CUATRO ESTRELLAS
Hay que agradecer que exista un director tan cercano a la infancia como Paul King, ihcluso si esta no es la mejor de sus películas (la mejor de sus películas hasta la fecha es la extraordinaria, superlativa Paddington 2: Wonka está a la altura de la muy buena Paddington, nomás).
Porque es la mejor manera de conectar con la cabeza de Roald Dahl para hacer -perdón el entrevero- la precuela de un cuento que alguna vez escribió Dahl. Esta Wonka, que cuenta el origen del personaje de Charlie y la fábrica de chocolate, carece del filo a veces misantrópico de la versión de Tim Burton (obra maestra, de paso), y opta por una amabilidad mayor.
Pero en realidad el cuento del joven idealista enfrentado al gran capital (es así, algo políticamente correcto hay) es un poco más Dickens. Y tiene otra característica: se pregunta por la vocación y por el juego. ¿Por qué comemos golosinas? Porque son ricas, no más. Por eso se llaman así.
La idea de lo lúdico, lo maravilloso por sí mismo, la reivindicación de todo aquello que forjó en la infancia la idea de felicidad se traduce aquí en forma de musical colorido que no carece de costado paródico (aunque suave). Por una vez, el joven Chalamet está sufrible y hasta encantador, lo que no deja de ser un mérito mayúsculo.
Galería de imágenes
Comentarios