Thursday 5 de June, 2025

ESPACIO NO EDITORIAL | 23-04-2025 12:24

Sembrar emociones, cosechar bienestar: una mirada al desarrollo humano. Por Lic. Ingrid Ávila

Cuando hablamos de calidad de vida, solemos pensar en salud física, estabilidad económica o éxito laboral. Pero hay una dimensión igual de esencial que, muchas veces, queda en segundo plano: el mundo emocional.

Nuestras emociones nos atraviesan a diario —en decisiones, vínculos, aprendizajes y crisis—, y aprender a gestionarlas no debería ser un lujo, sino una prioridad.

Gestionar emociones: una habilidad clave para la vida. La gestión emocional no consiste en reprimir lo que sentimos, sino en reconocerlo, comprender su origen y actuar en consecuencia. Implica aceptar nuestras emociones, incluso aquellas que resultan incómodas, y usarlas como guía en vez de obstáculo.

Esta capacidad es considerada una meta-habilidad, es decir, una competencia que potencia todas las demás. Cuando sabemos gestionar lo que sentimos, somos más capaces de aprender, trabajar, resolver conflictos, vincularnos de manera sana y sobreponernos a los desafíos.

Los cinco pilares de la inteligencia emocional: Lejos de ser un rasgo innato, la inteligencia emocional se aprende y se entrena. Entre sus pilares fundamentales se destacan:

  1. Conciencia emocional: identificar y nombrar lo que sentimos.
  2. Autocontrol: elegir cómo responder en vez de reaccionar automáticamente.
  3. Motivación: mantenernos en movimiento por lo que nos inspira.
  4. Empatía: comprender las emociones ajenas.
  5. Habilidad social: construir relaciones sanas y comunicativas.

Agilidad y profundidad emocional: una dupla poderosa

La agilidad emocional nos permite adaptarnos al cambio sin desbordarnos. Es flexibilidad interna, conciencia y conexión con los demás.
Por otro lado, la profundidad emocional tiene que ver con actuar desde nuestros valores y ser coherentes con quienes queremos ser. Ambas se fortalecen mutuamente y nos sostienen frente a la incertidumbre.

La educación emocional no es exclusiva de la infancia, pero cuanto antes se empiece, mejor. Desde pequeños —y también como adultos— podemos aprender a:

  • Reconocer y expresar nuestras emociones.
  • No negarlas ni dejarnos arrastrar por ellas.
  • Pensar antes de actuar.
  • Aceptar nuestras fortalezas y debilidades.
  • Ponernos en el lugar del otro.
  • Resolver conflictos con respeto.
  • Tomar decisiones propias.

La escuela cumple un rol clave en este proceso. Educar emocionalmente es tan importante como enseñar contenidos. Una escuela que valora lo emocional:

  • Fomenta vínculos de amistad y cooperación.
  • Promueve el diálogo sobre sentimientos.
  • Trabaja junto a las familias en la autoestima de sus alumnos.
  • Ayuda a que cada niño y niña se conozca, confíe en sí mismo y se proponga metas realistas.

La familia también es un espacio fundamental para cultivar la salud emocional. Desde casa, podemos:

  • Valorar el esfuerzo más que el resultado.
  • Evitar exigencias de perfección.
  • Enseñar que equivocarse es parte del proceso.
  • Fomentar la autonomía emocional y la toma de decisiones.

Semillas de cambio para una sociedad más humana

La gestión emocional es una herramienta discreta pero transformadora. Cuando la cultivamos, sembramos bienestar individual y social. Porque enseñar a sentir también es enseñar a convivir y a construir un mundo más justo, empático y respetuoso.

Lic. Ingrid Ávila

Terapeuta cognitiva.

Especialista en trastornos de ansiedad. 

Magister en psiconeuroendocrinoinmunología. 

Sexóloga clínica.

Consultas al + 54 9 11 7150 9308

Instagram: lic.ingrid_avila

www.psicologaingridavila.com.ar.

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