***1/2 Lo mejor de este film de terror donde un hombre joven vuelve a la casa de su familia adoptiva para encontrarse con rituales tremendos consiste en el nervio de la narración y en que Cohen Arazi logra planos muy sugerentes sin necesidad de un caos de montaje ni movimientos de cámara “para asustar”. Algunos momentos quizás se extienden mucho, pero el resultado final es tan perturbador como se busca, incluso si ciertas ideas “de contexto” tienden a romper el logrado clima de otro mundo que la película propone.
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