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EN LA MIRA DE NOTICIAS | 17-04-2020 11:35

Dios es argentino, el virus también

Claves para entender el plan que el Presidente insinuó en su mensaje sobre el “default virtual” del país.

Alguna vez, Jorge Luis Borges escribió, sin saberlo, una sabia receta contra las alucinaciones inducidas por el Coronavirus. El genial escritor decía así: “Nada se edifica sobre la piedra, todo sobre la arena, pero nuestro deber es edificar como si fuera piedra la arena”. El legado borgeano viene como anillo al dedo en la Argentina de hoy, en la que parecemos insistir, más convencidos que nunca, en hacer exactamente lo opuesto del consejo borgeano. Vivimos al día, y el cimbronazo de la pandemia nos dio aún más excusas para creernos la fantasía de que se puede llegar a buen puerto sin plan ni hoja de ruta, solo sorteando cada obstáculo que se nos viene encima.

 

La presentación de Alberto Fernández en Olivos para intentar resolver el problema de la deuda es un ejemplo de este cariño nacional por la improvisación. Aunque la intención de hacer trasladar a los gobernadores de todo el país fue mostrar solidez en la foto que verán los acreedores externos, la escena oficial no pudo ni siquiera mostrar la mínima concordancia en el enfoque sanitario de la cuarentena: unos usaban barbijo, otros no, e incluso algunos lo llevaban colgado como una bufanda inútil.

 

Lo mismo pasó con el discurso presidencial. Fernández dijo que estamos: “prácticamente ante un default virtual”. O sea, no se entiende si ayer se declaró un default, o se advirtió sobre un default, o se celebró un default al estilo Rodríguez Saá pero en tono de luto pandémico. Y no se trata de un error comunicacional, porque el truco de dar vuelta los argumentos como un guante fue la clave del mensaje presidencial. Alberto rechazó las críticas malpensadas que lo acusan de usar el Coronavirus para dilatar los tiempos de la negociación, y explicó que esta oferta demuestra lo contrario. Sin embargo, se podría leer la jugada al revés: el Gobierno se apura a proponer un pagadios hasta el final de su mandato, aprovechando la incertidumbre mundial y nacional, de modo que nadie se atreva a exigirle hoy lo que se le viene pidiendo desde que arrancó la campaña electoral: cuál es el plan económico de Alberto y Cristina para salvar a la Argentina.

 

Lo único que aclaró el Presidente es que estuvo charlando con su vice y que coincidieron en que el Coronavirus es la gran oportunidad para cambiar la situación crónica de inequidad que padece el país. Y el ministro Martín Guzmán prometió que el impuesto excepcional a la riqueza será apenas un ingrediente más de un paquete más amplio. Pero el plan nunca llega. O quizá el kirchnerismo opina que, finalmente, llegó.

 

Así como Néstor Kirchner pudo navegar gracias al viento de cola del boom global de los “commodities”, tal vez ahora el oficialismo imagina a la pandemia como un viento en contra pero que juega a favor, dando excusas para jugar al fin del mundo capitalista tal como lo conocemos. El problema es que en los centros del capitalismo mundial se apuran a descubrir vacunas y remedios al Covid-19. Así que a los argentinos acaso nos quede muy poco tiempo para seguir soñando, de manera irresponsable, con una pesadilla salvadora. No solo Dios es argentino: parece que el virus también.

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Silvio Santamarina

Silvio Santamarina

Columnista de Noticias y Radio Perfil.

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