★★★ El plan de llevar a la pantalla grande la novela de Jack Kerouac –todo un emblema para la generación beatnik de los ´50 pero, sobre todo, un preludio a los ´60– es uno de los más repetidos de la historia del cine, pero recién en el 2012 logró llevarse a cabo. La novela es la historia de un matrimonio triangular, de tres jóvenes arrastrados por la experiencia americana en la posguerra, solo para decir que la experiencia por la que pelearon sus mayores no valía la pena. Hacía falta, además, que ciertas cosas no escandalizaran; aun así, quizás haya pasado demasiado tiempo. La adaptación de Walter Salles tiene su belleza, su precisión, momentos importantes, actuaciones convincentes (por suerte, Kristen Stewart está más cerca de “Adventureland” que de la saga “Crepúsculo”) y un rosario de grandes actores en roles secundarios –como corresponde a una “road movie” de lujo como esta– donde se destacan Viggo Mortensen y Amy Adams (a Amy Adams hay que darle dos Oscar cuanto antes solo para equilibrar el Universo). Pero el film es, también, rutinario. Por momentos se toma demasiado en serio la posibilidad de denunciar la parte rara de los Estados Unidos y, desde ese lugar –que es también el de Kerouac, muy a su pesar– se transforma en moralista, término que, dado el material, puede resultar contradictorio. En esos momentos, el realizador trabaja “de oficio” y deja de lado su propia mirada para servir al libro, donde el film pierde fuerza y se vuelve, necesariamente, anacrónico.
por Leonardo D’Espósito
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