La humanidad se enfrenta a grandes y nuevos desafíos para superar la incertidumbre que arrojó en todo el mundo la pandemia COVID-19. Los tiempos se aceleran y las respuestas acerca del rumbo que tomará el nuevo viraje histórico global permanecen abiertas.
El velo de la supremacía de la globalización como modelo único y totalizante se corre mientras cae el mito dominante de un capital financiero circulando desenfrenado en un mundo sin fronteras.
Se despliega la oportunidad de construir un nuevo horizonte de época. La épica de la esperanza está en las grandes mayorías y su capacidad de hacer historia y superar los males.
La fortaleza del entramado comunitario enhebrado por las organizaciones sociales desde la hermosa profundidad de nuestro pueblo deberá combinarse con las acciones de un Estado necesario que puede revitalizarse frente al mercado si adopta medidas redistributivas y se anima a enfrentar a las grandes elites empresarias.
El día después es hoy porque ha llegado el momento de superar falsas dicotomías y enfocar las acciones en los nudos centrales del conflicto. Apenas el 1% de la población concentra la mitad de las riquezas de todo el planeta. Por eso, las medidas redistributivas son prioritarias a la hora de pensar un nuevo mundo posible.
El día después es hoy porque ahora es cuando se deben tomar definiciones que orienten el devenir. La expropiación de Vicentin, la creación de empresas nacionales, el impuesto a las grandes fortunas, la energía, los puertos, los bancos, la deuda, los bienes comunes, el modelo productivo. Tenemos la oportunidad de debatir todo y contornear el país que queremos.
Vicentin es la punta del ovillo y pone en agenda un debate estructural: ¿Quién maneja Argentina? ¿Quién controla la producción? ¿Quién genera la riqueza? ¿Cómo construir empresas públicas? ¿Bajo qué modelo productivo? ¿Cómo fortalecemos el Estado frente al poder financiero? ¿Se puede hablar de soberanía alimentaria sin plantear una reforma agraria integral?
De alguna manera se pone todo en debate aunque la intervención y la expropiación sean los emergentes. El principal recurso que tiene Argentina es lo que ingresa a través de la agro exportación. Carlos del Frade, Diputado Provincial por el Frente Social y Popular de Santa Fe y miembro de la Comisión de seguimiento e información del caso Vicentin, informó: “Vicentín es la primer agroexportadora y ganó, según el último balance que presentó, 30.000 millones de pesos. Hoy, sin embargo, tiene una deuda de 1.350 millones de dólares. Hubo algo en el medio, la justicia penal paraguaya denunció a la empresa por lavado de dinero y fuga de capitales por 200 millones de dólares. Esto fue posible por la complicidad de funcionarios corruptos del Banco Nación, del Banco Central de la República Argentina y de la Administración General de Ingresos Públicos durante el macrismo. Ha sido tan grosero, que en noviembre del 2019, cuando todo el mundo sabía que la empresa estaba en cesación de pagos, el Banco Nación le dio 26 créditos con absoluto conocimiento de causa del ex Presidente de la nación Mauricio Macri”.
En Argentina hay trece agro exportadoras de las cuales diez son extranjeras. La posibilidad de poner en pie una empresa nacional y asumir desde el Estado el control estratégico y político de la misma está abierta para que la soberanía alimentaria deje de ser una consigna.
Quienes se oponen a la expropiación son los mismos sectores oligárquicos, liberales y anti pueblo que concentran la riqueza en nuestro país. Por lo tanto, avanzar con estas medidas es trazar el lado correcto del camino.
Mientras tanto, el crepitar del fuego de las ollas populares sigue chispeando en todo el país. En el corazón de un pueblo enorme que resiste toda adversidad con la fortaleza del compañerismo y la solidaridad.
Las dispersas cacerolas de la derecha opositora no parecen ser una amenaza, por ahora. Quedará ver si alguien cede ante su barullo.
La preocupación, ante la propagación del virus, crece en las villas de la Ciudad de Buenos Aires y los Barrios Populares. Nuevamente el entramado comunitario de las organizaciones populares se torna imprescindible y su accionar permanente en la primera trinchera emociona y salva vidas.
Ese entramado no tiene límites ni fronteras. Las prácticas cotidianas de cuidado deberán ser pensadas y proyectadas a gran escala porque serán centrales y necesarias en los tiempos por venir.
La experiencia histórica en nuestro país pone de manifiesto el valor inmenso y el protagonismo de la fuerza social organizada a la hora de generar grandes transformaciones sociales, políticas, económicas y culturales. Es imposible proyectar un Estado inteligente sin tener en cuenta ese valor y su potencia al momento de medir las correlaciones de fuerza.
La utopía neoliberal se desvanece y frente a ella emerge la esperanza humanizante de los pueblos que tienen ante sí, nuevamente, la oportunidad de reinventarse. El día después es hoy porque el tiempo de trazar nuestro futuro es ahora.
* La autora es periodista y militante del Movimiento Popular La Dignidad.
por Laura Bitto
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