La muerte de Facundo Astudillo Castro instaló un manto de sospecha sobre la Policía Bonaerense. La madre del joven, que había desaparecido el 30 de abril, está convencida de que la fuerza de seguridad estuvo involucrada en lo que le sucedió y sus abogados sostienen que se trata de un caso de desaparición forzosa. Sin embargo, a dos meses de que la causa pasó al fuero federal, la Justicia no avanzó sobre los cuatro efectivos que están en la mira: se rechazaron los pedidos de detención, no se los imputó ni se los llamó a indagatoria. El fiscal Santiago Ulpiano Martínez y la jueza María Gabriela Ramón sostienen que no hay elementos para incriminar a los policías. Para la querella, la actitud de los funcionarios judiciales se trata, nada más y nada menos, que de una maniobra de encubrimiento. NOTICIAS accedió a los primeros 12 cuerpos de la investigación para analizar cuáles son las consideraciones y las hipótesis que barajan los investigadores.
Hay tres elementos que resumen las razones de la posición de los funcionarios judiciales: la confianza que tienen en los testimonios de los policías, la geolocalización de los teléfonos analizados y el sistema AVL, un GPS de los patrulleros que rastrea su ubicación. Aquellos que defienden el trabajo de los investigadores, insisten en la necesidad de observar la historia personal de Facundo. La idea de un presunto suicidio o accidente siempre se desliza de forma sutil. En el expediente, esa línea de investigación se manifiesta en las reiteradas descripciones sobre cómo era la relación del joven con su ex pareja, con su madre y con sus amigos. Una suerte de autopsia psicológica.
Sin embargo, la causa no es sencilla. Hay preguntas que en el expediente todavía no tienen respuestas. Se sabe que Facundo salió de su casa en Pedro Luro, el 30 de abril, con destino Bahía Blanca, que viajaba a dedo y que fue llevado hasta Mayor Buratovich por una mujer que lo levantó en la ruta. Los oficiales Mario Gabriel Sosa y Jana Jennifer Curuhinca le hicieron una infracción por romper la cuarentena alrededor de las 10 de la mañana y, a partir de ahí, comienzan las dudas: la oficial Siomara Flores dijo que lo llevó en su auto hasta Teniente Origone y el teniente Alberto González que lo detuvo en la ruta y que lo vio seguir su camino (según la querella, estos testimonios aparecieron llamativamente tarde). La Justicia cree que hay suficientes indicios como para suponer que el joven llegó a destino.
Recorrido. El 28 de agosto el procurador Eduardo Casal designó a Andrés Heim, titular de la Procuraduría de Violencia Institucional (PROCUVIN) y a Horacio Azzolín, jefe de la Unidad Especializada en Ciberdelincuencia (UFECI) para intervenir con Ulpiano Martínez en la investigación. Sin embargo, los dos funcionarios ya venían colaborando en la causa. De hecho, en el cuerpo 8 de la investigación Heim firmó un análisis titulado como “Posible recorrido de Facundo Astudillo Castro el 30/04/20)” que, básicamente, sintetiza lo que creen el fiscal y la jueza.
Allí se sostiene que Facundo subió al vehículo de la primera persona que lo levantó entre las 8.30 y las 9 de la mañana y lo llevó hasta la entrada de Mayor Buratovich donde, a las 10, le levantaron una infracción Sosa y Curruhuinca. “Luego, a partir de las 10.25., se desplazó hacia el interior de la localidad de Buratovich (Gral. Manuel Belgrano y Julio Conte). Por su parte, el teléfono de Facundo se ubica geográficamente, según el informe de la empresa Claro de fs. 86/9, en la localidad de Mayor Buratovich entre las 10.29 y las 13.33, dado que surgen llamadas salientes y SMS, que impactaron sobre la antena de Mayor Buratovich”, dice el escrito. Luego menciona la llamada de las 13.33 que entabló el joven con su madre, Cristina Castro, y agrega que, con el análisis forense a los teléfonos de los policías, se confirma el horario de la infracción con dos fotografías que se tomaron del operativo (la famosa imagen en la que se ve de espaldas al joven y una captura de su DNI),
El escrito incorpora luego el testimonio de Flores, quien declaró que a las 12.30 lo vio en la ruta, “lo invitó a subirse a su vehículo Corsa” y lo dejó en Teniente Origone a las 13. Como si fuera una línea temporal se menciona que a las 15 un matrimonio vio a Facundo sentado en la ruta (en lugar coincidente con Flores) con dirección a Bahía Blanca. El testimonio de la pareja fue corroborado con la geolocalización de sus teléfonos y fueron ellos quienes dieron aviso de que había un “niño” (así lo vieron) en la ruta. A las 15.27, en el kilómetro 750 de la Ruta 3, Facundo fue interceptado por el teniente González, quien lo identificó con su registro de conducir al que le tomó una foto (según declaró el efectivo, el joven le dijo que no tenía DNI). En el dispositivo, la imagen es de las 15.43. El hombre, además, consignó el evento a las 14.40 en una libreta y quedó registrado en el libro de guardias.
Los tres testimonios que resultan clave para la querella sitúan a Facundo entre las 15 y las 15.20 en un punto diferente al que señala González. Las personas declararon que “vieron un movil policial de color blanco y negro que se orilló sobre la mano derecha, con dos agentes en su interior y, al bajarse, abrieron la puerta trasera del movil, sin poder precisar, ya que no alcanzaron a verlo, si este joven finalmente se subió”.
En un informe firmado por el comisario Ricardo Juri, en el que se analizan los movimientos de los vehículos policiales a través del sistema de AVL, se indica que “no existe ningún patrullero que en ese momento (por lo menos de los que poseen sistema) esté posicionado y/o circulando en esta curva o posterior a esta curva en el horario de 15.00 a 16.00”. Para la querella, sin embargo, este dato no es concluyente. En las declaraciones testimoniales a los tres testigos les consultan sobre el color del patrullero. Uno de ellos responde de la siguiente manera: “Era blanco, azul y negro. Blanco, azul y negro yo lo asocio con el móvil antiguo, porque ahora vienen en blanco y verde”.
El dato para la querella podría no ser menor ya que sospechan que el patrullero al que hacen referencia estos testigos podría ser “un perro”, que, en la jerga policial, significa que está en desuso y que, por lo tanto, no tendría sistema de AVL. Sin embargo, eso todavía no aparece en el expediente.
Para los investigadores, el testimonio de una mujer de identidad reservada (E.H.R.) que dice haber levantado a Facundo en Teniente Origone y dejarlo en las afueras de Bahía Blanca poco antes de las 16 es verosímil: “No solo por la certeza manifestada por la propia declarante sino que, además, su vehículo fue captado unos minutos más tarde por la lectora de patentes ubicada a escasos kilómetros del lugar indicado. Cabe señalar que los últimos impactos del celular de Facundo Astudillo se producen en la antena BA024 -ubicada sobre ruta 33, entre Alvarado y Peñaloza- que también se encuentra en las cercanías de Cerri, donde aparentemente se estaba dirigiendo el nombrado”, sostiene en un escrito en la foja 2.560 Ulpiano Martínez.
Incógnitas. La querella dice que hay contradicciones en los policías y hacen hincapié el chat que mantuvieron Curuhinca y Sosa cuando la búsqueda de Facundo ya era un tema nacional. “Tranqui Janita, nadie sabe que fuimos nosotros”, le envió el policía a su compañera para calmarla. Esta conversación generó sospechas en su momento hasta para el propio fiscal, quien en un escrito en foja 2.052 lo describió como un “dato objetivo” que “en el contexto de esta causa adquiere relevancia como elemento que genera sospecha acerca de la presunta participación que los interlocutores podrían haber tenido en el hecho objeto de la pesquisa”. En el texto, dirigido a la jueza Marrón, Ulpiano Martínez pidió la indagatoria de ambos policías así como su detención e incomunicación.
Sin embargo, Marrón lo desestimó y planteó que el mensaje se debía interpretar “en el contexto en el que fue emitido”. La jueza entendió que esta referencia "nadie sabe que fuimos nosotros" hace alusión a la aparición de sus nombres en las notas periodísticas. Después de transcribir toda la conversación, en la foja 2.062, la jueza manifestó que “de la lectura de los diálogos se advierte espontaneidad en las conversaciones; la intención de colaborar con la pesquisa; el deseo de que se encuentre o que aparezca la víctima”. En todo el expediente, este es el único momento en el que aparece una divergencia entre los funcionarios judiciales. Con el correr de los días, el fiscal se alineó con la posición de la jueza.
En el expediente, además, se incluyeron los testimonios de al menos cinco personas que dicen haber visto a Facundo, en Bahía Blanca, en los meses o semanas posteriores a su desaparición. Algunos refieren haberlo visto en Cerri, a 10 kilómetros de Bahía Blanca, vendiendo medias; otros manifiestan haber compartido con él un cigarrillo. En la investigación no hay indicios acerca de la valoración que le dan los investigadores a estas declaraciones. Para la querella, se puede tratar de testimonios inducidos y aguardan el peritaje a los teléfonos de uno de los hombres que afirma haber estado con el joven.
Nadie puede responder a ciencia cierta todavía cómo es que el perro del perito de parte, Marcos Herrero, encontró un amuleto que podría haber sido de Facundo en un destacamento de Teniente Origone, meses después de su desaparición. El fiscal entiende que, en comparación con el cúmulo restante de prueba, la valoración de este elemento no es determinante. Incluso, en el expediente se incorporó la opinión del perito Mario Rosillo, del ministerio de Seguridad de Corrientes, para que se expidiera acerca de la confianza que se puede tener en los canes rastreadores. A partir de esto, el fiscal concluye que el rastro humano queda presente en los materiales como máximo 72 horas. Los investigadores dudan de los canes que reaccionaron en peritajes a patrulleros aunque, por ahora, ningún rastro detectado se asoció a Facundo.
La confirmación de que los restos óseos encontrados a seis kilómetros de Bahía Blanca eran de Facundo alimenta la hipótesis de los funcionarios judiciales de que el joven habría llegado a destino, lo que es negado por la familia. Sin embargo, todavía resta saber fecha y causa de muerte. La pregunta lógica que aparece es, entonces, ¿cómo pudo haber sucedido que al cadáver hallado le faltaran piezas dentarias y ambos brazos?
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