Friday 19 de April, 2024

CULTURA | 16-10-2013 19:49

Simon Reynolds, el destino incierto del rock

Uno de los periodistas musicales más celebrados del mundo pasó por Argentina. Analista de la nostalgia retro en la cultura.

Hay un culto silencioso alrededor de Simon Reynolds (50 años), que no se conforma solo de lectores. Hay periodistas que lo reverencian, que lo creen un visionario, un líder entre pares. Quizás tengan razón. Reynolds, ex estudiante de Historia en Oxford, tuvo algo único en un crítico musical: oportunidad. También, la visión suficiente para entender la música que ocurría.

Desde sus comienzos en los '80 como cronista en la crucial revista inglesa “Melody Maker”, Reynolds escribió sus textos para publicaciones como “New York Times”, “Rolling Stone”, “Artforum”, “Spin”, “Uncut”, “The Guardian” o su propio blog en “Blissblog”. Allí supo interpretar las teorías culturales de filósofos franceses como Gilles Deleuze y Roland Barthes y aplicarlas al marco errático de la música pop y rock.

Pudo ver no solo de qué se trataba la música, sino también la sangre y las energías culturales e históricas que las alimentaban. Fue un testigo clave del movimiento “rave” a comienzos de los '90. Sus crónicas de una era turbulenta que sintentizó música dance y pastillas fueron compiladas en uno de sus mejores libros, “Energy Flash”.

Llegó a Buenos Aires como una de las figuras del FILBA, el Festival Internacional de Literatura, con un taller que agotó su capacidad y una charla especial en la Alliance Française.

También presentó su último libro “Postpunk: romper todo y empezar de nuevo” (Caja Negra), la historia más allá de la explosión punk de 1977 y sus mutaciones artísticas encarnadas en bandas como Joy Division, Siouxsie and the Banshees, Throbbing Gristle o Johnny Rotten, líder de los Sex Pistols, el primer punk en romper el molde con su banda posterior, Public Image Limited.

Es al menos preciso en narrar los hechos: para el libro, realizó más de 120 entrevistas. Hay otros dos títulos de Reynolds editados por Caja Negra en Argentina: “Después del Rock”, una antología de ensayos y “Retromanía: la adicción del pop a su propio pasado”, donde define el estancamiento actual en la música, en un circuito casi interminable de reuniones y reediciones.

Noticias: Hablando de retro, el show más grande de este semestre en Buenos Aires fue Iron Maiden. Una banda de más de 30 años, que viene a replicar un disco de 1988.

Simon Reynolds: Pero si Iron Maiden tuviese un disco nuevo, estaría llenando el estadio de todas maneras. Es una banda muy popular, con seguidores en todo el mundo, con fans leales. El público “heavy” es muy grande y está envejeciendo. Hay un show en VH1, “That Metal Show”, que no es más que tres tipos sentados en sillones opinando y recordando los viejos tiempos del “heavy”, debe ser el programa más barato en toda la televisión. Todo lo que hacen es sentarse ahí. La audiencia en la tribuna anda por los 35. Pasa también en cierta forma con la música dance: tenés estas giras nostálgicas, se reforman bandas bailables de los '90, Creamfields tiene estrellas que aparecieron hace 15 años. Soy un crítico y mi trabajo es mantenerme al tanto con la música nueva. Pero mirá la edad que tengo. ¿Qué puedo ir a ver en vivo, sin defraudarme? Podría decir: “Bueno, me gustaría ir a ver a la banda nueva, pero la banda vieja que amé toda la vida no me va a fallar”. Y más si la banda dice que va a tocar un disco entero clásico. Es una buena noche garantizada, un show de grupos como estos sale 80 dólares en Estados Unidos. La gente va porque sabe que no va a perder su dinero.

Noticias: ¿Quiénes alimentan esta manía por lo retro? ¿La industria, los promotores de shows o la audiencia misma que no quiere apostar a nada nuevo?

Reynolds: Para una banda, es plata en el banco. Hay grupos clásicos reunidos en esta década que si hacen algo nuevo no generarían interés, pero que si tocan lo viejo, entonces está bien. Aceptan lo que lograron hace veinte años. Algunos saltan a una carrera solista, que no está tan buena en el fondo. Se resisten a la idea de que sus discos más famosos son lo mejor que hicieron en sus vidas, hasta que lo entienden. Es una cosa psicológica. Al final, al menos, aceptan que hicieron algo bueno y el público los ama. Y los promotores los aman también: si la audiencia tiene más edad, por ende tienen más plata. Si eras un estudiante en los '90, no tenías un centavo. Ahora, tenés una profesión: 200 dólares para ver a un grupo que significa mucho para vos no es nada. Quizás pagues los asientos buenos en primera o segunda fila. En la industria, estos grupos se llaman “legacy acts”.

Noticias: Bajo esta tesis, el periodismo musical se queda sin nada excitante para escribir, sin chance de narrar un nuevo momento definitivo en la historia de la música.

Reynolds: Hay mucha gente haciendo música interesante y nueva, pero esa música es muy underground. El mainstream tiene nuevas caras, pero no duran, no hacen “esa cosa nueva” que cambia el curso de la historia. Todo lo que escuchás hoy es “Get Lucky” de Daft Punk.

Noticias: Es un gran single para bailar.

Reynolds: Lo es, pero remite a todo el típico sonido disco de los '70. Lo que suena hoy en la radio no es vanguardista.

Noticias: Por otra parte, la prensa musical ya no puede imponer a un nuevo artista. MTV perdió su poder.

Reynolds: Porque MTV ya no se trata de música, ya no pone videos. Te llevo al Reino Unido para darte un ejemplo: el “New Musical Express”, mejor conocido como NME, fue la gran revista de música inglesa. En los '70 y '80 empujaba a nuevas bandas, salía hasta Bob Marley en la tapa. Podía cubrir cualquier género musical. Hoy, es casi una publicación especializada en indie rock británico, algo muy reducido que recicla el pasado, gente que suena como Oasis cuando Oasis nunca fue original. Nunca ves a un artista de raza negra en la tapa. Era como la Rolling Stone inglesa en una época. Comprendía toda la realidad, cubría todo lo que importaba en la cultura pop. La explosión del “britpop” en los '90, Oasis por ejemplo, tuvo un impacto negativo para la prensa: la música salía de las revistas especializadas para terminar en la tele. Ya le pertenecía a todo el mundo. Mi periódico, el “Melody Maker”, quebró después de eso. Al NME no lo lee demasiada gente tampoco actualmente, vende unos 20 mil ejemplares. Cuando yo era chico, vendía 250 mil copias, y cada copia era leída por varias personas. Tenías medio millón de lectores. La gente ya descubre la música por sí misma, la encuentra en Youtube.

Esta es una versión digital adaptada. Para leer la entrevista completa, adquiera online la edición 1920 de la revista NOTICIAS, o encuentrela en los principales quioscos del país.

Agradecimientos: Librería Eterna Cadencia.

por Federico Fahsbender

Galería de imágenes

En esta Nota

Comentarios