Hay momentos en los que lo que se le pide a las películas, sobre todo, es amabilidad. Que nos traten bien además de interesarnos (“interesarnos”, de paso, se incluye en que nos traten bien). La excavación cumple con esa necesidad: es lo que cualquiera puede definir como “película linda”. Linda de mirar, linda de seguir, con gente linda a la que uno quiere que le vaya bien.
La historia -basada en un hecho real: la realidad hoy da más material que la ficción porque explica menos- narra la historia de una mujer, viuda y con un hijo, en cuyos terrenos hay unas formaciones de tierra extrañas, lo que la lleva a relacionarse con un arqueólogo para investigarlas. Y lo que hay allí implica un gran descubrimiento, una nueva hipótesis sobre el pasado inglés.
El paso a paso del descubrimiento es interesante y amable; los conflictos entre los personajes, todos basados en el sentido común (¿qué se hace con el potencial tesoro? ¿Qué sucede con la excavación cuando está por llegar un ataque aéreo desde Alemania? ¿Qué se decide cuando el amor cambia de objeto?) se resuelven con limpieza.
Si la película no es mejor quizás se deba a un exceso de amabilidad, a no querer molestarnos con ningún ripio. Pero nos trata bien, y hoy eso no es para nada frecuente.
Calificación: ***1/2
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