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CULTURA | 29-11-2019 11:43

Jorge Luis Borges: del porteño tímido al profesor eterno

Dos libros retoman la figura del autor argentino más reconocido en el mundo. Su rol como docente y el momento clave en su carrera de la mano de Natalio Botana.

Argentina es un país de próceres incómodos y sin dudas Jorge Luis Borges forma parte ese extraño panteón. En la actualidad, dos libros vuelven a acercar al lector al autor argentino más conocido a nivel mundial: Borges Buenos Aires, de Ulyses Petit de Murat, y Borges Profesor, recolección de las clases de literatura inglesa del escritor en la Universidad de Buenos Aires, a cargo de Martín Arias y Martín Hadis. Ambos títulos publicados por Sudamericana sirven para pensar en la figura de Borges a través del paso del tiempo.

Georgie. En 1980, en el marco del cuarto centenario de la ciudad, la por entonces Municipalidad de Buenos Aires le encargó a Ulyses Petit de Murat - traductor, escritor, periodista y compositor- que escribiera un libro sobre la relación del joven Borges con la Ciudad de Buenos Aires. Petit de Murat, amigo de aquella época y acompañante en las caminatas del autor de El Aleph por una ciudad arrabalera y en constante mutación, va a acercar al hombre detrás del mito, al que sus más íntimos apodaban “Georgie” por descendencia inglesa.

Escrito en un tono íntimo producto de cariño y la camaradería, Borges Buenos Aires sirve para ver en detalle algunas de las particularidades que terminaron creando la imagen del gran autor (y gran lector)

“En esa época, por más célebre y candidato al Nobel que fuera, las primeras ediciones de Borges se conseguían por pocos pesos y en sus conferencias quedaban sillas vacías. El personaje era famoso, no tanto el escritor”, señala Nicolás Helft en el prólogo de Borges Buenos Aires, remarcando la importancia de este libro para introducirse en la intimidad de los primeros años del escritor que luego desataría una “borgesmanía”.

Borges Buenos Aires

Escrito en un tono íntimo producto de cariño y la camaradería, Borges Buenos Aires sirve para ver en detalle algunas de las particularidades que terminaron creando la imagen del gran autor (y gran lector) que sería leído y traducido en todo el mundo pese a nunca recibir el Premio Nobel. “Tanto es así que estando de acuerdo con todo lo él decía (...), me tomó de las solapas y con aire de grave reproche, me dijo: ‘¿Quién sos vos para no discutirme?”, recuerda Petit de Morat de esos primeros años en los que un Borges tímido se repartía entre las caminatas porteñas y las lecturas sin fin. 

Otro rasgo de esa timidez se puede leer cuando el autor del libro recuerda los momentos de publicación del primer libro de Borges. “Un día, de un modo medio subrepticio, me dijo que me iba a inferir un libro. Era Fervor de Buenos Aires, publicado en 1923, con una plata que le dio el padre, en número de trescientos ejemplares”. Tiempo después, el propio Borges se encargará de decir que en esos primeros poemas se encontraba, de manera cifrada, todo lo que él haría en sus obras posteriores.

Los dos Borges. A mediados de 1933, Petit de Murat recibió un ofrecimiento de Natalio Botana, el excéntrico empresario de medios uruguayo que estaba al frente de Crítica, la realización de un suplemento cultural para los sábados. Para ese ofrecimiento, puso como condición que Borges sea codirector y Botana aceptó. Así nació La Revista Multicolor, un suplemento que no duró más de un año pero marcará la obra del autor de Inquisiciones. 

“Ahí está la receta de Botana: veinte por ciento de verdad, ochenta de ficción, y que no se distinga bien entre una y otra cosa. Borges adopta esa fórmula, que será una marca registrada de su literatura”

La contradicción entre erudición propia de un lector como Borges y el sensacionalismo del diario más importante de la época, se borra para dar paso a una combinación única que crea el escritor nacido en 1899, a la que décadas después Ricardo Piglia denomina como “Ficción Especulativa”o “Literatura Conceptual”. En los inicios, Botana le pide que escriba cosas de “alto impacto”, que exagere un poco si hace falta, repitiendo su clásica consigna: “un veinte por ciento de verdad para dar base a la nota es suficiente”. 

“Ahí está la receta de Botana: veinte por ciento de verdad, ochenta de ficción, y que no se distinga bien entre una y otra cosa. Borges adopta esa fórmula, que será una marca registrada de su literatura”, remarca Nicolás Helft en el ya citado prólogo.

Resulta curioso pensar esa mezcla de los dos Borges: el erudito lector confinado a la escritura de notas culturales que sean capaces de ser entendidas por el público masivo de Crítica. Sin ir más lejos, Borges había publicado allí, en capítulos, uno de sus libros más importantes: Historia universal de la infamia. María Esther Vázquez, una de las biógrafas de Borges, no duda en asegurar que fue gracias a este trabajo que Borges pudo encontrar su “verdadero destino dentro de la literatura”. Borges dejaría Crítica en septiembre de 1934.

Borges Profesor (Sudamericana)

Borges profesor. Poco más de 30 años después de esa época, llega el momento de encontrarse con un Borges consagrado, director de la Biblioteca Nacional -cargo que ocuparía hasta 1973- y jefe de cátedra en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Borges Profesor, se encarga de recuperar el curso sobre literatura inglesa brindado durante el año 1966, en donde se puede apreciar en primera persona la pasión y erudición de Borges.

La edición e investigación estuvo a cargo de Martín Hadis y Martín Arias, quienes recopilaron las transcripciones de las clases desgrabadas, manteniendo el texto original de cada una de ellas. En su lectura, casi que se puede escuchar la voz de Borges, la cual luego recorrería el mundo en entrevistas nacionales e internacionales. “Esta fidelidad mantuvo, afortunadamente, no sólo el discurso docente de Borges sino también sus comentarios al margen y hasta las palabras coloquiales que el profesor dirigía a sus alumnos”, destacan los autores en la introducción del libro.

Borges Profesor es una nueva oportunidad para disfrutar del conocimiento de Borges, quien siempre sostuvo que la lectura no debía ser obligatoria, sino un placer.

Borges ya ocupaba un lugar de peso en el campo nacional, aunque estaba lejos de ser el genio indiscutible al que el Nobel le era esquivo. Estaba a cargo de la cátedra de Literatura Inglesa y Norteamericana desde 1956 (Jaime Rest, profesor adjunto, daba las clases correspondientes a Norteamérica) y sus clases llamaban la atención de estudiantes por fuera de esa carrera. Las 25 clases que integran este libro dejan en claro por qué: el conocimiento y el amor por la literatura se entremezclan de manera constante, contagiando el entusiasmo por conocer más de los distintos tópicos que van llenando el curso que comprende desde el inglés antiguo al inglés moderno.

"Sabemos que Borges era un hombre gentil; nos consta que no le interesaba la fama. Podemos estar seguros, sin embargo, de que hubiera recibido con agrado el título del que lo hace merecedor este curso: beahgifa, "dador de anillos", distribuidor de tesoros", "repartidor de riquezas", expresión que utilizaban los anglosajones para subrayar la generosidad del rey al repartir el oro entre los hombres", concluye Martín Hadis en uno de los prólogos de Borges Profesor

Sin entrar en cuestiones académicas, este libro es una nueva oportunidad para disfrutar del conocimiento de Borges, quien siempre sostuvo que la lectura no debía ser obligatoria, sino un placer. "Si hay un libro tedioso para ustedes, no lo lean; ese libro no ha sido escrito para ustedes. La lectura debe ser una de las formas de la felicidad", les aconsejaba a sus alumnos.

Esa cercanía, que no por eso iba en detrimento del conocimiento y la rigurosidad histórica, se puede ver en cada una de las clases de Borges Profesor, una especie de coronación de ese porteño tímido que llegó a la redacción del diario más popular de la Argentina y luego a las bibliotecas de todas partes del mundo. 

 

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Gustavo Yuste

Gustavo Yuste

Periodista de Cultura

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