★★★1/2 Lo lindo de esta miniserie de tres episodios, una más en el fructífero campo del policial investigativo es que el caso es simpático y no incluye asesinatos, niños abusados, ni nada por el estilo. De hecho, el cuento base es lindo: un señor secuestró un avión con cero violencia, pidió mucho dinero, tomó algunos tragos, fumó algunos cigarrillos y finalmente se arrojó del avión en pleno vuelo para desaparecer definitivamente. Desde el hecho, en noviembre de 1971, nadie sabe qué pasó con el secuestrador o con el dinero, o quién era; solo se ha vuelto célebre el nombre y generado cientos de fantasías. En aquellos tiempos con bajo control de seguridad, cuando ser piloto o azafata era el sueño de cualquier chico, el avión era casi una criatura fantástica. La miniserie nunca deja de lado esa fascinación por el entorno que le dio más peso mítico a un caso aún irresuelto, diga lo que diga el documental.
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