En las ficciones del prime time ya se derribaron varios prejuicios. Aparecieron chicas trans sin depilarse las axilas; prostitutas que se sienten dignas de su oficio; lesbianas, feministas a favor del aborto y maternidades múltiples.
Sin embargo, hay una diversidad de la que todavía nadie habla en horario central: la de los gordos. Mejor dicho, la de los gordos felices, eróticos y deseables.
La gordura todavía es una condición mal vista en las telenovelas. No apta para todo público. Cuando se mira a un gordo, no se ve a un personaje que puede estar enamorado, excitado o en conflicto de pareja. Sólo se ve en ellos carnes y rollos.
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Y no estoy hablando de cuestiones médicas o de salud. Me refiero, simplemente, a la posibilidad de elegir lo que cada uno quiere hacer con su cuerpo. Así como hay gente que elige la tortura fitness o las cirugías estéticas on demand y nadie, por eso, la elimina de los guiones televisivos.
Pero a los gordos se los trata con reproche. Esta semana Federico Bal fue cuestionado en el programa de Tinelli por estar demasiado pesado para bailar. El bailarín, luego de un instante de remordimiento, decidió rebelarse a la desaprobación de Polino y se fue a comer una hamburguesa, agitando su propio manifiesto gordo. "Que nadie te diga si estás gordo, flaco para hacer o no tal cosa. Aguanten los gorditos, las gorditas, vivan los gordites", se liberó en redes sociales.
Existe un movimiento de activistas gordos que, en la Argentina y en el mundo, intentan poner voz a los cuerpos excedidos de pesos. Humanizarlos. Que no se hable de ellos únicamente cuando no entran en el asiento de avión, en un tomógrafo o en una bombacha de Victoria Secret.
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Los talles plus size decidieron reivindicar su humanidad como les vino dada. Y mostrarla en público. Para el imaginario popular, en las tiras de TV, los gordos no tienen sexo ni emociones; no pueden lucir prendas ni animarse al rosa. Pero la tiranía va más allá del talle único. Es la tiranía de un prejuicio social que no les permite elegir -ni ropa, ni pareja, ni postres-, por el solo hecho de no ser flacos.
Ellos entonces exigen, y no son palabras mías, "su derecho a existir". Por fuera del índice de masa corporal y del colesterol alto.
Productores, están avisados. El prime time merece estas historias reales.
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