Wednesday 11 de December, 2024

CULTURA | 07-05-2022 00:16

Cristian Alarcón: "¿Por qué nos cuesta tanto cuestionarnos el lugar de privilegio masculino?"

La novela con la que el periodista ganó el Premio Alfaguara, “El tercer paraíso”, acaba de publicarse. Familia, amores y la lección de las flores.

Si hubiera que guiarse por la estricta realidad, esa de la que Cristian Alarcón se declara “aburrido”, su novela “El tercer paraíso” comenzó a escribirse en algún momento de la cuarentena estricta, en el jardín en las afueras de La Plata que lo inspiró y en el que ahora, premio Alfaguara mediante, se encuentra.

Cristian Alarcón

Pero si el escritor -y el libro- tienen razón, y la realidad no alcanza -o sobra- para explicar todo lo que sucede, el texto en verdad comenzó a redactarse cuando Alarcón era un niño que escapó junto a su familia del Chile de Pinochet, o cuando comenzó a mostrar “rasgos feneminos” y sus padres le dieron ocho inoculaciones de testosterona para convencerlo de lo contrario, o cuando se convirtió en un periodista prestigioso que publicó un poema en el que relataba esto por primera vez, o cuando le contó esa historia a NOTICIAS y su mamá, sentada en la peluquería del mismo pueblo patagónico que los refugió en los setenta, ese al que nunca había llegado el poema, leyó en la revista que su hijo la perdonaba. Leyó que “perdonaba todo”.

Por esto es que, piensa el escritor, el libro -y él- no son el fruto de un curso lineal y lógico. No es sólo el trabajo de un año y medio de un periodista que, entre el encierro por un Covid que casi lo mata y el descubrimiento de una pasión por la jardinería que desconocía, viaja por primera vez al género novela. Más bien ambos (el libro y él) son el resultado de un proceso a medio camino entre los 22 años de diván y de los dispositivos del inconsciente que no llegan hasta la sesión. Le deben tanto a su trabajo en la revista Anfibia y a sus dos clásicos de no ficción, como a los hongos alucinógenos que tomó solo para saber como debía terminar la novela. Conclusiones de mecanismos tan caprichosos como los vaivenes del clima, pero necesarios como la lluvia para un jardín.

Amapolas y nubes rojas al atardecer de Emil Nolde

Aunque todo esto suena a frase armada -“y yo detesto el cliché a pesar de que soy víctima de él, porque un escritor de 50 años encerrado en una cabaña escribiendo es lo más cliché que hay”-, ahí está Daniel Vitulich para demostrar lo contrario. Ese es el seudónimo -un requisito que los concursos imponen a todos los escritores- que eligió Alarcón para que su novela compitiera contra otras mil para el premio Alfaguara, uno de los más importantes de habla hispana. Daniel era el primer profesor de teatro que tuvo el periodista, en su temprana adolescencia, con el que no había vuelto a hablar desde que se fue del sur a los 18 años, pero que “apareció” en algún hueco de la memoria de Alarcón, cuando faltaban 15 minutos para que cerrara el certamen. “Podría teorizar sobre esto pero soy un poco más esotérico de lo que le conviene a un intelectual contemporáneo. Creo sinceramente que hay situaciones que no gobernamos y parte de mi trabajo personal es lograr que eso ocurra cada vez más, que haya menos decisiones que tomar y vivir así más conectado al presente, como este momento. Digo, no sé qué hora es, pero perder el control sobre la hora es mejor que haber cumplido con el horario que estaba establecido”, dice el escritor, mientras acomoda otro champagne junto a unas fetas de jamón crudo y el grabador se prende, casi tres horas después de lo que se había arreglado.

El tercer paraíso

Noticias: ¿Esa búsqueda de vivir más “conectado al presente” está a la par de dejar la crónica para ir hacia la novela, no?

Cristian Alarcón: Sí, habitar el presente de un modo más comprometido y firme, con conciencia de lo que ocurre, sin especular necesariamente con el futuro, que es algo que nos vuelve más obsesivos, más controladores.

Noticias: ¿Y la naturaleza, tan protagonista en el libro, que rol juega?

Alarcón: Es fundamental. El primer aprendizaje en el contacto con el jardín es que todo es presente y que no hay posibilidad de planificación porque toda decisión está absolutamente condicionada y contaminada por lo mineral, lo natural y lo animal. Y si nuestra especie desaparece, si estamos verdaderamente condenados a la extinción como creen lamentablemente la mayoría de los científicos serios, eso nos obliga en el aquí y ahora a estar comprometidos. Pero estamos tan impedidos por narcisismo, egoísmo y necesidad extrema que avanzamos por el planeta sin poder frenar. En el no poder parar hay una negación del presente, porque no podemos parar comprometidos con la idea de futuro, paradójicamente. Es decir, queremos estar mejor, queremos pagar nuestras deudas, queremos cambiar el auto, ir de vacaciones, o usar los precios cuidados para estirar el arroz y el pan para llegar a fin de mes. Siempre estamos deseando algo que no tenemos, ¡qué pesadilla!, ¿por qué no podemos estar felices con lo que tenemos ahora, con esta flor divina? ¿Qué más puedo pedir en este instante de mi vida? “El tercer paraíso” es eso, es el presente.

Anfibio

El 20 de enero Fernando Aramburu, célebre escritor español, se paró delante de un micrófono en Madrid para decir que el libro era “una hermosa novela con estructura dual, ambientada en diversos parajes de Chile y Argentina” y que el protagonista “reconstruye la historia de sus antepasados al tiempo que ahonda en su pasión por el cultivo de un jardín en búsqueda de un paraíso personal”. Aramburu también agregó que por todo esto, el jurado que presidía decidía darle el premio a Cristian Alarcón por unanimidad.

En esa misma ciudad, pero casi dos meses después, el periodista Martín Caparrós le preguntó si la novela era el resultado de alejarse de “un doble deber ser, que era ser argentino y escribir sobre la violencia social (por sus primeros libros, “Cuando me muera quiero que me toquen cumbia” y “Si me querés quereme transa”)”. “Cuando dejaste esto te convertiste en un chileno que escribía sobre sí mismo”, le dijo su amigo.

Noticias: ¿Tenía razón Caparrós?

Alarcón: Es bonito pensarlo así, pero no estoy seguro. Sí lo alucinante es que yo me tomo un hongo acá, en el jardín, y la planta me contesta: “Vos tenés que regresar a tu pueblo” para terminar la novela.

Noticias: Y en ese regreso a sus orígenes y a su identidad decidió incluir en el libro el episodio de la testosterona. ¿Lo habló con su madre?

Alarcón: Yo ya le había preguntado a ella por mi experiencia y me había contado muy poco, y cuando le volví a preguntar cambió la cifra de la dosis que había recibido. Así que no le pregunté más. ¿Qué importa si fueron cuatro u ocho las dosis? Si en realidad lo que ocurría era que había un niño que tenía una identidad femenina al que se le imponía una identidad masculina, mediante el golpe, la testosterona, la psicóloga, los médicos y el bullying. Todo le decía que no podía ser femenino, todo le decía que debía ser masculino para sobrevivir, y que masculinidad significaba fuerza y violencia. Todo nos va a llevar al terreno del matrimonio y la monogamia y la persecución de lo familiar a partir de engendrar niños que proseguirán luego con el ciclo infinito que produce el capital. Si nos atenemos a las lógicas del sistema nunca vamos a poder experimentar una auténtica no binariedad. No porque yo sienta que podría ser femenino y masculino al mismo tiempo, porque soy extremadamente feliz en mi masculinidad. Es decir, con todo lo femenino que he sido, que soy y que puedo ser, sigo siendo más masculino. Cuando pienso en la experiencia de la testosterona no pienso en una condena, es una pregunta sobre los otros varones también. ¿Qué es la testosterona? Quizás sea el aire que respiramos y que nos constituye de algún modo autoritario. De modo que la deconstrucción de lo masculino es tremendamente difícil porque, ¿cómo abandonar el lugar del privilegio? ¿por qué nos cuesta tanto cuestionarnos este lugar?

Cristian Alarcón con su hijo y su padre

Noticias: ¿Es muy feliz en su masculinidad?

Alarcón: Soy muy feliz en mi masculinidad. Crítico, pero soy feliz.

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Juan Luis González

Juan Luis González

Periodista de política.

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