Si se comparan anatómicamente el cerebro de ellas y el de nosotros, algo está claro desde el vamos. Son distintos. Sí, así de simple, hay muchas áreas cerebrales que anatómicamente difieren entre mujeres y hombres. De la misma manera que ellas tienen un cuerpo distinto del nuestro, el cerebro también es diferente. Esto, claro está, explica en parte las diferentes conductas. Sin embargo, todos tuvimos durante un tiempo en nuestra vida el mismo cerebro, digamos que un cerebro unisex. Esto es así desde la concepción hasta la octava semana de gestación. Ahí es cuando nuestros cerebros comienzan a diferenciarse. Esa diferencia responde a si el embrión resultante de la fecundación es mujer u hombre. Si bien hace dos mil cuatrocientos años el filósofo griego presocrático Anaxágoras pensaba que los varones resultaban del esperma procedente del testículo derecho y las mujeres del izquierdo, hoy la ciencia tiene muy bien explicado el origen del sexo del embrión.
El cerebro femenino es, en promedio, un 7 u 8% más chico que el de nosotros, incluso corrigiendo ese porcentual en relación con el tamaño corporal total. Hacia el siglo XIX, este dato permitió considerar que la mujer era mentalmente inferior al hombre. Nada más alejado de la realidad. Hoy sabemos que lo que sucede es que las neuronas de ellas se encuentran más juntas unas de las otras y, lo que es aún más importante e interesante, más interconectadas entre sí.
Los investigadores estudiaron muchos cerebros de mujeres y hombres y encontraron hallazgos muy interesantes. Observaron que el conectoma (mapa que contiene todas las rutas de conexiones del cerebro) de las mujeres es muy diferente del de los hombres. Es una diferencia anatómica sexual. Los hallazgos muestran que en el hombre predominan las conexiones que van desde la parte anterior o frontal de cada hemisferio hasta la parte posterior del hemisferio correspondiente, es decir que predominan las conexiones en un mismo hemisferio. Estas conexiones facilitan particularmente la comunicación entre las áreas neurológicas de la “percepción” y las encargadas de la “acción”. Esto sugiere que en nosotros se encuentran facilitadas las acciones directas, fundamentalmente de tipo físico, y una tendencia a la acción. Esto se condice con nuestro pasado evolutivo, ya que fueron los machos los que salieron a cazar para conseguir alimento y también los más agresivos físicamente. Estamos más preparados para la pelea directa y manifiesta. Ellas, en cambio, muestran no solo un número importante de conexiones en un mismo hemisferio cerebral sino que presentan un mayor número de conexiones interhemisféricas que pasan por ese puente o cuerpo calloso y unen ambos hemisferios. Este mayor cableado entre el hemisferio izquierdo y el derecho facilita la integración de las funciones “analíticas” del izquierdo con las funciones “intuitivas” del derecho.
Estas conexiones explican por qué nosotros, en promedio, tenemos tendencia y facilidad para realizar y aprender solo una tarea a la vez –por ejemplo, ver televisión, escuchar radio, arreglar algo, manejar el auto, andar en bicicleta o prestar atención a una sola cosa por vez-, mientras que ellas muestran una mayor capacidad para realizar varias tareas al mismo tiempo, integrando las habilidades analíticas del hemisferio izquierdo con las integrativas u holísticas del derecho.
Estas diferencias de conexiones entre mujeres y hombres comienzan a ser más marcadas a partir de los trece años, lo que sugiere que los cambios hormonales femeninos en la adolescencia estarían implicados en este fenómeno. Así, las mujeres tienen mayor facilidad para el desarrollo de múltiples tareas al mismo tiempo, el conocido multitasking o multitarea. Frente a una situación a resolver, la mujer tiene más facilidad para integrar la memoria y los entendimientos sociales, generando una mayor comunicación entre las personas, promoviendo las acciones grupales. El hombre, en términos generales, se centra en los objetivos y ellas, en los “procedimientos” que permitan alcanzarlos. Básicamente, nosotros manejamos objetivos y ellas, procedimientos.
Estos hallazgos permiten explicar por qué distintos estudios y tests psicológicos muestran que nosotros tenemos predisposición y facilidad para la acción física, procesamos la información relacionada con el espacio físico y la velocidad de integración neurológica, y facilitamos la respuesta física en menor tiempo, mientras que ellas son más hábiles en procesos de atención, en el uso de la palabra, la interpretación de las emociones, la intuición, la memoria social, el reconocimiento de caras y el significado de sus expresiones, la integración social, así como pueden realizar varias tareas al mismo tiempo al integrar a la capacidad analítica del hemisferio izquierdo las habilidades propias del derecho, debido al mayor número de conexiones neurológicas entre ambos hemisferios.
Cabe señalar que estas características sexuales resultan ser la consecuencia de nuestro pasado ancestral prehistórico. Por entonces, eran los machos los que salían a enfrentar y cazar fieras para llevarle alimento al grupo y ellas se quedaban a cargo de las crías, en comunicación constante con las otras hembras, estableciendo y desarrollando mayores habilidades de interpretación interpersonal e integración social. No es casual que ellas tengan facilidad para entender y comprender a otras personas con solo mirarlas, e interpretar emocionalmente sus expresiones; después de todo, lo han hecho desde el principio de nuestra especie, entendiendo las necesidades de las crías mucho antes que nosotros. Ellas, cuando son madres, entienden al bebé con solo mirarlo, saben si tiene hambre, frío, o si solo busca afecto. Esta capacidad de interpretación de las expresiones faciales de la emoción de los otros se debe a la mayor integración de las funciones del hemisferio derecho y del izquierdo. La intuición femenina tiene explicación en la neurociencia.
En la revista Science, una de las publicaciones científicas más prestigiosas del mundo, el psicólogo James Pennebaker, de la Universidad de Texas, publicó un estudio interesante. El investigador analizó a un número significativo de mujeres y hombres norteamericanos y mexicanos, colocando un dispositivo de grabación que la persona llevaba consigo durante todo el día. Así observó que, de las diecisiete horas de vigilia del día, las mujeres pronunciaban un promedio de 16.215 palabras, mientras que los hombres pronunciaron 15.699 durante el mismo período. Como puede verse, la diferencia no es significativa. Además, claramente eran mayores las diferencias individuales dentro del mismo sexo que las diferencias entre sexos. Por lo tanto, la afirmación de que “las mujeres hablan más que los hombres” sencillamente no es cierta. Mito derribado.
FRAGMENTO DEL LIBRO "ELLAS", Ed. Planeta. El dr. Daniel López Rosetti es jefe del servicio de Medicina del Estrés del Hospital Central Municipal de San Isidro.
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por Dr. Daniel López Rosetti
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