Wednesday 8 de May, 2024

MUNDO | 12-11-2023 07:18

Golpe por golpe

Las “operaciones selectivas” con que Israel respondió en el pasado a masacres y atentados, sin guerras que causan miles de víctimas.

Comandos del cuerpo de elite Sayeret Matkal, desembarcaron en el puerto de Beirut y se dirigieron hacia los edificios donde vivían Muhamad al Najjar, Kamal Adwan y Kamal Nasser. Los tres jerarcas de la OLP que tenían máxima responsabilidad en la masacre de atletas israelíes en la Olimpíadas de Münich de 1972, fueron acribillados en sus departamentos en la operación que comandó el general Ehud Barak, quien décadas más tarde sería primer ministro.

Aquel operativo fue sólo una parte de la Operación Cólera de Dios, aprobada por la primera ministra Golda Meir y su ministro de Defensa, Moshé Dayán. Muchos miembros del grupo terrorista Setiembre Negro fueron cazados por agentes del Mossad o por comandos de elite en Francia, Italia, Chipre y Noruega, entre otros países donde también fueron asesinados jefes de Fatah y de la OLP que participaron directa o indirectamente en la masacre de los atletas.

Israel no podía dejar impune un ataque que les advertía que pueden ser asesinados en cualquier rincón del planeta. Golda Meir sabía que la respuesta debía ser durísima, pero sin generar una brutalidad sanguinaria que, por causar víctimas inocentes, se superpusiera con la masacre de Münich. Aquel horrendo crimen debía tener centralidad, sin nada que se le superponga ante la mirada del mundo.

Las ofensivas abrumadoras, debido a las devastaciones civiles que siempre provocan, son funcionales a la estrategia de aislar internacionalmente a Israel y estigmatizarlo como despiadado exterminador. Su contracara son los asesinatos selectivos. Al ser intervenciones quirúrgicas destinadas a eliminar personas minimizando al máximo las víctimas inocentes, pueden despertar cuestionamientos pero jamás olas de indignación y presiones internacionales como las que está generando la actual operación Gaza.
Los asesinatos selectivos se extendieron en el tiempo. En marzo del 2004, siete hombres se disponían a cargar en un auto a un anciano cuadripléjico, cuando los impactó un proyectil lanzado desde un helicóptero Apache. 

El anciano era Ahmed Yassin, creador y líder de Hamas, quien murió en el acto igual que los guardaespaldas y lugartenientes que salían con él de una mezquita en el centro de Gaza. Del mismo modo murió Abdelasis Rantisi, sucesor de Ahmed Yassin en la jefatura máxima de Hamas, junto a los dos guardaespaldas que iban en el automóvil que fue alcanzado por proyectiles lanzados por un helicóptero artillado.

Al Muhandis significa “el ingeniero” y era así como llamaban los dirigentes de Hamas a Yahya Ayyash, el constructor de las bombas con que atacantes suicidas mataron a cuarenta civiles en Israel. Por esa razón, en 1993, el servicio de inteligencia interna Shin Bet hizo llegar hasta él, en el centro de Gaza, un teléfono que estalló cuando lo acercó a su oído para atender una llamada.
Ninguna de las cuatro ofensivas posteriores sobre la Franja de Gaza alcanzaron a líderes máximos de la organización terrorista. Las muertes de Ahmed Yassin y Abdelasis Rantisi fueron los mayores trofeos conquistados en operaciones israelíes. Y los dos casos, igual que el de Attash, fueron operaciones selectivas; esas que no tapan con cortinas de sangre civil los criminales atentados terroristas que las provocan.

El mismo razonamiento hizo en el 2008 el entonces primer ministro indio Manmohan Singh, cuando la cúpula militar le propuso ataques masivos contra los cuarteles y oficinas del grupo terrorista Lashkar e Taiba, por los doce atentados coordinados que acababa de perpetrar sobre blancos civiles en Bombay matando a 173 personas.

El servicio de inteligencia paquistaní (ISI) protegía y guiaba a esa organización que pugnaba por separar Cachemira de la India. 
Por esa razón fue que altos mandos militares y miembros del gobierno indio veían lógico atacarla en las ciudades del sur de Pakistán donde tenía sus bases y oficinas. Pero Manmohan Singh llegó a la conclusión de que era negligente tapar un crimen atroz contra civiles con acciones de represalia que, al costar también muchas vidas civiles, cubriría como una cortina de sangre la brutalidad ejecutada en la capital financiera de la India. El lúcido Thomas Friedman, autor de libros esclarecedores sobre Oriente Medio como “De Beirut a Jerusalén”, puso como ejemplo la decisión de Manmohan Sing.

Por cierto, la dimensión del pogromo del 7 de octubre plantea la necesidad de extirpar a Hamás de Gaza. Aún así, incluso dejando de lado las consideraciones humanitarias, que el pogromo haya sido acción táctica cuyo objetivo estratégico es que Israel embista contra ciudades gazatíes masacrando a decenas de miles de civiles, incluidos miles niños, impone pensar los costos que tiene ese accionar en todas las dimensión de la opinión pública mundial.

Hamás sabe que sus milicias y su cúpula dirigente serán diezmadas. La estrategia pasa por el alto precio en víctimas civiles que tendrá cada comandante caído. Matar a un cabecilla y sus lugartenientes en el campo de refugiados de Jabaliya costó más de setenta vidas civiles. Esas muertes de inocentes son los misiles con que Hamás va destruyendo la imagen de Israel en el mundo.
No se equivocan las organizaciones humanitarias y los gobiernos que exigen a Israel detener los bombardeos que causan muertes civiles que incluyen decenas de niños. 

¿Cómo no van a exigir eso? ¿Cómo no van a condenar que estén muriendo niños entre tantas personas que no son combatientes ni miembros de Hamas? Lo que falta en pronunciamientos como el de Argentina, es que se condene también a Hamas por parapetarse en la gente. Está a la vista la estrategia de Hamas. Es evidente que las oficinas, cuarteles y búnkers de sus comandantes y líderes políticos están en las zonas más densamente pobladas, para que matarlos implique también matar a cientos de civiles.

Hamas no calcula mal la respuesta de Israel. Esa respuesta es parte de su plan. Aunque la aplasten, reencarnará en nuevas organizaciones terroristas dispuestas a bombardear ciudades israelíes y lanzar bombas para masacrar judíos. Hamas es una suerte de franquicia. Siempre habrá odio alimentado por estas guerras, supurando camadas de yihadistas anti-israelíes. 

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Claudio Fantini

Claudio Fantini

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