Aquel país que sufra más de un 50% de inflación mensual puede declararse en hiperinflación. Como le sucede a Venezuela. Como le pasó a la Argentina en el final del gobierno de Raúl Alfonsín en 1989. Como la sufrió Alemania hace 100 años o Zambia, Corea del Norte y Zimbabwe en 2008/2009.
¿La Argentina corre ahora el mismo riesgo? Más allá de algunos economistas escandalosos que lo vaticinan sin dudarlo, los más serios críticos del Gobierno consideran que se trata de un escenario posible pero menos probable. Sostienen que Alberto Fernández y Cristina Kirchner tienen claro el impacto socioeconómico y político que una híper causaría.
En el Banco Central, que conduce Miguel Pesce, juzgan el temor a la híper como un “disparate”. En su último informe de política monetaria, esa entidad admitió el fuerte aumento de la emisión de dinero para financiar al Tesoro en su asistencia a personas y empresas ante el coronavirus, pero anticipó prudencia una vez pasada la amenaza sanitaria: “Una vez superada la pandemia, el crecimiento de la demanda de dinero que trae aparejada la recuperación económica contribuirá a absorber una importante porción de los recursos volcados al mercado. En este sentido, la monetización de la economía argentina se encontraba al inicio de este proceso en niveles históricamente bajos, y este Banco Central cuenta con una amplia gama de herramientas para esterilizar los excesos de liquidez que pudieran emerger una vez superada la crisis. En paralelo, el compromiso asumido junto al Ministerio de Economía de la Nación, en vistas de desarrollar un potente mercado de deuda en moneda local, favorecerá la canalización de los excesos de liquidez hacia las necesidades de financiamiento latentes en nuestra economía”.
Ni Pesce ni el ministro de Economía, Martín Guzmán, están despreocupados por la emisión. En 2016, cuando era un académico en la Universidad de Columbia, Guzmán criticó al “amigo” Axel Kicillof como ministro de Economía por pensar que siempre se puede crecer impulsando la demanda, que en el segundo gobierno de Cristina Kirchner se había sostenido a fuerza de emisión monetaria. Tampoco el actual ministro comparte la visión de que darle a la maquinita de billetes es de por sí inflacionario, como alegaba Federico Sturzenegger, el primer presidente del Banco Central macrista que debió renunciar en plena devaluación de 2018 y ahora sigue dando lecciones en la Universidad de San Andrés y en Twitter.
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