Friday 29 de November, 2024

COSTUMBRES | 29-12-2011 17:25

El prócer menos pensado

Vida y obra del nuevo héroe del revisionismo K. Un insólito caso testigo que ilustra cómo el relato oficial reconstruye el pasado a su gusto.

La situación no podía ser más oportuna. Primero de diciembre, Caracas, a pocas horas de la reunión inaugural de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), el sueño largamente acariciado por Hugo Chávez de crear una organización equivalente a la OEA, pero sin la participación de los países del Norte. En ese contexto, la obra de Jorge Abelardo Ramos adquiere un protagonismo inesperado. El mismo Chávez le lee fragmentos de su libro “Historia de la Nación Latinoamericana” a la presidenta Cristina Fernández, y ella le devuelve la gentileza contándole quién fue ese intelectual visionario que varias décadas atrás soñó con una patria común para Latinoamérica.

El libro, a Chávez, se lo regalaron dos argentinos en el año 2003, durante una visita a Buenos Aires. Pero lo más probable es que lo haya leído por primera vez en el 2011, en el momento en que la añorada CELAC comienza a transformarse en una realidad palpable. A través de la distancia y el tiempo, Ramos se hace presente en esa escena, para aportar lo suyo al andamiaje ideológico del proyecto que desveló al presidente venezolano durante años. Chávez también le da pie a Cristina para presentar la semblanza de uno de los próceres prominentes del altar kirchnerista. El rebelde trotskista, el soñador, el loco; el siempre desplazado de la izquierda, la derecha y el peronismo; rescatado de las aguas del olvido para alimentar la sustancia creativa del “relato”.

Biografía

Para muchos, Jorge Abelardo Ramos (1921-1994) fue una figura familiar de la política argentina durante décadas. Para los más jóvenes, un desconocido del que difícilmente hayan tenido noticia. Polemista brillante, agudo y con una erudición apabullante, el “Colorado” trazó una línea única en el abanico ideológico local, oponiéndose a la derecha desde un trotskismo de matriz nacionalista, y a la izquierda oficial, la del PC, la stalinista, criticándola por su estrechez de miras y su falta de comprensión del fenómeno latinoamericano.

Hijo de un anarquista, comenzó a militar muy joven. A los 26 años escribió “América Latina, un país”, el libro que ya contenía una de sus ideas más fuertes: la de una Latinoamérica unida para resistir al imperialismo del Norte. “Historia de la Nación Latinoamericana” (el libro que cautivó a Chávez) justamente, es una reelaboración de ese primer texto y uno de sus trabajos fundamentales.

“Izquierda nacional” es la definición de la corriente de pensamiento que se plasmó en varias agrupaciones impulsadas por Ramos a lo largo de su vida. El PSIN (Partido Socialista de Izquierda Nacional), el FIP (Frente de Izquierda Popular) y el MPL (Movimiento Patriótico de Liberación) con el que integró el Frejupo que llevó a Carlos Menem a la presidencia.

Con el FIP apoyó al peronismo en una elección histórica, la de 1973. Tanto la boleta del peronismo como la del FIP contenían la misma fórmula: “Perón-Perón”, pero como Ramos aclaró en una entrevista de la época (que hoy puede verse en You Tube), la suya llevaba también la inscripción “Liberación y Patria Socialista”. “Vote a Perón desde la izquierda”, era la propuesta y fue justamente la Presidenta la que le explicó la maniobra a Chávez en esa reunión de Caracas en la que se habló de Ramos.

Esta posibilidad de “leer” al peronismo desde sus orígenes fue lo que lo distanció de la izquierda “oficial”, opuesta al justicialismo, y lo colocó muy cerca del “nacionalismo popular”, la corriente que provenía del radicalismo y que tuvo en Arturo Jauretche, José María Rosa y Hernández Arregui, algunos de sus más conocidos representantes.

Alrededor de 900.000 votos fue lo que obtuvo, en 1973, el FIP. Por lejos, su mejor campaña. La misma Cristina confiesa en la intimidad haber votado a esa fórmula para que Perón llegara a la presidencia, casi una constatación de su acercamiento lateral al peronismo, hoy casi ausente en las invocaciones y simbología del discurso oficial.

¿Qué le pidió Ramos al general cuando este le ofreció retribuir su gesto? Dirigir una colección de Eudeba. Un deseo que lo pinta de cuerpo entero. Porque imprimir fue tal vez su pasión más constante. Aquella que despierta inmediatamente, aún hoy, la sonrisa de sus amigos. Crear imprentas, editar periódicos, panfletos y libros (suyos y de sus discípulos) invirtiendo todos sus ingresos en la tarea.

"Cuando mis padres se separaron –recuerda Víctor, su hijo– nos fuimos con mi madre a vivir a Uruguay. Y él traía libros para que ella vendiera y pudiéramos comer”.

“Hasta el momento en que termináramos de venderlos, los libros debían esperar en algún sitio”, cuenta su hija, la periodista Laura Ramos: “Por entonces vivíamos en un departamento de dos ambientes. Era un poco pequeño para nosotros, pero muy pronto los dos ambientes dejaron de ser un problema, porque empezaron a alzarse unas paredes divisorias hechas, imagínense, de libros”.

En los distintos sellos que creó, editó a intelectuales del “campo nacional” como Norberto Galasso, Methol Ferré, Hernández Arregui y su modelo, Manuel Ugarte que, como él, fue embajador en México y defensor de la idea de la unidad latinoamericana.

“Mi padre fue un lírico de la política, no un académico –dice Laura–, hizo historia con una pluma nueva, con una prosa pasional y provocadora”.

“Los setenta fueron su mejor época como editor –explica Víctor–, el clima era propicio para el tipo de libros que él publicaba. Pero en general gastó muchísimo dinero en proyectos editoriales que no le dejaban un peso”.

Con el menemismo fue embajador en México, pero tuvo que abandonar el puesto cuando se opuso a la ocupación de Panamá por parte de los Estados Unidos (1989) para capturar al presidente Manuel Antonio Noriega acusado de narcotráfico. Este gesto molestó al gobierno nacional.

Antes de morir, tuvo un último cargo oficial. Se ocupó del área cultural del Mercosur. “Era el puesto ideal para él. Incluso, mientras fue embajador en México, les pedía a los empresarios que se acercaban para solicitarle su intervención en negocios con la Argentina, que colaboraran en la edición de obras clásicas nacionales, como el Martín Fierro”, cuenta su hijo.

Capaz de crear mundos apasionantes con su palabra, fascinó con sus charlas y sus libros a muchos jóvenes que hoy ocupan puestos importantes en el mundo intelectual y político. “Cuando éramos chicos, pasábamos en colectivo frente a la Quinta de Olivos y le decíamos a mi abuela que ahí íbamos a vivir cuando llegara la revolución. Estábamos convencidos. Eso era lo que nos había contado mi padre”, dice, divertida, Laura Ramos.

Resurrección.

En el armado de un linaje para el pensamiento kirchnerista, la asignación de un puesto central a Abelardo Ramos no es un gesto menor. Y son varias las situaciones que confluyen para traer a escena a este eterno “desencajado” de la política del siglo XX.

En primer lugar, la reedición de una de sus obras más importantes “Historia de la Nación Latinoamericana”, por Ediciones Continente, que relanza títulos de la colección de Arturo Peña Lillo, el fallecido editor de muchos de los autores nacionalistas. El hecho tiene trascendencia porque, en la actualidad, los libros de Ramos (“Revolución y contrarrevolución en la Argentina”, “Crisis y resurrección de la literatura Argentina”, “El marxismo de Indias”, entre otros) son inhallables.

“La repercusión de nuestros autores es creciente en la medida en que los sectores juveniles se van interesando e incorporando a la actividad política”, explica Jorge Gurvanov, editor de Continente. “Estos autores se han transformado en los 'clásicos' que dan pie para el desarrollo de nuevas perspectivas en el análisis, interpretación y transformación de nuestra realidad. La obra de Jorge Abelardo Ramos está más vigente que nunca. Nuestra editorial continuará publicando sus obras. A principios del 2012 saldrá 'Las masas y las lanzas', primer tomo de 'Revolución y contrarrevolución' que tiene cinco”. (Al margen pero pertinente, otra anécdota de Cristina: alguna vez confesó que los primeros libros políticos que leyó en su vida fueron los de la editorial Peña Lillo).

El segundo hecho que marca el rescate de Ramos es la creación de un premio con su nombre. Se instituyó en el mismo decreto del 17 de noviembre del 2011 en el que se ordenaba la creación del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano “Manuel Dorrego”, que tantas polémicas suscitó. En realidad, el decreto establece dos distinciones: el premio José María Rosa y el Jorge Abelardo Ramos. Ambos se otorgarán cada dos años a historiadores, pensadores y ensayistas que se hayan destacado con trabajos sobre la historia revisionista nacional (José María Rosa) o iberoamericana (Jorge Abelardo Ramos) y estarán dotados de “un aliciente económico”, según consta en el texto del Boletín Oficial.

“Quisimos que las dos corrientes del nacionalismo estuvieran representadas en el premio: el nacionalismo popular y la izquierda nacional”, explica Víctor Ramos, integrante del Instituto.

Prueba de que la pasión por el “Colorado” es norma en esta polémica institución es que otro miembro, el senador misionero Salvador Cabral Arrechea, juró en noviembre último por Jorge Abelardo Ramos al asumir su puesto en el Congreso. “Porque fui su discípulo”, dice como toda explicación. Ramos fue el primer editor de este historiador y docente universitario, doctor en Ciencias Políticas que, elegido por el Frente Renovador de la Concordia, integra el bloque del Frente para la Victoria.

Militantes. Un hecho innegable es que la izquierda nacional de Ramos aportó muchos “cuadros” al kirchnerismo. Entre ellos, el secretario de Cultura, Jorge Coscia y Ernesto Laclau (profesor en Essex, Inglaterra y discípulo de Hobsbawm), que con sus trabajos sobre “populismo” proporcionó una teoría con méritos académicos al siempre “in progress” (“en proceso”) discurso kirchnerista.

Laclau considera a Ramos uno de los pensadores más importantes del siglo XX. De su trayectoria rescata el acercamiento al peronismo en los ‘50 y su particular visión de la historia. “Ligó una perspectiva revisionista a un pensamiento de izquierda. Y eso tuvo una originalidad que todavía perdura”, dijo en un homenaje a Ramos que se realizó en la Biblioteca Nacional.

En cuanto a Coscia, en el prólogo de la última edición de “Historia de una Nación Latinoamericana” escribió: “Con seguridad, Ramos hubiera recorrido con emoción el Salón de los Patriotas Latinoamericanos de la Casa de Gobierno, donde la Presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, colocó, en ocasión del Bicentenario, los retratos de los hombres y las mujeres que él reivindicó y, del mismo modo, celebraría con comentarios lúcidos y encendidos de ironía la ausencia de otros ‘prohombres deconstructores’ de su Patria Grande”. Así, con una sola frase, traza el puente que une a Ramos con el presente oficial. Una operación discursiva que no solo aporta un linaje ideológico a la construcción del ideario kirchnerista, sino que además recorta luces y sombras sobre el pensamiento del “Colorado”. Destaca su labor intelectual por sobre la acción política, y sus lecturas revisionistas y latinoamericanas como la zona de su pensamiento que mejor funciona en la narración oficial.

Algunos de sus discípulos no kirchneristas dudan de que Ramos hoy apoyara a un gobierno cuyos máximos dirigentes no provienen del peronismo profundo que él más reivindicaba, sino de los sectores medios de la sociedad, que él quizás no hubiera dudado en calificar de “gorilas”.

Ramos polémico

En la sombra quedan algunas de sus apuestas más “políticamente incorrectas”. Como el apoyo a Manuel Antonio Noriega, Muammar Khadafi y el ayatollah Khomeini. Aunque detrás de estas adhesiones siempre estuviera su oposición tajante a los Estados Unidos. Y cierto afán de romper con el manual de procedimientos del político experto en caer bien parado.

Críticas más profundas provocó su vínculo con Menem y la aceptación del puesto de embajador bajo su gobierno. “Yo no hubiera apoyado al menemismo en la forma en que él lo hizo”, declaró con honestidad Laclau en el citado homenaje.

Diferencias que define muy bien Norberto Galasso, el pensador nacionalista cercano a Jauretche. “Colaboré con Jorge Abelardo Ramos en el Partido Socialista de Izquierda Nacional desde 1965 y renuncié en 1971. Él era brillante como escritor y como conferencista. Su libro ‘Revolución y contrarrevolución en la Argentina’ influyó muchísimo y aún influye en la formación política. En 1971, mi decisión obedeció a varias razones, entre otras, su autoritarismo y su incapacidad para construir y actuar orgánicamente. Lamentablemente, en sus últimos años se fue desplazando a la derecha hasta concluir como embajador de Menem. A pesar de esto último –y de mi divergencia con él, pues desde 1971 no volví a verlo nunca más– creo que corresponde que sea recordado”, declara.

El matrimonio con Menem duró poco tiempo. El apoyo a Panamá y su oposición a los Estados Unidos puso de relieve su dificultad para encajar en el proyecto del riojano. Pero sean cuales fueren las razones del pasado, hoy el presente quiere olvidar cualquier polémica que empañe su figura.

La operación para incluirlo en el panteón de antepasados célebres hace tiempo que se puso en marcha. Los jóvenes vuelven a leerlo y los viejos a recordarlo. “Esta respetabilidad, ¿acaso convocará a alguno de sus catorce camaradas trotskistas del Grupo Obrero Revolucionario, para denunciarlo por burgués?”, se pregunta su hija en un bellísimo artículo escrito en su memoria. En la reencarnación oficialista de los que ya no están, cualquier devenir es posible.

por Adriana Lorusso

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