Friday 19 de April, 2024

ECONOMíA | 30-04-2023 00:39

Con las cuentas en rojo: cajas y vacas flacas

La caída en la recaudación en contexto de superinflación y sin financiamiento, obligaría a un ajuste fiscal que profundizaría la crisis.

Casi como una paradoja, la declamada política mercado-internista promoviendo el consumo como motor de la actividad económica y la distribución del ingreso entre sectores, como palanca del desarrollo encontró un brusco baño de realidad durante este verano.

De pronto, lo que venía anunciándose como una amenaza lejana se convirtió en una pesadilla: el sector agroexportador que había provisto de dólares con récord histórico en 2022 y 2021, se frenó. La sequía se agravó y con ello comenzó un movimiento en cadena que no sólo alteró la estabilidad cambiaria, sino que acentuó el desequilibrio fiscal y terminó empujando la economía hacia la recesión.

¡Pare! Los indicadores del primer trimestre muestran que la actividad económica continuaría con el estancamiento que se insinuó en el tercero del año pasado y la última parte de 2022. En parte por el ahogo externo producto del cepo con que la autoridad económica intenta racionar la escasez crónica de divisas y cuya administración termino dificultando el normal abastecimiento de insumos hacia la producción que venía rebotando desde el sótano de la pandemia. Pero también por las expectativas inflacionarias que mutaron el optimismo del ministro Sergio Massa de noviembre (cuando el IPC subió “sólo” 4,9%) por desconcierto, culpa del índice que duplica la previsión para esta época (7% como piso contra 3,5% mensual que se esperaba antes de fin de año).

Quizás similar a la subestimación inicial con la epidemia del Covid19, no se calibró el verdadero descalabro que, para una economía que todavía no había encontrado su equilibrio macroeconómico, significa la afectación de la principal fuente de exportaciones. Hay campos de zonas núcleo donde la pérdida de esta campaña es casi total y el promedio del norte de Santa Fe y Entre Ríos, por ejemplo, ronda el 40% de merma.

La caída de las exportaciones y la consecuente táctica de acudir a una vuelta más al torniquete importador privó al Tesoro de una de sus fuentes principales de ingresos: representó 12,5% del total en 2022. Pero, a diferencia de los otros tributos, los ligados al comercio exterior impactan directo en las cuentas fiscales federales porque no se coparticipan como el resto.

Al mismo tiempo, los sucesivos Programas de Incremento Exportador (PIE) que terminaron fijando en su última versión un tipo de cambio de $300, implican una pérdida para el Banco Central que aumenta el déficit fiscal y la necesidad de financiar esa recomposición de reservas. Se preveían que se liquidarían hasta US$ 9.000 millones durante toda esta fase, pero los resultados se proyectan muy por debajo de esa cifra. En parte, por las condiciones para ingresar en dicho programa que dificultan las liquidaciones y también porque hay escasez de producto (unos se liquidaron antes y otros, sencillamente no están disponibles por la baja productividad de la tierra este año).

Rojo intenso. Así, las cuentas del primer trimestre del año arrojaron un déficit fiscal más grande que el comprometido con el Fondo Monetario Internacional. La consultora Ecolatina estima que, pese al marcado ajuste real del gasto primario en marzo, “el desplome de los ingresos llevó al Gobierno a incrementar el rojo primario e incumplir con un desvío no menor la meta fiscal acordada con el FMI para el primer trimestre”. Concretamente, el rojo primario acumulado bajo la métrica del acuerdo con el FMI llegó a $690.000 millones en el trimestre (0,4% del PIB, según sus proyecciones), un 56% más que la meta fiscal pautada con el Fondo ($441.500 millones). Y el déficit primario del primer trimestre se situó como el tercero más elevado en los últimos 30 años. Para las estimaciones de la consultora, el impacto de la sequía es tan contundente que “si la recaudación por derechos de exportación se hubiera mantenido estable en términos reales, el rojo primario en el primer trimestre habría sido apenas el 40% de lo evidenciado, y se habría sobrecumplido la meta acordada con el FMI”, indica.

En cascada. La situación combinada de una menor actividad económica, más inflación y la ya mencionada de caída en las exportaciones forman un cóctel de inestabilidad fiscal. El último informe macroeconómico de IERAL analiza que la baja en la cosecha del agro pampeano se espera que resulte aún superior a la registrada en 2009, otro año de sequía. “Gran parte de los fenómenos macroeconómicos registrados en 2009 se repetirán en 2023: contracción tanto de exportaciones como de importaciones, caída interanual del nivel de actividad durante varios trimestres consecutivos, pérdidas de reservas internacionales del Banco Central y mayores desequilibrios fiscales”, anticipa. Pero, a diferencia de lo ocurrido en aquel año cuando la tasa de inflación terminó desacelerándose, en 2023 difícilmente pueda repetirse. “Todos estos efectos potencian la instabilidad de la economía de Argentina y presionan aún más el mercado cambiario como lo hemos visto en los últimos días”, concluye. Un círculo vicioso que retroalimenta la crisis.

Para Nadin Argañaraz, director del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF) la recaudación tributaria arrancó el año “a dos velocidades”: la proveniente del comercio exterior (importaciones y exportaciones), con una caída real importante y, por otro lado, un aumento real leve de los relacionados con el ámbito doméstico, aunque evidenciando un menor al nivel de actividad. Sin embargo, sostiene que de acá hacia adelante el impacto de la sequía va a ser más significativo en los derechos de exportación, pero también en la caída de la actividad económica relacionada con la cosecha e impactará en la recaudación vinculada (impuesto al cheque, combustibles, etc.).

Asi, es posible que este año este hecho, además de otros efectos indirectos puedan restar entre 0,7% y 0,8% del PBI en la recaudación del Tesoro Nacional con fuerte impacto en la meta fiscal comprometida”, explica Argañaraz. A su juicio, esta razón desde hace dos meses se hace prioritario una readecuación de metas con el FMI para evitar situaciones de incertidumbre. Su propuesta era dejar en un mínimo de 2,4% de déficit fiscal como meta, para evitar que por los efectos en cadena de la sequía se siga haciendo una política fiscal “procíclica” en medio de una recesión. “Ahora es lo que está buscando el equipo económico, pero no veo que sea factible seguir bajando el gasto para aportar recursos”, concluye.

Perdedor y ganadores.Sin embargo, en esta cadena de calamidades, algunos sí salen ganando. Los ingresos tributarios y coparticipados de las provincias crecen con la inflación ya que en la estructura tributaria argentina tienen mayor peso los impuestos al consumo (IVA, combustibles) y, entre los tributos provinciales, el de Ingresos Brutos (casi el 80% de los ingresos locales). Jorge Colina, economista de IDESA detalla la forma en la que muchas provincias consiguen tener un superávit financiero que el año pasado fue del 1% de sus ingresos totales. “Si los ingresos no caen tanto porque no dependen directamente del comercio exterior y logran demorar los pagos (sobre todo salariales de la administración pública provincial) se logran un resultado positivo que es invertido en bonos nacionales que también vienen subiendo acorde con la inflación”, detalla.

Esta peculiar cadena de la felicidad seguramente se irá cortando a medida que se sienta el impacto en las economías regionales de las malas campañas con la consecuente caída en la recaudación a raíz de una actividad económica atada a la suerte del sector. Quizás en los meses en que el clima de, al fin, una buena noticia para el campo y, una vez más, una buena cosecha volverá a tirar un salvavidas al país que casi olvidó que sigue dependiendo de los buenos precios y el azar meteorológico.

 

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Tristán Rodríguez Loredo

Tristán Rodríguez Loredo

Editor de Economía.

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