La crisis en Ecuador ha puesto en evidencia que la dolarización puede ser una solución a la hiperinflación, o a la elevada inflación, pero no es la solución a los problemas económicos, ni es el camino al desarrollo de un país.
Es bueno ver el ejemplo de Ecuador, cuando algunos proponen la dolarización en Argentina. Con esa solución, se eliminaría una de las dos herramientas principales que tiene el estado para intervenir en la economía: una es la política fiscal, la otra es la política monetaria que quedaría sin efecto.
Otros países también están dándose cuenta que la dolarización no soluciona sus problemas: Zimbawe, famoso por su hiperinflación en 2009, decidió adoptar el dólar como moneda única. Diez años después, los dólares escasean en las calles de ese país y por eso el gobierno decidió volver a introducir una moneda local. Claro, la inflación se disparó otra vez.
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Hay países como El Salvador que también adoptaron el dólar: la consecuencia fue que, durante décadas, fue el país latinoamericano que menos creció. Un país donde abunda la violencia y la emigración de sus habitantes hacia Estados Unidos.
También está el caso de Panamá, que hace más de 100 años que adoptó el dólar. Panamá es uno de los países que más crecen, pero difícilmente pueda adjudicarse eso a la dolarización, sino a los proyectos de ampliación del canal de Panamá y al desarrollo de un centro financiero.
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Luego están los casos de países que son anecdóticos: Palau o Islas Marshall, por ejemplo. Economías que difícilmente se pueden comparar en tamaño y desarrollo a Argentina.
En definitiva, Ecuador no pudo crecer ni ordenar sus cuentas fiscales y tuvo que pedir ayuda al FMI. Por eso ahora aplica la receta del ajuste del fondo, con sus consecuencias sociales. Su crisis muestra que la polarización no es la solución a todos los problemas de un país.
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