Pablo Picasso era tan irónico, tan ácido, que casi todo lo que decía era tomado como una broma, una provocación por parte de una persona temperamental. En 1957, cuando ya tenía 76 años, comenzó a hacer una confesión: por debajo de sus pinturas más conocidas habría obras ocultas, en las capas inferiores de las telas. Si era verdad o apenas una metáfora, nadie lo supo. Hasta ahora.
Estudios científicos hechos por investigaciones de la Galería de Arte de Ontario (Canadá), con la colaboración de la Galería de Arte Nacional de los EE.UU., la Universidad de Northwestern y el Instituto de Arte de Chicago, anunciaron un hallazgo al respecto. La ópera prima del período azul del pintor, “La pobreza agazapada” (de 1902) oculta otro cuadro, un paisaje.
De acuerdo con el análisis de la técnica y de los colores utilizados, los especialistas tienen la certeza de que aquella que está por debajo no es una obra de Picasso. Lo más probable es que se trate de un diseño inspirado en un parque situado en la ciudad de Barcelona (España), posiblemente hecho por un alumno de alguna de las academias de arte de aquella ciudad y que estaba en contacto con el círculo social que frecuentaba Picasso, por entonces de apenas 21 años.
La historiadora de arte canadiense Sandra Webster-Cook, de la Galería de Arte de Ontario, dice que no era raro que los artistas reutilizasen las telas. “En el caso de Picasso, sin embargo, hay algunas diferencias respecto de otros colegas. Él no hacía como otros, que simplemente cubrían de tinta la obra anterior para después pintar encima”, explica. Picasso halló un modo diferente de hacer las cosas. En el caso de “La pobreza agazapada”, se nota que rotó la tela (el paisaje era horizontal) y entonces pintó el nuevo cuadro, con la figura femenina, en posición vertical.
Además, los investigadores advirtieron que, sobre el paisaje original, Picasso hizo un esbozo de una mano sosteniendo un disco y, sobre ese diseño, colocó su resultado final, azulado. Verificaron también que la inclinación de la cabeza de la mujer retratada tuvo retoques antes de que Pablo Picasso quedara satisfecho con su obra. “Parece que no le gustaban las pinceladas iniciales, lo que lo obligaba a tener un largo e intenso proceso creativo, que involucraba realizar diversas versiones de una pintura empleando una sola tela, tal y como constatamos ahora”, describe la canadiense. Es la ciencia ayudando a entender los caminos de un genio del arte.
Escasez. La explicación de la existencia de la pintura camuflada es menos glamorosa de lo que se podría esperar. Antes de alcanzar la fama, de ganar mucho dinero, antes de “Las damas de Avignon” (de 1907) y del “Guernica” (de 1937), Picasso pasó por tiempos de carencias. Entre los años 1901 y 1904, cuando teñía todo de azul, en la antesala del cubismo, casi no tenía dinero para comer y menos aún para comprar telas en una Barcelona y una París que lo acogían con desconfianza. Los materiales eran escasos, no había pinturas, no había pinceles, no había espátulas ni paletas. Una de las formas de economizar era utilizar telas descartadas o, como se demuestra ahora, preusadas con obras menos relevantes o desestimadas por sus autores.
La misma táctica de reaprovechamiento ya había sido identificada en otras obras de Picasso. Aunque nunca se había llegado a tanta precisión como ahora. En “Mujer planchando ropa” (1904), también fruto del período azul, el mismo Picasso se deshizo de un cuadro que no le había gustado. Y así es como “Mujer planchando ropa” esconde otro Picasso: la figura de un hombre con un espeso bigote. Los hallazgos revelan que el artista adoptó como hábito el crear pinturas superpuestas.
Diferentes avances tecnológicos permitieron, en los últimos años, descubrir más sobre obras de arte del pasado, cuando no había YouTube para registrar el trabajo de los artistas. En el año 2014, el ingeniero francés Pascal Cotte usó una serie de luces intensas y no dañinas para las telas, en combinación con fotografía de altísima definición y procedimientos de rayos X. Fue así como demostró que “Dama con armiño”, cuadro pintado por Leonardo da Vinci entre 1489 y 1490, escondía tres borradores anteriores debajo, en la misma tela.
Nuevos equipamientos de infrarrojo y el análisis de elementos químicos, dos técnicas a las cuales Sandra y su equipo recurrieron para el estudio de “La pobreza agazapada”, llevaron a la conclusión de que sobre “Hombre viejo en traje militar”, de Rembrandt, hay un retrato de otra persona, y que en “Baco”, de Caravaggio, hay un autorretrato.
“Además de revelar más acerca del proceso creativo del autor, este tipo de investigaciones ayudan a comprender cómo el arte no es algo puramente instintivo, sino que responde a una racionalidad y a ciertos patrones que cada artista adopta”, explica el químico estadounidense John Delaney, especialista en imágenes de la Galería de Arte Nacional, y que participó del análisis de la obra de Picasso.
A esto se le suma otro beneficio: la ampliación de conocimientos en relación a la conservación de las pinturas, y la verificación de si están siendo destruidas por la acción del tiempo y a qué ritmo. Una información que resulta esencial para el buen mantenimiento de los cuadros que guardan museos de todo el mundo.
por Jennifer Ann Thomas
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