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MUNDO | 25-07-2021 00:37

Cuba: la religión de los regímenes totalitarios

Las protestas en la isla mostraron una generación inmune al adoctrinamiento. El castrismo logró que sus devotos vean una nueva conspiración imperialista.

Los sentimientos religiosos están blindados a la realidad. Las evidencias no pueden atravesar la coraza de emociones que los protege. Y el fenómeno se ve también en las ideologías, ropaje secular de las convicciones absolutas.

Centenares de videos mostraron batallones de jóvenes cubanos marchando con palos a enfrentar a quienes protestaban reclamando el fin de “la dictadura”. También los mostró atacando en enjambre a personas que participaban en las protestas. Pero en lugar de creer en lo que están viendo, muchos prefieren creerle al régimen que envió las feroces fuerzas de choque a ejecutar represión sucia.

Gente que levanta banderas de solidaridad con los más débiles da la espalda a los reprimidos porque el represor dice que son “mercenarios del imperio”. Gente que se considera socialmente sensible, prefiere proteger sus emociones y no a víctimas de una represión.

Lo mismo ocurre con legiones de católicos que prefieren defender sus propios sentimientos y no a las víctimas de perversiones incubadas en la estructura de la iglesia. Ratzinger explicó la pedofilia de tantos sacerdotes como un mal de la época, que se incubó en la sociedad secular alcanzando con su infección a ciertos miembros de la iglesia. O sea, la culpa de los delitos sexuales de sacerdotes contra niños en instituciones religiosas, está afuera de la iglesia: en el espíritu liberal de este tiempo.

Según esa perspectiva, en la iglesia anterior a la modernidad no había sacerdotes pedófilos, porque la sociedad no era secular y liberal. Pero la lógica indica lo contrario. En el pasado, una institución con mucho más poder frente a la Justicia del Estado y con mucha más gravitación sobre la sociedad, habrá tenido muchos más casos de abuso sexual que podía fácilmente ocultar al conocimiento público.

No fueron las perversiones sexuales de la sociedad liberal y secular sino la Justicia y la prensa de esta etapa de la historia las que derribaron los muros de impunidad que protegían males incubados en la estructura de la iglesia. Pero muchos prefieren seguir aferrados a sus sentimientos y emociones religiosas, aceptando argumentos desmentidos por la lógica y por la evidencia.

Las ideologías dogmáticas fueron la continuidad secular de lo que antes propiciaba sólo la religión: las convicciones absolutas. También heredaron el arte de la propaganda. La monumentalidad de los templos y la imponencia de los altares y los ropajes sacerdotales, además del poder emocional de la liturgia, eran el marco intimidante que convertía la versión religiosa de la realidad en el sentido común de las feligresías.

Los grandes regímenes de las ideológicas dogmáticas de izquierda y derecha, manejaron los mismos códigos visuales y sensoriales. En los actos de masas, el líder era el sumo sacerdote y la tribuna su altar en la liturgia que lo exhibía como prócer viviente.

Hitler y Mussolini fueron los máximos exponentes de ese sacerdotalismo en la extrema derecha, mientras que Stalin, Mao Tse-tung, Kim Il-sung y Fidel Castro lo fueron en la izquierda marxista. Todos exhibieron el poder de intimidar, conmover y convencer.

Quien más claramente evidenció la dimensión religiosa que pueden crear los aparatos de propaganda, fue el líder norcoreano. Kim Il-sung se divinizó a través de la doctrina Juche, que mezcla marxismo con creencias ancestrales de ese rincón asiático, divinizando también a sus descendientes.

En las Américas, el máximo exponente de la creación de mitos fue Fidel Castro. En la mística castrista, su lucha en Sierra Maestra es poco menos que el equivalente secular a la travesía de Moisés, la Héjira de Mahoma y los milagros de Cristo. Por eso cuando la protesta sacudió a Cuba, después de la represión presentada como “guerra santa”, el régimen hizo su misa de masas y sacó del “retiro” a Raúl Castro para que, con su litúrgico ropaje verde oliva, presida la ceremonia desde el púlpito que encabeza el altar de la revolución.

La protesta mostró que hay nuevas generaciones inmunizadas contra el poder intimidante y conmovedor de la propaganda. Pero en generaciones anteriores, dentro y fuera de la isla, el régimen aún puede convencer a muchos de que quienes lo enfrentan son el mal procurando destruir el bien.

No importa la realidad evidente. Ningún otro régimen logró tanto en materia de hacer ver lo que el liderazgo quiere que se vea. La prueba está en su capacidad de convertir lo vergonzoso en glorioso. Sucesos que prueban fracasos, son percibidos por sus fieles como logros.

Un ejemplo fue el caso Elián González, la tragedia de un niño cuya madre llevaba en balsa hacia la costa norteamericana y que el naufragio de la destartalada embarcación dejó flotando a la deriva. La mujer murió ahogada, como el resto de los tripulantes que arriesgaban la vida para escapar del paraíso castrista, pero Elián fue salvado por guardacostas norteamericanos.

Estaba en la casa de sus familiares exiliados en Miami, cuando a ese acontecimiento tan trágico como vergonzoso para el régimen del cual tanta gente ha huido y sigue huyendo en balsa empezó a ser convertido en una gesta nacional por la propaganda castrista. Fidel encabezaba multitudinarias procesiones por el malecón habanero reclamando al imperialismo que devuelva el niño “secuestrado”.

Era una postal absurda. El castrismo convertía en una gesta a la tragedia que mostraba la desesperación por huir que empuja multitudes al mar en improvisadas barcas, más aptas para el naufragio que para el arribo a la otra costa. A ningún otro liderazgo se le habría ocurrido convertir en proeza propia lo que sólo podía verse como prueba vergonzosa y dramática de las miserias ocultas tras sus mitos y liturgias.

Los familiares exiliados decían que el padre del niño también planeaba abordar una balsa rumbo a Florida pero el trágico naufragio en el que murió la madre y los demás tripulantes, y el resonante rescate del pequeño tras flotar a la deriva durante días infinitos, cambio los planes de manera dramática. El hecho es que medio mundo observaba azorado lo que otro medio mundo aplaudía deslumbrado: Fidel convirtiendo un niño en el trofeo de “una nueva victoria sobre el imperialismo”.

La verdad visible es que Washington cumplió con lo dispuesto por el tribunal de Florida que falló contra lo que demandaban los familiares norteamericanos del niño y las poderosas organizaciones anticastristas de Miami.

El mismo aparato de propaganda convenció ahora a los fieles dispersos por el mundo que las protestas que el régimen enfrentó cortando internet y usando violentas fuerzas de choque, no muestran inmunidad contra el adoctrinamiento en las nuevas generaciones, sino la maldad de los conspiradores que acechan desde la otra costa.

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Claudio Fantini

Claudio Fantini

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