La hora crepuscular de una alianza que atravesó el siglo 20 con sus dos guerras mundiales, la Guerra Fría y los conflictos balcánicos que desintegraron Yugoslavia. Trump le avisa a Europa que ya no será la gran aliada política, económica y militar de Estados Unidos. Lo hace de una manera brutal, actuando como un pendenciero duro hasta la crueldad con los históricos aliados de la potencia occidental. Del mismo modo maltrata a Canadá, uno de los más leales compañeros de ruta de Washington desde la segunda mitad del siglo 19.
El jefe de la Casa Blanca actúa como el personaje de la saga dirigida por James Cameron. Las malvadas máquinas que dominaban el mundo, crearon un robot destructor para enviarlo al pasado a evitar que nazca el héroe de los humanos alzados en rebelión. Como un Terminator político, Trump dinamita las alianzas históricas. Con argumentos ultraconservadores, desarma el pasado.
Aunque en algunos casos haya dosis de sentido común, su idea apunta a un mundo más distópico que lógico. Y la forma de diseñarlo es inconcebible y brutal: anexando Canadá, rompiendo con Europa, ocupando el Canal de Panamá, quitándole Groenlandia a Dinamarca y quedándose con Gaza para expulsar su población y convertirla en uno de sus lujosos desarrollos inmobiliarios. Delirante, frívolo y cruel.
El nivel de delirio llegó a la propuesta de dar asilo en Estados Unidos a la rica minoría blanca sudafricana, que a pesar de haber sido la beneficiada del apartheid, no sufre persecución alguna. A esa minoría privilegiada de Sudáfrica le abre las puertas que cierra a los latinoamericanos pobres. Trump comenzó a rediseñar la geopolítica con una visión más cercana al ultranacionalismo ruso que a Europa. Y se lo comunicó a Bruselas de mal modo y con reproches reaccionarios.
Mientras Macron convoca a los gobernantes europeos a organizar la resistencia contra Trump, el primer ministro británico cuestiona a la Casa Blanca de manera inédita en el vínculo Londres-Washington. Y si bien Keir Starmer es laborista, o sea de la centroizquierda que aborrece el magnate neoyorquino, tanto los conservadores como los laboristas británicos han sido aliados de Estados Unidos. Incluso el gobierno laborista de Tony Blair llegó al extremo de involucrarse en la desastrosa invasión de Irak.
La otra alianza histórica que empezó a destruir es la de Estados Unidos con Canadá, país que, si es anexado como pretende Trump, junto con su independencia perderá su capitalismo con conciencia social y su emblemático sistema de salud pública.
Los estadounidenses invadieron los territorios británicos junto a su frontera norte en 1812, iniciando una guerra contra Gran Bretaña que acabó dos años después, con el Tratado de Gante, sin modificar las fronteras. Pero desde que Canadá inició su proceso de independencia en 1867 ha sido el mayor aliado de Washington en América.
Las tropas canadienses compañaron a las norteamericanas en la Segunda Guerra Mundial y sumaron 26 mil efectivos y ocho destructores en la Guerra de Corea, cumpliendo roles claves en las fuerzas que comandaba el general MacCarthur, como enfrentar al ejército chino en la batalla de Song-gok Spur.
A ese leal aliado Trump maltrata económicamente y humilla llamando “gobernador” a su primer ministro. En cambio concede a Rusia el derecho a imperar y decidir en el mundo eslavo. La potencia que desoyó a Moscú en 1999 atacando a Slobodán Milósevic para salvar a los albaneses de la limpieza étnica en Kosovo, después de haber atacado a los líderes serbobosnios Radován Karadzic y Ratko Mladic para detener la limpieza étnica en Bosnia Herzegovina, ahora dice que los eslavos son de Rusia. Con la misma visión geopolítica, el ultranacionalismo ruso le reconoce a Washington el derecho a imperar desde el istmo hasta el ártico canadiense, con Groenlandia incluida.
Si extienden esa concepción a China, además de quedar desguarnecidos los uigures de Xinjiang van a sentirse abandonados Taiwán, Corea del Sur, Filipinas y Japón. También Vietnam, país al que el expansionismo chino ya dejó fuera del archipiélago Paracel mientras construye islas artificiales acercando su frontera marítima a las costas surcoreanas, malayas, filipinas y niponas.
India, otro gigante liderado por el primer ministro ultranacionalista Narendra Modi y el ala extremista del partido Bharatiya Janata, tiene la misma pretensión en el sur de Asia, inquietando a Pakistán, Bangladesh, Nepal, Bután, Myanmar y Sri Lanka.
Trump anunció la negociación con Putin concediéndole territorio ocupado y cerrando a Kiev las puertas de la OTAN. Lo dijo él mismo. El Kremlin aceptará devolver algunas zonas ocupadas a cambio de la retirada ucraniana de la región rusa de Kursk. Aún devolviendo el cinco o diez por ciento del territorio que ocupó, al concluir la negociación de Trump el mapa de Rusia habrá crecido y el de Ucrania se habrá reducido.
Ese es el premio a la criminal invasión que lanzó Putin argumentando algo absurdo: luchar contra nazis que planeaban una reedición de la “Operación Barbarroja” para invadir Rusia. Putin renunciará a su objetivo inicial, que era anexar toda Ucrania, o anexar la mitad oriental y convertir al Oeste ucraniano en un estado satélite de Moscú. Pero a ese objetivo ya había renunciado cuando las defensas ucranianas repelieron el avance del ejército ruso sobre Kiev.
Si Trump deja a Europa afuera de la negociación, sería otra victoria del líder ruso. Los europeos recuerdan que, cuando los gobernantes británico y francés Chamberlain y Daladier negociaron con Hitler en nombre de Checoslovaquia y del resto de Europa, al suscribir el Pacto de Münich entregando territorio checo hicieron vencedor al “führer”, lo que hicieron fue alentarlo a lanzar nuevas guerras expansionistas.
Moldavia será para Moscú lo que fue Polonia para Hitler: el siguiente país invadido. El rol que jugaron los ucranianos rusófonos y pro-rusos del Donbas lo jugarán los moldavos rusófonos y pro-rusos del Transdniester, o Transnitria como llama Moscú a esa región moldava.
El siguiente paso podría ser atacar desde Kaliningrado a los países bálticos, a los que les servirá de poco pertenecer a una OTAN sin Estados Unidos, o con un Estados Unidos en manos del mayor aliado occidental de Putin.
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