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OPINIóN | 10-02-2019 11:09

La ayuda humanitaria es el caballo de Troya de Guaidó

Es la carta fuerte del autoproclamado presidente interino de Venezuela. Si Maduro lo ataca, daría la excusa perfecta para una acción militar del exterior.

Si Maduro ataca el convoy de ayuda humanitaria para impedirle ingresar a Venezuela, lo convertiría en un caballo de Troya, porque para defender la caravana con alimentos y medicamentos, ingresarán tropas colombianas, posiblemente apoyadas por comandos norteamericanos de elite, iniciando una acción multinacional contra el régimen.

La jugada del contrapoder que intenta destronarlo, lo pone en una disyuntiva. Si Nicolás Maduro permite el ingreso de la ayuda humanitaria autorizada por Juan Guaidó, posibilitará la concreción de la primera política gubernamental con impacto directo en la población que ha instrumentado su contendiente.

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El joven “presidente encargado” ya ha tomado decisiones que impactaron negativamente contra el régimen. Por ejemplo, al conseguir que se inmovilicen fondos venezolanos hacia y en otros países. Pero al autorizar el establecimiento de corredores de ayuda humanitaria que hasta ahora Maduro ha prohibido, Guaidó asumió una iniciativa que tendrá un impacto positivo sobre gran parte de la sociedad asolada por la falta de alimentos y de fármacos de urgente necesidad. Si la ayuda ingresa a Venezuela, habrá sido gracias a la iniciativa de Guaidó. Y si esa ayuda humanitaria no puede ingresar porque los tanques del régimen le salen al cruce en las fronteras, la culpa será de Maduro.

Peor aún, atacar un convoy humanitario dará la excusa perfecta para iniciar una acción militar multinacional, con fuerzas colombianas y brasileñas como cabeza de lanza.

Contenerse de dar la orden de ataque será muy difícil para Maduro, porque la caravana de camiones ingresará al país escoltado por militares venezolanos que desertaron y se exiliaron en Colombia. Esos escoltas venezolanos estarán armados y serían los primeros en abrir fuego contra los efectivos que ataquen el convoy. Y antes de ser diezmados en la batalla, acudirán en su rescate los militares del país vecino.

Por cierto, el estallido de una guerra entre Venezuela y los dos gigantes (Colombia y Brasil) que abarcan el 90 por ciento de sus fronteras, sería una tragedia de altísima peligrosidad para toda la región. Por eso la prioridad del contrapoder y del mundo debe ser evitar que estalle un conflicto armado.

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Supuestamente buscando evitar “un baño de sangre”, el Papa se ofreció para mediar en “un diálogo”. También hablan de diálogo algunos gobiernos y el propio Maduro. Pero en Venezuela ya no es posible dialogar. La propia etimología de la palabra la descarta como instrumento para solucionar la crisis. Hablar de diálogo implica aceptar la existencia de al menos dos logos, o sea más de una razón. Y en esta crisis no hay más de una razón, sino una sola: el régimen esperpéntico que hundió Venezuela en un pantano de calamidades, debe terminar cuanto antes y dar paso a elecciones limpias que reinstauren la democracia pluralista, con libertades públicas e individuales, con derechos y garantías para todos los ciudadanos y con verdadera división de poderes.

Eso no se puede conseguir mediante un diálogo sino mediante una negociación. Negociar no es lo mismo que dialogar. Sólo se dialoga entre múltiples razones, mientras que se puede negociar con la sinrazón.

En la negociación que necesita Venezuela, lo único que se puede ofrecer al régimen es impunidad a sus crímenes y desfalcos. Será grave, pero la alternativa es un río de sangre y Venezuela convertida en un agujero negro geopolítico. Y los agujeros negros geopolíticos, igual que los interestelares, devoran todo lo que los rodea.

Una guerra sólo puede interesarle a los vendedores de armamentos y a los oscuros halcones que Trump lanzó a la yugular del régimen: John Bolton y Elliott Abrams.

Ambos tienen antecedentes siniestros. Bolton fue uno de los ideólogos de la mentira de las armas de destrucción masiva de Saddam Hussein, que las inspecciones del experto sueco en arsenales Hans Blix no pudieron encontrar en Irak.

Abrams, por su parte, fue protagónico en la venta ilegal de armas a Irán para enviar el dinero a la insurgencia antisandinista en Nicaragua, además de haber financiado comandos de extermino en las guerras civiles de Guatemala y El Salvador.

Un conflicto armado en Venezuela ampliaría la influencia de predadores como Bolton y Abrams. El contrapoder que representan Guaidó y la Asamblea Nacional parece comprenderlo. Por eso intenta que el bloque militar decante a su favor, mientras mueve fichas en el tablero internacional. En ese tablero se siguen produciendo movimientos que debilitan a Maduro. Por caso, Uruguay se ha desplazado sutilmente hacia la posición europea, que es claramente favorable a presionar al régimen hasta que haya elecciones verdaderas para retornar a la democracia liberal.

No todos los europeos tienen la misma posición El gobierno italiano, bajo la influencia de Matteo Salvini, y el gobierno húngaro de Víktor Orban, por ejemplo, se niegan a reconocer a Guaidó. Pero lo hacen por una razón que no tiene que ver con apoyar a Maduro: la política de quienes gobiernan Italia y Hungría apunta siempre a romper la Unión Europea y a confrontar con el eje París-Berlín.

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Maduro tuvo también malas noticias en su vecindario. Las elecciones en El Salvador implicaron el estrepitoso derrumbe del gobierno que preside Sánchez Cerén, un aliado del régimen chavista. El bipartidismo fue derrotado por una pequeña fuerza de derecha; el conservador partido ARENA quedó segundo, mientras que el oficialista FMLN fue barrido a un distante tercer puesto.

Nayib Bukele, el gran ganador, fue alcalde de San Salvador por el frente Farabundo Martí, pero rompió de mala manera (en realidad, fue expulsado) y lleva tiempo calificando de criminales al nicaragüense Daniel Ortega y también al régimen venezolano.

Ni bien asuma la presidencia Bukele, Maduro se quedará con un apoyo menos en la región. Probablemente, a esa altura el régimen estará defendiéndose con las armas, porque al atacar el convoy de ayuda humanitaria la convertirá en el caballo de Troya. Y en su interior no entrarán los griegos que abrieron las puertas de la legendaria ciudad amurallada de Anatolia, sino tropas colombianas que iniciarán la regionalización del conflicto.

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Claudio Fantini

Claudio Fantini

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