Thursday 5 de December, 2024

ECONOMíA | 25-04-2023 08:37

Operaciones, pronósticos fallidos y un dólar sin control: la Argentina de precios acelerados

Lejos de converger a un 3,5% mensual pronosticado por Sergio Massa, la inflación muestra un piso del doble con la modea estadounidense en aumento.

En la última tapa de NOTICIAS ocurrió un hecho inédito: los diez economistas consultados, cada uno con su orientación política pero que no están trabajando oficialmente en los equipos de los precandidatos en danza, tuvieron un diagnóstico convergente con respecto a la crisis por la que atraviesa la economía argentina. Esto sólo podría ocurrir cuando no pasa nada o cuando las variables comienzan a mostrar una dinámica preocupante. Y este es el caso.

Los números. Nuevamente la luz que encendió las alertas fue la cifra que anunció el INDEC el viernes 14 de abril, luego del cierre de los mercados y que sorprendió a propios y ajenos: 7,7%. Las estimaciones privadas que para fin de marzo que habían anticipado las consultoras que miden cada mes la inflación (y que en el cómputo anual terminan coincidiendo casi con exactitud con el número oficial) ya ponía al 7% no como un techo sino como un piso en esta etapa de “la guerra contra la inflación” que en marzo cumplió un año de imperceptible vigencia.

EcoGo es una de ellas y ya modificó en una semana el pronóstico de lo que se espera para este mes: pasó del 6,5% en la primera semana al 7% en la segunda. Su director Asociado, Sebastián Menescaldi, cuenta que los precios se vienen acelerando y que probablemente el salto del tipo de cambio informal y la inflación de marzo provoquen nuevas actualizaciones hacia delante. “Esperemos que no deje una base de 7% mensual en adelante porque eso sería preocupante”, acota. En su informe semanal, EcoGo subraya la injerencia de muchos aumentos postergados que se van produciendo durante la primera parte del mes (como el aumento de las cuotas de las prepagas, por ejemplo) y la constante presión alcista en los alimentos, que ya proyectan un 8,1% para abril.

Por su parte, los datos del relevamiento de precios de C&T Asesores Económicos para el Gran Buenos Aires de la segunda semana de abril muestran una variación de 7,2% en relación con la misma semana de marzo, lo que sugiere que la inflación del mes estaría también en torno a 7%. “La aceleración sí la observamos durante la primera semana, sobre todo en alimentos; luego en la segunda y tercera hubo cierta moderación, pero la envión inicial genera un arrastre para el resto del mes, por lo que proyectamos una inflación que puede estar arriba del 7% para abril” explica su director, Camilo Tiscornia.

Encarnados. El rubro Alimentación y Bebidas es en el que se concentra la atención inmediata cuando sale el índice del INDEC. Siempre tuvo un gran peso en el índice, pero sobre todo en la conformación de la canasta familiar y los índices de pobreza e indigencia. Durante 2021 y buena parte de 2022 el rubro subió menos que el promedio general. En el último año, ese ítem creció 95% contra 94,8% del IPC, evidenciando la recuperación de los últimos meses que se acentuó durante lo que va de 2023. Pero la sequía alteró el ciclo ganadero, haciendo subir en el último trimestre el precio de la carne, con fuerte incidencia en el promedio. Es que con poco pasto los ganaderos preferían anticipar las liquidaciones de vientres antes que comprar alimentos o perder más peso, por lo que durante buena parte del año el precio de la carne se mantuvo muy por debajo de la inflación (casi la mitad). Este proceso se revirtió cuando el proceso se detuvo y la menor oferta en el mercado se tradujo en precios que llegaron a duplicar al índice general. Se estima que en el primer trimestre del año la carne vacuna aumentó 50% y también empujó la suba de sus sustitutos: la de pollo y la de cerdo, que también dependen del costo del alimento como insumo (maíz y balanceados), también en alza por la sequía.

Servicios. Otro factor que hasta este verano era un “ancla” inflacionaria y ahora se convirtió en un motor son las tarifas de los servicios públicos. El retraso crónico que sufre el sector desde el 2020 se debió a la incidencia sobre la canasta familiar y a sobreactuar una política de divorciar el costo del servicio de su precio. La brecha entre ambos valores fue cubierta por subsidios que pronto impactaron en las cuentas fiscales: se estima que, en conjunto, llegaron al 2% del PBI durante 2022. Las constantes promesas de corrección ante los reiterados pedidos del FMI en cada revisión de cuentas no pudieron barrer con ese tabú y la solución fue la “segmentación” tarifaria que tardó un año en entrar en vigor. Recién en abril están llegando las primeras facturas de servicios eléctricos, por ejemplo, con su impacto monetario. Pero la dinámica inflacionaria amenaza con diluir muy pronto todo el esfuerzo discursivo para desandar un camino iniciado con la gestión de Alberto Fernández. El monto requerido de subsidios volverá a incrementarse porque los costos subirán mucho más rápido que los ingresos.

El sistema original elaborado para las privatizaciones hace 30 años (audiencias públicas con participación de los entes reguladores) es compatible con una economía con estabilidad de precios. El giro empezó hace un año, con los pronósticos fallidos de una inflación que prometía estar en el 45% anual para 2022 y 60% para este año. La realidad terminará siendo el doble de aguafiestas si las proyecciones de 120% anual para 2023 en el que coincidió el consenso de economistas que van corrigiendo continuamente para arriba los pronósticos del Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) publicado mensualmente por el Banco Central (son 40 fuentes profesionales, entre consultoras, universidades y centros de estudios). La última cifra del IPC por ejemplo muestra una brecha de 1,4% entre lo pronosticado en el REM y lo ocurrido. En síntesis, estamos frente a un corrimiento de las expectativas hacia un entorno de alta inflación y fuerte “nominalidad” de las variables en todos los frentes.

El dólar, otra vez.  Precisamente el otro termómetro que las expectativas fueron eligiendo en épocas de inestabilidad es el dólar. Bueno, por obra y gracia de la fragmentación del mercado cambiario, no podemos hablar hoy de uno sino de su conjunto. Mientras el “tipo de cambio oficial” se aferra a seguir siendo la resultante del “mercado único y libre de cambios” (MULC) también sufrió el desgaste de tres años de su manipulación para quedar por debajo del IPC. Un ancla inflacionaria que distorsionó el mercado y obligó a ir cercándolo con restricciones que regulaban tanto el acceso del bien cada vez más escaso como el de liquidación de las exportaciones. También el pedido del FMI por una mayor transparencia y un valor más realista obligó a adoptar desde este verano una mayor velocidad a las micro devaluaciones diarias, estabilizándose entre el 6% y el 7% mensual, pero que tampoco alcanzarían para compensar la pérdida de valor relativo anterior ni para alcanzar un eventual nuevo salto del IPC mensual.

En el centro de esta especulación está la escasez crónica de divisas, en parte por la intervención del mercado que la incentivó y agudizada por una sequía histórica. FADA calculó que, en promedio, cada productor agrícola cedió el 79% de su renta durante marzo a favor del Estado. Se estima que la merma en el saldo exportable final durante el año rondará los US$20.000 millones, casi una quinta parte de las exportaciones totales de 2022 pero una cifra incompatible con un Banco Central que carece de reservas. Jorge Colina, de IDESA, estima que abril podrían estar en los US$1.800 millones en su versión “netas”, que no es la que sigue informando el BCRA en las que mezcla créditos y encajes bancarios de depósitos en dólares (y que se van drenando lenta pero constantemente).

Dicha escasez se intenta paliar en dos frentes. Por un lado, pasando la gorra en cuanto ente crediticio internacional exista, con swaps de monedas para no utilizar los dólares en el intercambio con ese país y obligado a los importadores a postergar pagos. Pero también obliga a seguir echando mano al recurso de los programas de estímulo a la exportación (las sucesivas versiones del “dólar soja”) que, si bien impacta en el corto plazo con liquidaciones adicionales, altera el mercado futuro. Incentiva al exportador a conductas de reflejo condicionado, como el perro de Pavlov, a la espera de un nuevo valor salvador.

El acelerador. Finalmente, el marco de un año electoral-presidencialista sensibilizó las expectativas. Fernando Marull (FMyA) compara las tasas de inflación mensual con un antecedente escalofriante: fin de 1988, poco tiempo antes de la aceleración nominal que desembocó en la híper en plena campaña electoral con Carlos Menem como protagonista, prometiendo el salariazo y la revolución productiva. Hasta diciembre de 1988 los números daban similares (7% contra 7,7% de marzo de 2023) pero en febrero saltó a los dos dígitos (10%) y allí no paró hasta el 196% de julio. ¿Estamos frente a una escalada similar? Rápidamente podremos encontrar diferencias, pero la sola mención de un camino ascendente en un entorno de disputa política e incertidumbre alarma. Recordemos que al récord de inflación mensual de julio le siguieron 20 meses de inestabilidad antes de encontrar la todavía discutida calma de 1991.

 

 

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Tristán Rodríguez Loredo

Tristán Rodríguez Loredo

Editor de Economía.

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