La imagen de la gigantesca construcción circular girando en el espacio, al son del vals Danubio azul de Johann Strauss, quedó grabada en la retina y en la memoria de quienes la vieron por primera vez en los cines en 1968 y en reposiciones posteriores en la década de 1970 en la película 2001: Una odisea espacial. Incluso con poco o ningún conocimiento de física, cualquier espectador del clásico film de Stanley Kubrick entiende intuitivamente por qué los viajeros pueden caminar dentro de la estación espacial, incluso en un entorno ingrávido: la rotación genera fuerza centrífuga, que crea gravedad artificial. Este concepto era conocido ya antes, la paternidad se atribuye al ingeniero croata Herman Potocnik y al científico espacial más famoso de la historia, el alemán Wernher von Braun, pero fue la película la que popularizó la idea de que podríamos vivir y trabajar en el espacio a principios del siglo XXI.
Aunque a primera vista falte mucho para lograrlo, hay pasos que van acercando a los seres humanos a esa posibilidad. Al menos, a algunos de ellos que puedan pagar el dinero que demande la aventura. De hecho, un grupo de emprendedores y científicos parece decidido a hacerlo realidad antes de que finalice esta década.
“El futuro está en rotación”, es lo que anuncian los ejecutivos de la empresa Orbital Assembly Corporation, cuya rueda, a pesar de existir ya en imágenes de computadora, aún depende del financiamiento privado para ser viable. Originalmente llamado Von Braun, científico que también pionero en la tecnología de cohetes, la estación espacial terminó siendo rebautizada como Voyager, probablemente porque alguien recordó que Braun, antes de trabajar para los estadounidenses, construyó los cohetes V2, misiles balísticos que los alemanes nazis utilizaron contra Bélgica y el sudeste de Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial.
Los V2 fueron los antecesores de los cohetes modernos, incluidos los utilizados por los programas espaciales de los Estados Unidos y de la Unión Soviética, que tuvieron acceso a los científicos y diseños alemanes.
Ingeniería pura
Dejando a un lado las controversias, la Voyager tiene el potencial de convertirse en un coloso de la ingeniería. Diseñado por profesionales graduados de la NASA y las mejores universidades estadounidenses, tendrá un diámetro de 200 metros, casi el doble de la longitud de la actual Estación Espacial Internacional (ISS), lanzada al espacio hace más de veinte años.
El centro de operaciones del muelle de amarre de la Voyager en el anillo central será la primera plataforma que se pondrá en órbita. A partir de ahí, astronautas, robots y drones montarán las armaduras del anillo exterior, donde se instalará el tubo de paso que conectará los módulos destinados a funcionar como viviendas. Esta estructura circular, que en la práctica es donde se alojará la gente, estará conectada al anillo central por cuatro ascensores.
Todo el proceso funciona de la siguiente manera. El vuelo llega al muelle. Aún en gravedad cero, un guía conduce al huésped a uno de los ascensores. En el camino, nota que sus pies se reafirman en la cabina, sensación que se hará aún más fuerte cuando pasee por el tubo que lo trasladará a sus habitaciones en uno de los 24 módulos presurizados, calentado y protegido de las radiaciones. La rueda estará girando, como gira el mundo, pero, para el invitado, será como si su entorno estuviera detenido.
La fuerza gravitacional debería ser una sexta parte de la gravedad de la Tierra, equivalente a lo que sienten los astronautas en la Luna y suficiente para tener una estancia normal, almorzar, ducharse y dormir. No por casualidad la gravedad es un consuelo al que la humanidad se ha adaptado. Su ausencia completa durante largos períodos deja secuelas en el cuerpo, tal y como lo demostró el experimento hecho por el astronauta Scott Kelly, que pasó casi un año en la EEI en condiciones de microgravedad, y su hermano gemelo, Mark, continuó con su vida normal en la Tierra.
Scott Kelly mostró, al volver del espacio, cambios y anomalías a nivel genético y de su ADN. Además, desarrolló un engrosamiento en la retina y en la arteria carótida, cambios en el microbioma intestinal y problemas a nivel cognitivo.
Público destinatario
Según Orbital Assembly, los módulos se ofrecerán a la industria hotelera, laboratorios y agencias espaciales, como la NASA. Los hoteles podrán configurar suites o villas de 30 metros cuadrados para alojar hasta a 16 personas, con opción de compra, que se ofrecerá en primer término a multimillonarios con voluntad de gastar dinero. “El valor sigue siendo confidencial”, explica Tim Alatorre, arquitecto jefe de Voyager, sobre el costo de construcción y el precio del alojamiento. “Pero podemos decir, con respecto a la estadía, que SpaceX debería ser el principal proveedor de transporte. Dependeremos de esa compañía para cerrar el precio".
Teniendo en cuenta que la ISS demandó más de 100 mil millones de dólares, ¿cuánto cobrarán por una estación diez veces más sofisticada, que contará con restaurante, bar y gimnasio?. Además, para evitar que la Voyager se convierta en el primer Titanic de la era espacial, se instalarán 44 naves espaciales autónomas, que funcionarán como botes salvavidas en caso de que surgieran problemas técnicos.
Es una medida providencial, sin la cual el sueño correría el riesgo de morir antes de nacer. Después de todo, una persona puede sobrevivir sin gravedad durante unos meses. Pero no puede estar ni siquiera diez minutos sin oxígeno.
A comienzos de mayo, la empresa Orbital Assembly Corporation, que se dedica a la construcción espacial a gran escala, estrenó nueva planta de producción en California. Allí se desarrollarán las tecnologías y estructuras para construir el Voyager, el primer hotel espacial del mundo con niveles de gravedad lunar entre la Tierra y la Luna. Como necesitan fondos no solo privados sino también públicos, le enviaron una carta al presidente de los EE.UU. , Joe Biden.
Geopolítica espacial
“Los efectos de la microgravedad en la fisiología humana se encuentran entre los riesgos clave que deben mitigarse para permitir vuelos espaciales seguros de larga duración, como los viajes hacia y desde Marte”, advierten. Y agregan: “Puede y debe producirse una instalación espacial para investigar el uso de la aceleración centrífuga para producir gravedad artificial con el objeto de demostrar que esta técnica puede minimizar los efectos fisiológicos de la microgravedad. La NASA no ha buscado tal instalación. La industria privada está considerando una instalación de este tipo, pero el apoyo del gobierno será fundamental. El desarrollo de una plataforma de producción de gravedad artificial mejorará el liderazgo espacial estadounidense, validará los planes para el alojamiento a largo plazo de la Luna y Marte y estimulará una infraestructura que conducirá a un mayor desarrollo económico del espacio, con beneficios para el crecimiento del empleo y la educación”.
Continúan: “Creemos que es una cuestión de seguridad nacional e interés que la Administración de Biden apoye y respalde las siguientes iniciativas políticas. Primero, es fundamental mantener el liderazgo de los Estados Unidos en las actividades espaciales, por razones de seguridad, economía y prestigio. Con ese fin, tiene sentido invertir, construir y apoyar un programa robusto de viviendas espaciales en asociación con el sector espacial comercial, con miras a acceder y permitir el uso de recursos en la órbita peri-terrestre, la Luna, Marte y el cinturón de asteroides. El lenguaje de la habitación humana permanente fuera del mundo se omite expresamente en los estatutos de la agencia de la NASA. Creemos que a través de la acción administrativa y a través de la política administrativa, se debe reconocer y respaldar la habitación humana permanente del espacio”.
En segundo lugar, "en apoyo del primer objetivo, creemos que es de interés nacional apoyar un programa robusto de gravedad rotatoria artificial en asociación con el sector espacial comercial. Los efectos fisiológicos de la microgravedad están bien documentados y son un posible "obstáculo" para estancias prolongadas en el espacio. Gracias a décadas de vuelos espaciales tripulados, sabemos que casi todos los sistemas se ven afectados por la microgravedad, incluidos los sistemas musculoesquelético, cardiovascular, inmunológico y nervioso central.
Si tuviéramos datos que demuestren que una sexta parte de la gravedad es suficiente para mitigar este peligro para la salud, podría expandir la clase de candidatos a astronautas elegibles para misiones de clase de exploración. Las actividades espaciales se expanden, se debe incorporar una variedad más amplia de personas a la fuerza laboral espacial".
¿Se viene la vida en naves espaciales?
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