventual default, dos peligros autoinflingidos y absolutamente irrazonables, que se potenciaron con la reacción inicial del Presidente el fatídico lunes postelectoral. Como en las clásicas escenas de cine, en donde la bomba tiene dos cables para cortar, si el Gobierno corta el equivocado, lo único que logrará es acelerar la cuenta regresiva y provocar un daño irreversible.
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* Economista y tercer candidato a diputado del Frente de Todos en la Ciudad de Buenos Aires.
por Itai Hagman*
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