***1/2 El cine soviético hizo de la victoria en la Segunda Guerra Mundial un motivo de propaganda, mucho más que Hollywood, que en seguida tras la contienda empezó a mostrar el desencanto (ver Arenas de Iwo Jima, Los mejores años de nuestras vidas o Fuimos los sacrificados). Así, encontrar hoy, treinta años tras la caída de la URSS, una película que revise qué sucedió después de aquellos hechos con total realismo y desde el interior de los personajes cubre un espacio que, incluso ya muy revisado, hemos conocido poco de los Urales para acá. Beanpole narra la historia de una mujer -dos mujeres, en rigor- en el primer otoño de posguerra. Una de ellas sufre de parálisis temporarias que, ya desde el principio de la película, provocan una tragedia. La otra, en parte víctima de esa tragedia, muestra el otro costado de esa guerra: el de quien encontró la manera de salir a pesar del dolor e incluso de la moral. El resultado es un fresco muy intenso basado en la relación entre ambas protagonistas, cuyo mayor defecto es, en más de un momento, la crueldad gratuita de mostrar aquello que se puede sugerir y el alargamiento de ciertas situaciones (relacionado, obviamente, con lo anterior). Pero hay algo verdadero en las emociones de sus personajes que se comunica y emociona a su vez.
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