Este momento de la pandemia en la Argentina se parece mucho al juego infantil que consiste en cantar: “Juguemos en el bosque, mientras el lobo no está. ¿Lobo está?” Como todo adulto recuerda, la trampa está en que el lobo nunca terminaba de estar listo para salir a cazar, hasta que de pronto, tomando a todos por sorpresa, saltaba mostrando sus garras y dientes. La analogía con la amenaza del Coronavirus es evidente en la fase que este fin de semana deberá inaugurar Alberto Fernández, cuando anuncie las restricciones que se levantan y las que todavía siguen vigentes, con la tramposa misión de ir saliendo de esta tensa calma sin quedar atrapados en una emboscada sanitaria.
El equipo que asesora al Presidente para armar su mensaje al país tiene claro que, esta vez, el humor social exige más relajamiento que refuerzo de la cuarentena. Los motivos son tanto el miedo al crack económico como al colapso psicológico en el seno de los hogares. Por eso el Gobierno y sus consejeros vuelven a coquetear con la idea de las salidas recreativas, esta vez con la novedad de permitir paseos con los más chicos. Pero como siempre rige el lógico miedo oficial de que él lobo viral salga a hacer estragos en el bosque, esta medida corre el riesgo de quedar en pura promesa, tal como sucedió en el discurso presidencial pasado, cuando mencionó de modo confuso la posibilidad de que se pudiera salir a correr.
Por eso el equipo presidencial sabe que esta vez debe cuidarse mucho de evitar los falsos positivos en el relato de cuarentena. En la desesperación por llevar alivio, el Presidente corre el peligro de hablar, o incluso de firmar, más de lo prudente. También le toca al staff de Olivos afinar el PowerPoint del profe Alberto, para evitar ciertas incongruencias en la presentación de las curvas comparativas optimistas, y por momentos triunfalistas, que aclaran temas pero también los oscurecen.
Para decirlo bien simple: ya es tiempo de una explicación presidencial más amplia y profunda sobre la cuestión de los tests como herramienta de control de la pandemia. ¿El Gobierno cree en la utilidad de hacer más y mejores testeos? ¿Destina los recursos necesarios para incrementarlos considerablemente? ¿Vale la pena hacer ese gasto, o se lo hace para conformar a los millones de argentinos anti K que los reclaman? En medio de tanta incertidumbre por el enigmático Covid-19, no está mal que el Presidente habilite y conduzca un debate nacional inteligente sobre cómo será la manera argentina de encarar la salida de esta cárcel viral, con pocas desgracias pero también sin falsos relatos positivos.
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