Las reglas de oro en la empresa familiar: porque en familia, mejor con GPS…

En toda familia hay ciertas “reglas no escritas”. Como no tocar el control remoto cuando papá mira fútbol, o no hablar de política en la sobremesa si está la tía Marta. Pero cuando la familia, además de compartir domingos de ravioles, comparte una empresa… las reglas necesitan algo más que la memoria colectiva. Necesitan estar escritas, claras y, sobre todo, acordadas.

Las llamamos “Reglas de Oro” porque son los principios que ayudan a tomar decisiones sin que nadie termine subido al escritorio al grito de “¡yo fundé esta empresa con mis manos!”. Son las que guían desde lo más filosófico hasta lo más concreto: cómo discutimos, cómo decidimos, y cómo salimos del embrollo si no nos ponemos de acuerdo.

1. Los valores primero

Toda empresa familiar debería hacerse esta pregunta: ¿cuáles son los valores que no estamos dispuestos a negociar? Respeto, honestidad, esfuerzo compartido… estos principios son el faro en la tormenta, la brújula cuando las emociones nublan la razón.

2. Participación para todos, no solo para los de carácter fuerte

Es habitual que siempre hablen los mismos (y que los demás finjan anotar cosas para no entrar en el debate). Establecer turnos de palabra, instancias de reunión específicas y hasta herramientas como encuestas internas ayudan a equilibrar voces.

3. Que todos se sientan escuchados (y no solo tolerados)

Escuchar no es dejar hablar mientras uno piensa su contraargumento. Es tomarse en serio lo que el otro dice. Para eso sirven facilitadores, moderadores internos o hasta el uso de protocolos ágiles donde cada voz tiene su lugar sin interrupciones.

4. ¿Y si no hay acuerdo? ¿Decidimos por mayoría o por consenso?

El consenso es ideal, pero no siempre posible. Por eso, definir el método de decisión es clave. ¿Se decide por mayoría simple? ¿Mayoría calificada? ¿Y en caso de empate? (¡No vale tirar la moneda del abuelo, que siempre sale “cara”!). Puede establecerse un voto de calidad —por ejemplo, del presidente del consejo— o apelar a una tercera opinión. Lo importante es que esta regla se acuerde antes del conflicto, no cuando ya estamos en plena tormenta.

5. ¿Mediadores externos? Sí, por favor.

Cuando las emociones suben, la escucha baja. Traer un coach, mediador o asesor externo no es señal de debilidad sino de madurez. Alguien sin apellido en el timbre puede ver lo que la familia no logra ver desde adentro.

6. Empresa primero, ego después

Los criterios para priorizar los intereses del negocio deben estar claros: sostenibilidad, impacto financiero, compromiso con los empleados, por ejemplo. Y una regla dorada: lo que conviene a uno no puede perjudicar a todos.

7. Decisiones basadas en datos, no en corazonadas

“Siempre lo hicimos así” no es estrategia. Usar informes, métricas, datos reales, y no solo intuiciones, mejora las decisiones y reduce las discusiones.

8. Transparencia: ni poca, ni excesiva, sino justa

La familia necesita saber cómo se decide, qué se decide y por qué. No hace falta subir las actas al grupo de WhatsApp familiar, pero sí generar reportes claros y espacios donde las decisiones se expliquen.

9. El compromiso no se presupone, se define

¿Quién hace qué? ¿Qué rol tiene cada uno? ¿Qué se espera de los miembros que trabajan en la empresa y de los que no? Dejar esto por escrito evita enojos y comparaciones (sí, como cuando uno lava los platos y el otro se escapa a “hacer llamadas urgentes”).

10. El protocolo se revisa, como el aceite del auto

Las reglas no son eternas. La familia cambia, el negocio también. Establecer una revisión anual o bianual del protocolo familiar permite que siga siendo útil, y no un documento olvidado en un cajón.

Mariela del Valle Aguilera

En definitiva, la familia empresaria necesita acuerdos. No para evitar los conflictos —que, tarde o temprano, llegan— sino para atravesarlos con madurez, respeto y una visión que honre tanto la historia como el futuro. Porque cuando hay reglas claras, se cuida no solo el negocio, sino también los lazos que le dan sentido.

El protocolo no es un freno: es un acto de amor, una manera concreta de decir “esto nos importa” y “queremos seguir juntos, incluso cuando no pensemos igual”.

Y como solemos decir quienes acompañamos a estas familias con historia, sueños y desafíos:
“Las empresas crecen con números, pero perduran con acuerdos... y un acuerdo a tiempo vale más que mil reuniones de emergencia.”

Mariela del Valle Aguilera

Prager 94 – Villa Carlos Paz – Cba.