La voz entrecortada y un problema de audición por el que usa audífonos son los únicos indicadores de su edad. Es asombrosa la agilidad mental, la memoria y el humor sutil que Mario Bunge conserva a sus cien años.
Su mundo intelectual no se limita a una burbuja de saberes herméticos. Lee la revista Science, que recibe gratuitamente después de haber sido suscriptor por cincuenta años, pero también lee los diarios y está al día de los temas en agenda mundial.
No usa teléfono celular pero se comunica por email aunque bromea: “Todavía no he dominado a la computadora. Ella me usa a mí”.
Noticias: ¿Cuánto le adjudica a sus genes y cuánto a lo que hizo usted con su vida para llegar tan bien a esta edad?
Bunge: Mitad y mitad. Los genes de mi madre, que murió a los 95, deben haber influido bastante (N de la R: su padre murió a los 66 y la única hermana que tuvo, cinco años menor, murió de niña unos meses antes de la aparición de las sulfamidas que hubieran podido curarla en pocos días). Pero también influyen los hábitos, por supuesto.
Cree que, más importante que lo hace, es lo que no hace. Y abre bien grandes sus diminutos ojos celestes para ponerle énfasis al “no”. “No leo a Nietzsche, a Heidegger, ni a los posmodernos. No voy al médico más que lo indispensable. No fumo ni tomo alcohol".
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Noticias: ¿Ni una copita de buen vino?
Bunge: No. Siempre le tuve odio porque vi los estragos que provoca. Sólo en una época tomaba alcohol para matar el dolor cuando me sacaban una muela.
Noticias: Leí que empezó a fumar a los 5 años, incitado por un jardinero de su casa, y que le costó mucho dejar el cigarrillo. ¿Cómo lo logró?
Bunge: Con mucha disciplina. Me costó años sacarme el vicio. Dejaba y volvía, como mi padre. Pero a los treinta y pico lo dejé para siempre. Sin otra ayuda que la voluntad.
Le presta atención a la dieta. Come sobre todo pescado, verduras, enormes cantidades de fruta y muy poca carne. “Desgraciadamente también me gustan los dulces –dice- porque el azúcar es veneno”.
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Practicó varios deportes: remo, natación, jugar a la pelota y esquí. Está demasiado ocupado en leer, pensar y escribir como para detenerse en enfermedades: “Tomo media docena de medicamentos pero no sé para qué sirven”, dice con picardía.
Noticias: ¿Hasta qué edad piensa vivir?
Bunge: (Se ríe) Tengo buena salud. No tengo ninguna enfermedad crónica. Sólo dificultad para caminar a raíz de una caída. No es cuestión de proponérselo pero digamos… hasta los 105.
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