Esteban Bullrich renunció a su banca como senador con un potente discurso. En abril, el dirigente contó que había sido diagnosticado con Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) y, ocho meses después, se despidió de la vida pública. En este tiempo, no solo dio entrevistas para concientizar sobre la necesidad de impulsar investigaciones sobre la enfermedad, sino que también creó una fundación para trabajar en ese sentido y se dedicó a la redacción de un proyecto de ley de educación inclusiva que se aprobó sobre tablas y por unanimidad en su última sesión. Su condición no evitó que continuara haciendo política y, por el contrario, su historia puso en agenda el tema de la discapacidad.
El dirigente no es la única persona con discapacidad con relevancia en la vida política. La ex presidenta Gabriela Michetti tuvo un accidente que la dejó parapléjica; algo similar le sucedió en la infancia al ex ministro de Trabajo Jorge Triaca; al embajador en Brasil, Daniel Scioli, le amputaron un brazo luego de un vuelco con su lancha; el ex candidato a diputado nacional, Franco Rinaldi, nació con osteogénesis imperfecta, enfermedad conocida como “huesos de cristal”; y, el ex vicejefe de Gabinete y actual funcionario del ministerio de Transporte, Jorge Rivas, sufrió un violento robo que lo dejó tetraplégico.
Según el Estudio Nacional sobre el Perfil de las Personas con Discapacidad, desarrollado por el INDEC, en la Argentina, un 10,2% de la población tiene algún tipo de discapacidad. Y si bien los casos mencionados son diferentes entre sí, todos comparten el espacio de la política.
Correr límites: hacer política con una discapacidad
Daniel Scioli fue el único que negó haber sentido que la discapacidad pudiera significar algún tipo de obstáculo en la política, quizás por el menor impacto que puede tener su situación en comparación con los demás. El ex gobernador fue uno de los primeros en empezar a hablar en público sobre cómo debía ingeniárselas en el día a día.
Para Triaca, una discapacidad motriz, en política, puede dificultar las reuniones en espacios informales o "la rosca" en el Congreso: “Fuimos diputados al mismo tiempo con Gabriela y Rivas. Nos adaptaron unos espacios en el hemiciclo. Eso está muy bien, pero nos quitaba la posibilidad de participar de otra forma. Se sabe cómo es una sesión: los diputados se cruzan para negociar, para hablar o putearse. Nosotros teníamos que encontrar otras formas”, dice.
Michetti insiste en que jamás quiso que su discurso girara alrededor de su condición, pero también reconoce que en la diaria surgen problemas: “Vas a los barrios y es muy difícil andar con la silla en un piso que no está preparado, Llegás cinco minutos tarde a una reunión y te miran con cara de traste, pero no saben que vos te levantaste hace tres horas porque bañarte y cambiarte te lleva ese tiempo mientras que a los demás les puede llevar 40 minutos”, contó. Además de no poder caminar, la dirigente sufre dolores neuropáticos y ahora se sumó una complicación en sus hombros debido al sobreesfuerzo. “Pocas personas sabían de mis terribles dolores que a veces me sacaban de la cancha, pero yo hacía un esfuerzo por seguir adentro”, agrega.
Rinaldi dice que no ve que la discapacidad genere limitaciones en términos generales, aunque sí en algunos aspectos puntuales. “Por ejemplo, me bajaron de notas porque el programa no le encontraba la vuelta a cómo ubicarme en el estudio porque tenían mesas y sillas altas”, sostiene.
Discapacidad y prejuicios
En cierto sentido común se ubica a estas personas como víctimas extremadamente vulnerables. “Algunas veces me crucé con esa mirada, aunque fueron las menos. No creo que mis pensamientos o dichos políticos graviten de distinta manera porque yo sea una persona con discapacidad. Y, si fuera así, sería consecuencia no de mi discapacidad, sino del prejuicio establecido en parte de la sociedad”, sostiene Rivas.
“Apenas entré a la Legislatura tuve una pelea fuerte con un legislador. Después se me acercó angustiado a pedirme perdón, me decía que cómo me iba a gritar de esa manera, a mí que estaba así. Yo le dije que no, que al contrario, que le agradecía porque significaba que me trataba como a cualquier otro”, recuerda Michetti. Para ella, aunque cada vez menos, todavía sobrevive en la sociedad “esa idea de ‘pobre, hay que cuidarlos’”.
La construcción de "víctimas" o "héroes" es rechazada por Rinaldi, quien dice que hay una tercera posición frecuente: "La de quienes dicen que todos tienen una discapacidad. Es horrorífico. No es lo mismo ver o no ver, caminar o no", subraya.
Para Triaca, "la exposición de Bullrich quizás aliente a otros a participar en política". El ideal -coinciden todos- sería que la presencia de una persona con discapacidad en un lugar influyente no llamara la atención. Saben que todavía eso no sucede. “Me siento más seguro hablando de política, que es mi pasión, pero no me molesta hablar sobre discapacidad. Es un tema tan invisibilizado que hablar es bueno. justamente, para visibilizarlo”, finaliza Rivas.
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