Hoy es un día raro. Como todos los días de esta pesadillesca cuarentena, pero un poco más de lo habitual. Mientras el Presidente convoca a los gobernadores a un encuentro de cuerpo presente en Olivos, la Vicepresidenta se pelea con la oposición en el Senado porque quiere que las sesiones se realicen por teleconferencia, y que la Corte certifique su validez legal. ¿En qué quedamos? No queda claro si el Ejecutivo quiere distancia o o si prefiere cercanía. Por momentos, pareciera que el Gobierno, y algunos empresarios, aprovechan la pandemia como el comodín en la manga para salirse con la suya sin obstáculos ni objeciones, como si la sociedad fuera una gran teleconferencia por Zoom, con todos los demás silenciados en modo "mute".
Es un día raro. Para proponerle a los bonistas lo que probablemente no aceptarán, Alberto Fernández hizo viajar a los gobernadores, a pesar de los obstáculos que impone la cuarentena, para una foto de apoyo al gran paso oficial hacia el default tan temido. Aunque el peronismo y la clase política en general juran haber internalizado la autocrítica de aquel aplausazo al Adolfo Rodríguez Saá cuando anunció el default de 2001, el acting de esta tarde se parece bastante, en una versión minimalista, más sobria quizá, pero no menos teñida de chovinismo.
Es cierto que, entonces como ahora, el peronismo tiene el argumento válido a su favor de que los compromisos financieros que le toca defaultear fueron contraídos en buena medida por administraciones anteriores, de signo no peronista. Pero también es cierto que aquellas gestiones “gorilas” habían heredado cuellos de botella fiscales asfixiantes. Sin embargo, el plan que propone ahora el albertismo a los acreedores de la Argentina es un largo período de gracia que, casualmente, se extenderá hasta el final del período constitucional que corresponde al mandato de Les Fernández, con lo cual, la calesita del eterno pagadios continuará condenando a los sucesivos gobiernos, y mucho más a millones de argentinos afectados por los costos económicos de largo plazo de vivir en un país sin crédito y desacreditado.
Hay un dato que alivia el clima de fracaso nacional de hoy: el miedo al Coronavirus sacó al default de la lista de problemas urgentes en la opinión pública. Y la sensación de que todo el planeta se encuentra en estado de emergencia sanitaria y crisis económica, nos hace sentir menos peores. Mal de muchos, consuelo de tontos, decían las abuelas: pero igual hoy nadie las escucha porque están con barbijo y en aislamiento social obligatorio.
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