Tuesday 23 de April, 2024

ECONOMíA | 12-11-2019 11:13

No aprendemos más: la maldita bendición de los recursos naturales en Latinoamérica

En México y Sudamérica finaliza una década de ajuste, en medio de crisis políticas, después de las vacas gordas de los commodities.

Arde Venezuela, arde Ecuador, arde Chile, arde Bolivia. Hace pocos años ardió Brasil. Pierden los gobiernos en la Argentina, puede ocurrir lo mismo en Uruguay, ya pasó hace no mucho en Perú, Colombia o México. Detrás de todo esto hay muchos motivos intrínsecamente políticos, pero también algunos de ellos derivan de las crisis económicas o de la desaceleración del crecimiento de la actividad y de las mejoras sociales que se había visto en la década anterior, cuando las principales exportaciones de Sudamérica y fuente clave de los ingresos estatales de México, las materias primas, valían mucho dinero. Bolivia es el país que más crecía en la región, con mejoras sociales, pero también se convirtió en el de mayor déficit fiscal por el abaratamiento de las commodities y así es que debió recurrir otra vez al endeudamiento. 

Nos pasa una y otra vez y nunca aprendemos. Sabemos que los productos básicos tan abundantes en la región -granos, petróleo, minerales- tienen precios cíclicos, que en la historia se repitan épocas de vacas gordas y vacas flacas. También conocemos de sequías e inundaciones, que ahora se agudizan con el cambio climáticos, y que arruinan las cosechas. Pero no nos entra la lección. 

Engordamos el gasto en las buenas, en la década pasada lo hicimos para crecer y por primera vez en la historia reducir a la vez pobreza y desigualdad en la región más inequitativa del planeta. Pero cuando vienen las malas no podemos sostener la estructura que armamos y empiezan los ajustes deseados o no deseados. Y vuelta a empezar. Algunos países como Chile ahorran cuando las cotizaciones de los recursos naturales ascienden, pero lo que juntan tampoco les alcanza para continuar el proceso inacabado al desarrollo. Y la frustración se acrecienta.

Chile mejoró mucho en las últimas décadas pero sigue en la llamada trampa de países de ingresos medios. Nunca se convirtió en país desarrollado, para desazón de los chilenos. Resulta llamativo entonces ponerlo como modelo. ¿De un país que quedó en el camino, pero nunca dio el salto? ¿Por qué no buscar uno que sí llegó a destino? 

La renta per capita es solo una medida que refleja el desarrollo y desconoce el tamiz de la igualdad, pero nos deja bien claro qué países que sí ascendieron a Primera y están bien lejos de nosotros: Corea del Sur -países del que venían inmigrantes hasta los 80- tiene un PBI por habitante de 31.000 dólares; España -de donde llegaban hasta los 50-, 30.000; Taiwán -otro tigre asiático-, casi 25.000; Portugal -pese a sus crisis y a ser el "pobre" de Europa Occidental-, 23.000; República Checa -que como pocos logró con éxito la traumática reconversión desde el comunismo-, casi también; y hasta la hundida Grecia, 20.000. Debajo de esa línea están Uruguay, con 17.000; Chile, con 16.000, y vaya a saber cómo queda después de esta crisis; Panamá, 15.000; Costa Rica y la Argentina, 11.000; México 9.800 y Brasil, 8.900. Más atrás, República Dominicana, 7.800; Perú, 7.000; Colombia, 6.600; Ecuador, 6.300; Paraguay, 5.800; Guatemala, 4.500; El Salvador, 3.900; Bolivia, 3.600 y Venezuela, 3.300.

Ni la bendición de disponer de recursos naturales ni su explotación, a veces salvaje, no han traído el salto al desarrollo. Es lo que tenemos más a mano, pero no alcanza. No es que no haya que aprovecharlos, pero eso solo resulta insuficiente e incluso muchas veces dañino para la salud humana, el medio ambiente y otras actividades económicas desplazadas. Los intentos por desarrollar una industria que solo pueda competir en el mercado interno u otra que se ensambla y agrega poco valor pero abastece a Estados Unidos -como la llamada maquila de México y Centroamérica- tampoco sirvieron para completar el recorrido y no quedar a mitad del río. Son las alternativas más baratas para zafar de la dependencia de las materias primas, muchas veces promovidas por empresarios locales y protegidas por los gobiernos, pero insuficientes para completar el cambio.

“El descuido de las capacidades productivas ha hecho que las personas piensen que no importa qué países producen más: ‘los ingresos no importan’, ‘no importa si produces papas fritas o micro chips’”, disertó en agosto en Chile el economista surcoreano Ha-Joon Chang, profesor de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) y autor del bes-seller “23 cosas que no te cuentan sobre el capitalismo”. “En el corto plazo es verdad, a quién le importa cómo tienes dinero, pero en el largo plazo tiene serias consecuencias. Esto ha hecho a muchos países en vías de desarrollo complacientes en relación a su dependencia con las materias primas o el ensamblaje barato. Sin embargo, en el largo plazo las diferentes actividades económicas dan un alcance diferente en cuanto al crecimiento y al desarrollo tecnológico. El descuido de las capacidades productivas también ha significado que las políticas han adquirido sesgos de corto plazo”, planteó Chang.

La experiencia de Corea del Sur o de los países nórdicos consistió en que el Estado orientara al sector privado a la vanguardia tecnológica. Podemos decir que no tenemos la plata para hacerlo, que aprovechemos lo que tenemos a mano, que la división internacional del trabajo establecida por las grandes potencias al Este y al Oeste no nos lo permitiría, que no tenemos trabajadores tan abnegados, pero mientras ponemos excusas seguimos entrampados en la misma. Y así se nos fue esta segunda década del siglo XXI en Latinoamérica, década que en términos económicos ha sido perdida para algunos países y poco provechosa para el resto. Y cuando la realidad económica se empobrece y se aleja de los sueños o de la justicia social, o al menos se estanca, sobrevienen crisis políticas, amén de los condimentos propios que derivan en casos gravísimos como el nuevo golpe militar en Bolivia.

Galería de imágenes

Alejandro Rebossio

Alejandro Rebossio

Editor de Economía y columnista económico de Radio Perfil.

Comentarios